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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Bienvenido, 'Mister' Biden

La falta de serenidad y de control en estas imágenes ha terminado provocando un ridículo mundial que Sánchez no va a saber procesar y que los españoles vamos a pagar

Foto: El presidente estadounidense Joe Biden antes de su encuentro con el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg. (EFE)
El presidente estadounidense Joe Biden antes de su encuentro con el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg. (EFE)
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Nos ha faltado sensibilidad para darnos cuenta del enorme homenaje que ha hecho Sánchez a la cultura española mientras celebramos todavía el aniversario de Berlanga. 100 años y dos días. Un detallazo. Ha querido regalarnos una secuencia como las de aquel cine capaz de despertarnos una carcajada desde el espejo hispano del espanto. Hay que reconocerle a nuestro actor que lo ha puesto todo en el asador y que casi lo consigue. Una pena que todo lo que aquí resulta cómico no tenga ninguna gracia porque el daño es serio y será duradero.

La articulación de la mayoría Frankenstein convirtió nuestro país en un paria internacional. Es lógico. Hay conciencia en Europa del peligro que supone el separatismo; al fin y al cabo, el nacionalismo siempre ha terminado desencadenando las peores pesadillas del Viejo Continente. Y hay memoria en Estados Unidos, esto de tener a comunistas en el Gobierno nos puso en el congelador del otro lado del Atlántico. Seguramente, sea esa la principal razón que explica por qué la Casa Blanca no ha llamado a Moncloa en todos estos meses.

placeholder Sánchez, Trudeau y Biden. (EFE)
Sánchez, Trudeau y Biden. (EFE)

Sumen a lo anterior la impericia del equipo entero, desde Sánchez hasta el embajador en Washington, pasando por la propia ministra de Exteriores. Máxima liviandad. Y añadan una crisis de nuestro país con Marruecos, que es el principal socio de Estados Unidos en el Magreb.

¿Era necesario buscar la foto con Biden? Era imprescindible y también urgente. No cabe duda. Bastaba con trabajar prudentemente, con un poco de tiento en lugar de con esa ansiedad tan de adolescente —tan de Moncloa— que nos ha precipitado hasta el esperpento.

Menos mal que esto iba de buscar una foto y no de gestionar una situación límite internacional. ¿Cómo se prepararán estas cosas? Empezando desde la discreción, sin levantar la más mínima expectativa.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), junto al mandatario de Estados Unidos, Joe Biden. (EFE) Opinión

Primero, por una cuestión práctica. Biden es probablemente la persona con la agenda más apretada del mundo y pueden no darse las condiciones para el encuentro. Por eso conviene proteger a tu presidente y no anunciar nada antes de tiempo, incluso no anunciarlo. Cuajo y pericia. No hace falta tirarse por un barranco si el jefe te lo pide, a veces es suficiente con que no le empujes a él.

Segundo, discreción, porque estamos hablando del líder de un país que tiene suspicacias respecto a nuestro Gobierno y cualquier manifestación pública puede desbaratarlo todo en el último momento. No digamos ya tras una campaña de preventa a los cuatro vientos como la que aquí se ha llevado a cabo. Supongo que algún alto cargo norteamericano debe tener la extraña costumbre de ver lo que se dice en la prensa española antes de pasar el informe pertinente a la superioridad.

Foto: Imagen: Irene Gamella. Opinión
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Y tercero, por algo que viene escrito en la primera página de cualquier manual decente de comunicación política: primero la política y luego la comunicación. Cuidado con poner el foco antes de tiempo. Cuidado con la temperatura y con la levadura porque si te pasas, pasa lo que pasa, pierdes el control, que es lo que Moncloa no ha tenido en ningún momento de este disparate más pensado para el telediario que para el interés del país.

El paseíto tenía materia prima suficiente para haber sido vendido como un producto positivo para España y para Sánchez si antes no nos hubiesen dicho que lo que venía era la Conferencia de Postdam, pero a lo grande.

Lo que ha ocurrido es lo que en el argot se denomina 'saludo informal'. Un alto funcionario se ha acercado a Biden en el pasillo y le ha dicho: “Presidente, va a saludarle el primer ministro español”. Y Biden ha accedido mecánicamente.

Foto: Encuentro de la OTAN en Bruselas. (Reuters)

El lenguaje que le dedica a Sánchez es bastante áspero. Eso es así. No se detiene. Esa palmada en la espalda es una manera de alejarlo. No le mira a los ojos más que fugazmente al despedirse. Esos detalles de apariencia nimia son carne de examen en todas las cancillerías, porque en el mundo de las relaciones internacionales los gestos y los detalles revelan la esencia de los personajes y las situaciones.

Pero, a pesar de todo, todavía podría haberse vendido la cosa medio bien de cara a la opinión pública española si Sánchez hubiese enmarcado lo ocurrido dentro de la más estricta normalidad. Ha hecho exactamente lo contrario y no es extraño. La negación de la realidad en los episodios de alta frustración es propia de los cuadros narcisistas.

Foto: Joe Biden. (EFE)

Por eso su comparecencia posterior resulta todavía más nociva para su imagen de líder. Da cierto pudor ver ese intento petulante de convertir unos pocos segundos en un momento relevante, contando lo mucho que le ha contado. Sin embargo, quizá lo más inquietante es que Biden parezca no haberle dicho absolutamente nada. Mal rollito.

Antes de este encuentro en la OTAN, podría haber cierto acongoje en Rabat. España podía haberse apuntado un tanto valioso. Ahora, con perdón, están descojonados por lo que parece un paseo hasta el cuarto de baño. Casi hubiera sido mejor que entrasen juntos, habría durado más.

La falta de serenidad y de control en el antes, el mientras y el después de estas imágenes tan de Berlanga ha terminado provocando un ridículo mundial que Sánchez no va a saber procesar y que los españoles vamos a pagar. Una pena, otra más.

Nos ha faltado sensibilidad para darnos cuenta del enorme homenaje que ha hecho Sánchez a la cultura española mientras celebramos todavía el aniversario de Berlanga. 100 años y dos días. Un detallazo. Ha querido regalarnos una secuencia como las de aquel cine capaz de despertarnos una carcajada desde el espejo hispano del espanto. Hay que reconocerle a nuestro actor que lo ha puesto todo en el asador y que casi lo consigue. Una pena que todo lo que aquí resulta cómico no tenga ninguna gracia porque el daño es serio y será duradero.

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