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El sonido del trueno: las próximas 48 horas de Pablo Casado
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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El sonido del trueno: las próximas 48 horas de Pablo Casado

Hoy es jornada de reflexión. Un primer tramo que los líderes políticos siempre atraviesan con la doble sensación de embotamiento y extrañeza

Foto: El líder del PP, Pablo Casado. (EFE/J.M.García)
El líder del PP, Pablo Casado. (EFE/J.M.García)
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En este momento, casi todos los escenarios sitúan a Pablo Casado ante el umbral de una de esas pruebas que te matan o te hacen más fuerte. Un tránsito que medirá su fortaleza mental, decidirá sus opciones de supervivencia política y marcará lo que verá en el espejo durante los próximos años de su vida.

Las encuestas pueden equivocarse, desde luego. Es cada vez más frecuente y en estas elecciones es además más probable porque han entrado actores nuevos, porque la situación es inestable y porque lo más complejo de predecir en sociología electoral es la participación. A pesar de todo, casi es inevitable que estas urnas adelantadas no terminen dejando heridas abiertas en su liderazgo, incluso en caso de que finalmente se produzca un resultado mucho más favorable del que ahora apunta todo el mundo.

Hoy es jornada de reflexión. Un primer tramo que los líderes políticos siempre atraviesan con la doble sensación de embotamiento y extrañeza. Es una reacción química normal. Llevas semanas tirando de adrenalina y, de golpe, no hay nada que hacer, nada que decidir. No tienes nada a lo que agarrarte, el teléfono ha dejado de alertar todo el rato. Súbitamente, el tiempo se hace espeso.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (2d), en un acto del PP en Valladolid. (EFE/Nacho Gallego)

Estás con familia, pero no estás. Pareces tú, pero no lo eres. Los miedos y las esperanzas juegan a hacerse relevos, llaman a la puerta del cerebro y luego no hay nadie. Normal. Es lo que ocurre cuando la cabeza se ve forzada a descomprimirse deprisa, lo que sucede en el buceo cuando estabas en lo profundo y subes demasiado rápido. Parte de la circuitería mental se desactiva. Eres otro.

Ya por la tarde se recibe el 'tracking', la evolución de los datos propios. Hay contacto con las casas de encuestas. La horquilla sigue demasiado amplia todavía. Si se está trabajando bien, hay reunión de escenarios para ver qué decir y qué hacer en cada situación posible. Ves a tu número dos con fuerza, los números dos tienen tendencia a ser poco sofisticados pero la exigencia de ser los más aguerridos. Él tampoco ve que estás pero no estás del todo.

Hay un motivo para esa impresión de distancia que notas al relacionarte con todo. Por detrás de la conciencia están operando tus otras neuronas. No las oyes pero trabajan. Están en lo que importa. También cuando te vas a la cama antes de lo normal y ves la pastilla color pastel en la palma de tu mano. La otra química que sirve para poder dormir en la alta competición.

Foto: Los candidatos del PSOE, PP y Ciudadanos. (EFE/Gallego)

Día D. "D" de desembarco. ¿Para quién? Miras la previsión del tiempo como quien otea el horizonte. Alguna previsión de tormenta, veremos cuántos de los nuestros votan. Por primera vez, sientes ese peso en el estómago que aviva el café. No son los remordimientos es la incertidumbre.

La gente no sabe que la autocrítica es un proceso demasiado doloroso, que uno en el fondo sabe cuáles fueron los errores, y que por eso el examen solo puede hacerse en la trastienda de la soledad mental. Ni tú mismo puedes verlo.

A la hora de comer caen los avances de participación. La primera bomba. ¿De quién? Y al rato los primeros cálculos moldeados con materiales reales. Queda mucho. Hay que revisar el discurso de mañana en la sede. Hay que definir lo que se transmite hacia fuera.

Segundo avance. El equipo aconseja medir bien la exposición. Asientes por inercia. La política interna y la política de comunicación, que tan relevantes te parecieron siempre, se han convertido en un simple asunto de gestión elemental. Las ventanas están cerradas, pero notas un cierto olor a tierra mojada. Eso es lo que te importa de verdad.

Foto: Pablo Casado y Alfonso Fernández Mañueco en un mitin en Palencia. (EFE/Almudena Álvarez)

Cierre de urnas. Estimaciones en los televisores. El recuento desata un rayo a cámara superlenta. Una luz cruda, demasiado cruda, queda suspendida durante horas sobre todo el paisaje. El deslumbramiento te permite verlo todo, pero tú todavía no verbalizas lo que ocurrirá. Lo que harás.

Mañueco gobernará, Vox ha subido, la decisión de adelantar fue un error estratégico, la ejecución de la campaña ha sido un desastre en todos los niveles, tu protagonismo ha restado más de lo que ha sumado. Todo está claro, demasiado claro. No es una derrota porque el partido gobernará. Es una victoria amarga. Es algo todavía más difícil de manejar.

El sonido del trueno sigue sin llegar. No lo hará en toda la noche. Este momento es para lo más efímero. Sonreír, emitir, seguir como si la campaña no hubiese terminado. Cumplir con las exigencias del guion. Y luego llegar a casa cuando los niños duermen. ¿Quién? ¿Quién no quiere ser un héroe delante de sus hijos? Llueve.

Calle Génova. Tras el descanso, la mente ha entrado en otro modo. Hipersensibilidad. Puedes leer el pensamiento de cada persona con la que te vas cruzando. Empieza la reunión con los capos, lees un discurso redactado para ser demasiado largo. Terminas y escuchas un pequeño zumbido. Aletea una mosca y todos están callados. No discuten. El trueno es su silencio. Esa condena.

Foto: Pablo Casado en un mitin en Palencia. (EFE/Almudena Álvarez)

Un trueno encerrado en sus bocas. No hablan porque están convencidos de que fuiste un error y ya te dan por muerto. No discuten porque lo que están debatiendo es cómo proceder a tu funeral.

Lo demás, los velados mensajes en los medios que traerá el día, las admoniciones de los mayores, la aparición oportunista de los díscolos y el ruido en las redes, no serán más que otros zumbidos. Otros aleteares que el enemigo querrá aprovechar para convertir la crisis interna en irreversible.

La verbalización viene ahora, solo para ti, subiendo por la tráquea. Un trueno solo se combate con otro trueno. Un rayo solo puede derrotarse con otro mayor.

Ahora te toca a ti: hay que cambiar. O cambias, o lo cambias casi todo, o estás muerto. Si quieres sobrevivir tendrás que reinventarte, tendrás que sacrificarlo casi todo. Si no quieres que te entierren, tendrás que enterrar a los tuyos. Y tendrás que hacerlo pronto por si todavía hay margen, por si ahora no es demasiado tarde.

En este momento, casi todos los escenarios sitúan a Pablo Casado ante el umbral de una de esas pruebas que te matan o te hacen más fuerte. Un tránsito que medirá su fortaleza mental, decidirá sus opciones de supervivencia política y marcará lo que verá en el espejo durante los próximos años de su vida.

Pablo Casado