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El efecto dominó: las oscuras navidades que nos esperan
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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El efecto dominó: las oscuras navidades que nos esperan

Si los sueldos no suben y los precios se disparan como no ocurría desde 1993, lo cierto es que tu otoño ya ha comenzado

Foto: Foto: EFE.
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La decisión racional es adelantar las elecciones generales. Se mire por donde ser mire, no se ve justificación para prolongar una legislatura que parece maldita y que probablemente pasará a la historia como la más dura de nuestra democracia. Desde luego, la más estéril. Si se analiza la situación en términos de país, la llamada a las urnas no admite discusión. La mezcla de polarización y fragmentación partidaria sigue alimentando el riesgo de que esta década resulte tan perdida como la anterior.

Nada de lo mucho que tendría que afrontarse está siendo abordado. Nadie sabe cuál es el gran avance legislativo de este periodo. Por el sendero en que vamos, todo lo que hacemos es enredarnos en polémicas irrelevantes e interesadas que solo sirven para generar desafección hacia la política y división en la sociedad.

Si estudiamos la evolución de los acontecimientos, la impresión de que carecemos del gobierno que merecemos se hace mayor

Si estudiamos la evolución de los acontecimientos, la impresión de que carecemos del gobierno que merecemos se hace mayor. La pandemia ha dejado demostrada la falta de liderazgo gubernamental, la ausencia de una adecuada arquitectura institucional y la crisis en las élites políticas que aqueja a nuestra nación. También nuestra flojera moral. Frente a la enfermedad, los españoles nos enfrentamos como no hizo ningún otro país. Por eso, en gran parte por eso, tuvimos antes las peores cifras sanitarias y crecemos ahora económicamente con mucha más debilidad.

La segunda parte de la legislatura no va a ser un camino de rosas. Aquello de que vendrían los felices años veinte 2.0 se ha disuelto como un azucarillo antes incluso de que termine el año. El rebote económico está perdiendo fuelle en todo el mundo, los números del tercer trimestre son decepcionantes en todos sitios, las previsiones del gobierno no se cumplen, la pospandemia nos está dejando un rosario de disrupciones que van a exigir a España lo que España no puede dar: coraje para acordar, visión de futuro, una política capaz.

Foto: Un trabajador actualiza los precios de los combustibles en Francia. (Reuters)

La suma de crisis energética y de suministros está cebando una inflación que cada vez parece más fuera de control. Ya nadie respetable pronostica que los precios se relajarán cuando llegue la primavera. El concepto "inflación transitoria" parece desfasado, cada vez cotiza más lo de "inflación crónica".

La perspectiva de fuerte intervencionismo estatal y mantenimiento de los tipos de interés empieza a verse más y más borrosa. La entrada de los liberales en el gobierno alemán y su probable conquista del ministerio de finanzas apunta a no ser precisamente inocua en Europa. Y, mientras el paisaje se oscurece, en las casas se habla del precio de la luz.

Seguramente, no tardemos demasiado tiempo en ampliar la conversación. Puede faltar muy poco para que el precio de la cesta de la compra alcance también el primer plano de las preocupaciones. El precio del trigo ya se está disparando. La subida de la energía y los cuellos de botella en la distribución están provocando un aumento de los costes que la industria de la alimentación —mal que bien— ha podido contener hasta el momento. No podrán hacerlo durante mucho más.

Según se acerca la Navidad, las previsiones apuntan a que será más caro tener la nevera encendida y a que habrá menos comida en ella

En ese sector, los últimos días vienen dejando la impresión de un efecto dominó. Los gigantes mundiales de la alimentación, los que llenan las estanterías de tu supermercado, se apresuran en anunciar que tienen que subir el precio de sus productos.

Lo previsible es que ellos empiecen a vender lo mismo a los mismos euros en envases más pequeños, también que nosotros busquemos más a las marcas más baratas. Es lo que suele producirse al principio de este tipo de procesos. Sin embargo, al final, la cadena de consecuencias tira y tira para ir dejando menos calidad y cantidad en el carrito.

De modo que, según se acerca la Navidad, las previsiones apuntan a que será más caro tener la nevera encendida y a que habrá menos comida en ella. Llámenme loco, pero es un escenario que parece poco favorable para el gobierno y bastante propicio para el descontento social. Lo tienen complicado en Moncloa. Si, para evadir tu parte de responsabilidad, enmarcas la crisis energética como un "problema europeo", tienes que puntuar en Bruselas. El Gobierno no lo ha hecho, la propuesta española para reformar el sistema continental de precios energéticos ha fracasado entre el desdén de los países del norte.

Si, para ganar respaldo en la opinión pública, aplicas la lógica populista a costa de la credibilidad nacional en términos de seguridad jurídica, y anuncias un hachazo a las eléctricas, conviene que la película no termine con las eléctricas limándose las uñas y mirando al ejecutivo con una aplastante suficiencia —como ha sucedido—. El margen de maniobra es estrecho y hay mucha, muchísima fatiga social. Apartemos por un momento, la posibilidad de apagones, lo peor que podría pasar si todo se pone mal de verdad y viene un invierno despiadado...

Si los sueldos no suben y los precios se disparan como no ocurría desde 1993, ya puedes anunciar la madre de todas las reformas a la reforma laboral, ya puede haber tirones entre Belarra y Yolanda, ya puede haber tensiones presupuestarias más o menos teatrales en la mayoría parlamentaria que sostiene al gobierno, ya puede haber tiranteces entre los dos socios de gobierno y ya puedes tirar de chequera para que crezca la deuda pública; da igual. Lo cierto es que tu otoño ya ha comenzado.

Foto: Sánchez, Calviño y Díaz en el Congreso. (EFE)

El gobierno que está más a la izquierda de Europa tiene bastantes papeletas para terminar mostrándose inoperativo frente a un aumento adicional de la desigualdad real, material. No estoy seguro de que el miedo a Vox sea un aliciente electoral suficiente para motivar a quienes están más cerca de desmovilizarse y no votar al Partido Socialista.

Tiendo más bien a pensar que, hasta en términos subjetivos, al PSOE le conviene cada vez más adelantar las elecciones. Va a ser difícil que sume más de lo que tiene. Puede perder hacia la izquierda porque Yolanda es igual de dogmática que Iglesias pero tiene mechas. Puede perder hacia la abstención. Y puede perder hacia la derecha.

Viniendo lo que viene, lo mejor para el PSOE y para España, es que las urnas lleguen antes. También esto nos lo enseñó Bob Dylan: "No puedes ganar con una mano perdedora".

La decisión racional es adelantar las elecciones generales. Se mire por donde ser mire, no se ve justificación para prolongar una legislatura que parece maldita y que probablemente pasará a la historia como la más dura de nuestra democracia. Desde luego, la más estéril. Si se analiza la situación en términos de país, la llamada a las urnas no admite discusión. La mezcla de polarización y fragmentación partidaria sigue alimentando el riesgo de que esta década resulte tan perdida como la anterior.

Bob Dylan