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Crisis energética: escenarios y consecuencias políticas para España
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Pablo Pombo

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Crisis energética: escenarios y consecuencias políticas para España

El impacto económico, social y político de esta nueva crisis dependerá sobre todo de algo que no puede controlarse: el tiempo que nos traerá este invierno

Foto: Tendido eléctrico.
Tendido eléctrico.
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Cuando la pandemia se instaló, los más optimistas anticiparon una recuperación en forma de V. Una fuerte subida que se filtraría por todas las capas de la sociedad y daría lugar a un largo periodo expansivo. Incluso llegó a hablarse de una nueva edición de los felices años 20.

Lo interesante de aquella tesis no está en que pudiese ser interesada, sino en que responde a una manera de concebir la realidad que ya no existe. La vieja dinámica de los ciclos económicos ya no rige nuestro mundo. Estamos viviendo tiempos triplemente revolucionarios: irrupción de lo digital, cambio climático y geopolítica.

Parece bastante probable que la actual revolución en los modos de producción marcará la primera mitad de este siglo. La entrada de China en el tablero ha alterado el peso de las piezas, su posición y la dinámica completa del juego. Creo que la crisis energética que vamos a afrontar este invierno da buena prueba de ello. Y mucho me temo que las distintas crisis no aguardarán años para darnos margen a la tranquilidad. Serán coetáneas. Se nos superpondrán.

Foto: Las navieras han inflado los precios de los trayectos drásticamente (Reuters/Jonathan Barrett)

Venimos de un invierno que fue inusualmente frío. En todo Occidente las reservas de gas están a niveles de mínimos; ese hecho en sí mismo no ayuda precisamente a la bajada de precios. Pero es que hay más. En el norte, los noruegos van a exportar menos a los europeos. En el este, lo mismo. Quizá porque Rusia presiona para la activación del gaseoducto que quieren. Y en el sur, la tensión entre Marruecos y Argelia incide directamente sobre nuestro horizonte energético. Solo uno de los dos gaseoductos argelinos está abierto.

La alternativa del gas licuado también ha subido de precio porque China quiere comprar todo lo posible. Con el carbón está pasando exactamente lo mismo. Y, mientras esto sucede, el barril de petróleo parece también disparado. Está ahora en la zona de los 80 dólares. Según los expertos, podría superar los 90 antes de que termine 2021.

Gas, carbón y petróleo al alza. Todo parece indicar que la preocupación que hoy existe por la factura de la luz se extenderá hasta que la “crisis energética” ocupe el primer plano en nuestras vidas y en nuestro debate público. El impacto económico, social y político de esta nueva crisis dependerá sobre todo de algo que no puede controlarse: el tiempo que nos traerá este invierno.

Foto: Una plataforma petrolera. (EFE)

La severidad del frío lo condicionará todo. Los pronósticos no parecen demasiado inquietantes. Tampoco lo parecían el año pasado y se equivocaron. En cualquier caso, bastarían un par de semanas especialmente crudas para generar un pico en la demanda que podría ser difícil de cubrir.

Ese es el factor variable. El invariable está en la subida de los precios. Ninguna previsión augura descensos antes de que llegue la primavera. Por lo tanto, lo que va a medirse es si los gobiernos van a tener capacidad de proteger a los consumidores, si esta crisis puede dañar o ponerle fin al rebote económico y si pueden generarse en nuestras sociedades niveles todavía mayores de desigualdad.

Comencemos por el peor de los escenarios posibles: 'Frozen'. Tiempo frío con olas sucesivas de bajas temperaturas, tensiones geopolíticas sin desinflamar y cuellos de botella adicionales en materias primas, alimentación y tecnología.

Ese mapa frenaría en seco la recuperación económica, alzaría rápidamente toda la cadena de precios, provocaría grandes dosis de malestar social motivadas por la expansión de la pobreza energética hasta las clases medias y aumentaría, retrataría la impotencia de la Unión Europea y no contribuiría precisamente a legitimar el principio de la mayor eficacia que debería definir a las democracias occidentales. Podría haber problemas de suministro, interrupción de la actividad industrial y, en caso extremo, apagones.

Como puede entreverse en Francia, adoptan una política sin precedentes al pasar de suprimir impuestos o de activar a ayudas a la prohibición de subida de precios u otras medidas

En la vertiente política, esta situación provocaría un rápido ascenso de los populismos porque su razón de ser es parásita —vivir del sufrimiento ajeno—, tensaría al máximo las costuras entre Podemos y el PSOE y situaría al PP ante la incómoda realidad de tener otro frente abierto con la extrema derecha que sigue sin perder terreno en las encuestas.

Segundo escenario: 'el invierno del descontento'. Un invierno manejable con los precios de la energía dentro de las previsiones, atenuación de las fallas geopolíticas, coordinación europea y una contradicción llamativa en clave intervencionista.

Por un lado, los gobiernos —como puede entreverse en Francia, donde hay elecciones el próximo año— adoptan una política sin precedentes al pasar de suprimir impuestos o de activar a ayudas a la prohibición de subida de precios u otras medidas igualmente agresivas. Esto es, a quebrar el principio de libre mercado.

Por el otro, mientras esto sucede y la inflación supera las previsiones actuales, suben los tipos de interés y va poniéndose fecha de caducidad a los paquetes de estímulo. La recuperación económica desigual, en forma de K, gana terreno. La seguridad jurídica que define a los sistemas democráticos sale fuertemente debilitada.

Foto: Un hombre traslada cilindros de gas en Karachi, Pakistán. (EFE)

Circunscritos al terreno político nacional, parece previsible —incluso puede descontarse— una actitud todavía más combativa de Podemos en la elaboración de los PGE. Y cabe adelantar a medio plazo una desmovilización del electorado socialista. En este mapa, el castillo sociológico del PSOE estaría ubicado en zona de riesgo.

Tercer escenario: 'todo a favor'. Doble éxito en los retos a corto plazo: bien el parón nuclear de octubre y bien con Argelia —apertura del segundo gaseoducto que atraviese Marruecos—.

Doble sorpresa en Europa: acción coordinada de la Unión y conformación pronta del Gobierno germano —los Verdes alemanes acuerdan con Scholz la apertura del gaseoducto con Rusia y Scholz acuerda con los liberales una dieta fiscal menos estricta de la que desean—.

Sánchez no cede terreno a Yolanda y se pone al frente del combate con las eléctricas. Ayudas a los consumidores, subvenciones, más endeudamiento

Una buena dosis de suerte meteorológica: disfrutamos un invierno templado y sin olas preocupantes. Y un gran milagro económico: la inflación se puede contener dentro de unos límites tolerables y comienza a perder brío en primavera.

Aquí, además de todo eso —y quizá sea lo más fácil—, Sánchez no cede terreno a Yolanda y se pone al frente del combate con las eléctricas. Ayudas a los consumidores, subvenciones, más endeudamiento. Sucede todo lo necesario para que no disminuya la pulsión de compra de los consumidores. En ese caso, repleto de condicionales, el sostenimiento socialista de su electorado resistiría. Habría que ver qué pasaría con el del PP. Vox está fuerte.

Ni siquiera una conjunción astral como esta permitiría aventurar una disminución de la polarización política. En el fondo, la pena es esa. La crónica incapacidad española para conformar acuerdos incluso en las situaciones críticas, que es cuando más falta hacen. La reforma del sector energético, aparcada, seguirá aparcada ocurra lo que ocurra. Eso en todos los escenarios. Seguro.

Cuando la pandemia se instaló, los más optimistas anticiparon una recuperación en forma de V. Una fuerte subida que se filtraría por todas las capas de la sociedad y daría lugar a un largo periodo expansivo. Incluso llegó a hablarse de una nueva edición de los felices años 20.

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