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Quinta ola: así es como funciona el modelo sanchista de gestión de la pandemia
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Quinta ola: así es como funciona el modelo sanchista de gestión de la pandemia

Un proceder en el que el interés personal se impone sobre el interés partidario y este, inevitablemente, sobre la razón sanitaria

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
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Llevo varias semanas preguntándome cuántas olas tendremos que sufrir hasta que el Gobierno de nuestro país aprenda. Y varios días cuestionándome, directamente, si acaso existe la posibilidad de su aprendizaje. Puede que no haya remedio, ni en el Gobierno ni en el primer partido de la oposición. En España, la política partidaria ha derrotado cinco veces seguidas a la política sanitaria. Cinco. Y puede ocurrirnos más veces porque estamos liderados por políticos incapaces de razonar en términos de país. No saben pensar de otra manera.

Es difícil encontrarse ante una situación más clara. Este tendría que ser un tiempo de tregua política empleada para derrotar a la pandemia. Sin embargo, los dos principales partidos de nuestro país están utilizando la pandemia para recrudecer su guerra partidaria. Tanto el PSOE como el PP han puesto la cuenta de los votos por delante del recuento de muertos, empresas cerradas y empleos perdidos. Han incorporado la enfermedad a su estrategia política con una escalofriante naturalidad. En nuestra sociedad la lucha contra el virus está sometida al interés partidario.

Foto: Estudiantes, en Palma de Mallorca. (Reuters)

Cabe lamentar que haya pasado casi año y medio desde que todo esto comenzó y no hayamos visto al líder de la oposición enarbolar la bandera de la ciencia, ni el valor de la vida, ni la necesidad de aplicar inteligencia, compromiso y creatividad frente a la adversidad económica que encaramos. Da que pensar de cara al futuro. Pero sucede, mientras tanto que el presente existe, que la urgencia aprieta, que los expertos calculan que la variante delta —descubierta hace meses— será predominante en España desde el próximo sábado 17.

Sucede que el problema inmediato y fundamental está en Moncloa. Y que resulta desesperante ver que el toro vuelve a pillarnos por quinta vez tras una calcada sucesión de errores. De nuevo el mismo patrón. Primero se aplican las restricciones y se espera a que hagan efecto. Después emergen las prisas económicas —salvar el verano, las Navidades, la Semana Santa, el verano otra vez—. Y luego se actúa atropelladamente desoyendo la opinión de unos expertos que ahora están completamente desaparecidos. Siempre la misma mezcla de imprevisión e improvisación. La misma irresponsabilidad.

Que resulta desesperante ver que el toro vuelve a pillarnos por quinta vez tras una calcada sucesión de errores

La suma de empellones de la enfermedad permite perfilar cinco líneas maestras del modelo sanchista de la pandemia. Un proceder en el que el interés personal se impone de manera invariable sobre el interés partidario y este, inevitablemente, sobre la razón sanitaria.

Primer trazo. Ha pasado tiempo suficiente para que ya deba admitirse como evidencia el hecho de que el deseo de proteger la imagen de Sánchez y el contexto político han tenido más peso sobre la gestión sanitaria que el criterio de los científicos.

El desprecio a la ciencia que estamos sufriendo en carne los españoles es inimaginable en cualquiera de los países de nuestro entorno. Fernando Simón es un producto 100% nacional, imposible de exportar. Tan extraño en cualquier país desarrollado como descabalgar al ministro de Sanidad para ponerle a correr en una campaña electoral que, por cierto, le ha llevado a un callejón sin salida política.

Foto: Centenares de ciudadanos esperan su turno para vacunarse en el hospital Enfermera Isabel Zendal. (EFE)

Conceptos que nuestros vecinos manejan a diario —rastreadores, cribados, secuenciación genómica para detectar la evolución de las variantes— son ciencia ficción en nuestro país. Aquí los que llevan batas blancas sueñan con alcanzar el peso en las decisiones políticas que están teniendo los asesores de comunicación, los propagandistas.

Segundo. Ninguna sociedad democrática está sufriendo un empacho de propaganda trompetera como la que nos aqueja. Y, mientras esto ocurre, nadie tiene más hambre de verdad que nosotros. No hay cifras limpias que llevarse a la boca, ni información objetiva. No hay transparencia, ni ninguna evaluación. Lógico: sin números veraces, no hay posibilidad evaluar cuentas.

Tercero. Nos estamos enfrentando a un adversario complejo, mutante. Rectificar es normal, hacer ajustes es necesario. Llegado el caso, un golpe de timón puede ser hasta comprensible por necesario. La cuestión es que, bajo el Gobierno de Sánchez, España ostenta la plusmarca mundial en volantazos frente a la pandemia.

Foto: Playa de Cartagena cerrada durante la tercera ola. (EFE)

El lío de competencias no puede ser mayor. Lo hemos probado todo, desde la centralización completa hasta la descentralización máxima y nada ha terminado de funcionar bien por una razón sencilla: los cambios de criterio responden más al deseo de proteger la imagen de Sánchez que a la voluntad de alcanzar la eficiencia aunque conlleve desgaste personal.

Cuarto. Niebla jurídica, máxima confusión. El derecho pisoteado. Moncloa escurriendo el bulto y pidiendo a las regiones que hagan lo que legalmente no pueden hacer. Moncloa sin presentar la ley que dijo que presentaría, decretando un estado de alarma larguísimo, no porque lo aconsejase la ciencia, sino porque lo dictaba la debilidad de un Parlamento que no puede haber estado más apagado desde el Ejecutivo.

Quinto. La incapacidad mental en lo económico. La falta de las pocas neuronas que hacen falta para asumir algo tan obvio como que la mejor política económica es la mejor política sanitaria. La prisa por levantar las restricciones y la acumulación de sus consecuencias inmediatas para la economía.

No parece infundado temer que la ayuda europea se gestione desde Moncloa con más intención de aprovechar la ocasión para blindarse en el poder

No parece infundado temer que la ayuda europea se gestione desde Moncloa con más intención de aprovechar la ocasión para blindarse en el poder que de generar una oportunidad para actualizar nuestro modelo productivo.

Nadie puede decir que la variante delta nos ha pillado por sorpresa. Y todo el mundo puede comprender lo caro que esto nos va a salir. Turismo. Ocio nocturno. Y ya veremos qué pasa con el consumo. Una factura nacional, otra más, sobre la montaña de duda que sigue creciendo.

El clima euforizante que Sánchez ha querido insuflar para ocultar los indultos y la derrota electoral en Madrid se van a traducir en vidas y empleos perdidos. Ya veremos qué pasará con los votos, eso debería ser lo de menos. Pero no hace falta ser epidemiólogo para reconocer una campaña de propaganda como se puso en marcha hace un par de meses. Optimismo. Cuenta atrás. Victoria. Euforia.

Foto: Una enfermera realiza una PCR a un joven. (EFE)

Moncloa ha inducido a la población no vacunada —y, por lo tanto, la más vulnerable— a una sensación de irrealidad que les ha llevado a relajar la prudencia frente a una enfermedad que todavía no está derrotada y que, además, está a tiempo de mutar y recrudecerse.

Este es un error que clama al cielo porque ha convertido nuestra fortaleza —las vacunas— en nuestra debilidad. La falsa sensación de seguridad propagada por el poder está permitiendo al virus contragolpear por el flanco de nuestra juventud.

Habrá quien quiera culpabilizarlos, criminalizarlos. Quizá tenga más sentido asumir y compartir, difundir en la medida de nuestras posibilidades, que la vacunación es y será determinante, pero que todas las demás vías para luchar contra la enfermedad siguen siendo vitales y no pueden decaer ni debilitarse. Por ahora y hasta cuando sea.

Llevo varias semanas preguntándome cuántas olas tendremos que sufrir hasta que el Gobierno de nuestro país aprenda. Y varios días cuestionándome, directamente, si acaso existe la posibilidad de su aprendizaje. Puede que no haya remedio, ni en el Gobierno ni en el primer partido de la oposición. En España, la política partidaria ha derrotado cinco veces seguidas a la política sanitaria. Cinco. Y puede ocurrirnos más veces porque estamos liderados por políticos incapaces de razonar en términos de país. No saben pensar de otra manera.

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