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Vox: salimos más fuertes (a la calle)
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Vox: salimos más fuertes (a la calle)

El movimiento vóxico de hoy supone la ruptura de un doble monopolio progresista: la contestación social y la superioridad moral

Foto: Robatto, García-Gallardo y Abascal, durante un acto en León. (Vox)
Robatto, García-Gallardo y Abascal, durante un acto en León. (Vox)
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Vox va a más por sus propios aciertos, por los errores de todos sus adversarios y porque la situación objetiva es la que es. Esta mezcla de miedo y encabronamiento que viene acumulándose es su caldo de cultivo. Y lo están gestionando bien mientras no hay otro recipiente verosímil para el descontento. Prueba de ello son las movilizaciones de estos días, que también servirán para seguir consolidando a los de Abascal.

Su crecimiento es sólido. Es menos líquido que el que vimos con Podemos y Ciudadanos. Por eso tienen suelo y no tienen techo, porque están echando raíces.

Por eso y porque, ya desde hace tiempo, comunican claramente mejor que los demás. Tienen el discurso mejor armado. Un mensaje simple y contundente, capaz de explicarlo todo y replicable por el menos formado de los votantes.

Bien haría la progresía en prestar atención al relato del nacional populismo porque ahí están todos los puntos débiles de la izquierda y los motivos de una derrota cultural que cada vez parece más irreversible.

La preocupación diaria de un obrero de 50 años es esencialmente igual a la de un autónomo de 35. Son vértigos parejos

El movimiento vóxico de hoy supone la ruptura de un doble monopolio progresista: la contestación social y la superioridad moral. Las siglas de los socialistas, los comunistas y sus franquicias sindicales ya no son las únicas que representan a la gente que está sufriendo. Hoy no son las únicas que pueden agitar la calle.

En la España de 2022 hay bastantes capas sociales que viven serias dificultades materiales y que se sienten emocionalmente desconectadas de una izquierda ensimismada por las cuestiones de identidad y completamente desinteresada por el significado contemporáneo de la justicia social.

Hay que estar muy lejos de la vida para no comprender que la preocupación diaria de un obrero de 50 años es esencialmente igual a la de un autónomo de 35. Son vértigos parejos. La diferencia radica en que la perezosa izquierda española sigue ofreciendo un cobijo político al primero, mientras deja al precario sin amparo.

La otra quiebra está en la superioridad moral. Los progresistas de mi generación andan tan embebidos discutiendo sobre el sexo de los ángeles que han perdido la vocación de mayoría y el sentido de la misión. A veces hasta pierden contacto con la realidad.

El avance del populismo de derechas en el plano cultural es tan rotundo que hasta tienen ganada ya la batalla de la estética a los progresistas

Siguen sin entender lo que ha ocurrido con Ayuso, sin comprender que les ha robado la cartera, discutiendo y apropiándose de conceptos que antes eran patrimonio exclusivo de la izquierda. Y siguen, además siguen sin ver, que encima lo ha hecho con gracia y sin complejos. Molando fuerte.

El avance del populismo de derechas en el plano cultural es tan rotundo que hasta tienen ganada ya la batalla de la estética a los progresistas. El cuidado atuendo falangista 2.0 de los muchachos de Abascal, medio militar y medio rural, medio Peaky Blinders y medio 300, es también más resultón que la imagen del gobierno más progresista de Europa, con esos trajes y corbatas de Galerías Preciados.

¿Por qué ser de Vox hoy parece más moderno que ser del PSOE o de Podemos? Porque, en este presente inclemente, la izquierda ha dejado de ofrecer un futuro y el nacional populismo ofrece lo más parecido que hay al progreso: el pasado. Ser reaccionario, paradójicamente, se ha convertido en un ejercicio de modernidad porque lo que tenemos detrás parece claramente mejor que lo que nos viene por delante.

Antes era posible formar una familia, comprar una casa, tener algo de tranquilidad, poder ahorrar un poco y jubilarse dignamente. Ahora dejar la casa de los padres es una conquista, vivir en un piso compartido es lo habitual, los contratos duran lo que duran, vivimos a crédito bajo el martirio de la inflación y moriremos con pensiones más pequeñas. ¿Quién es el culpable de todo esto?

En el volumen del malestar social está el perímetro del público objetivo que trabaja el nacional populismo, sus votantes potenciales

Nadie ofrece una solución. Pero tampoco una explicación mejor que la de Vox. Van todos subrayados en la propaganda de Vox para azuzar el descontento social: "Un saqueo para pagar sus fiestas, la fiesta de las autonomías, la fiesta de los sindicatos, la fiesta de las feministas, la fiesta de los progres, la fiesta del gobierno. Sal a defenderte". En esa retahíla hay un resumen de lo que han sido estos años para muchos españoles.

No pocos expertos consideran que la invasión de Ucrania está generando un corrimiento de tierras en la opinión pública. Es posible que después de tantas crisis —económica, sistema de partidos, institucional, territorial, sanitaria, otra vez económica…— la invasión de Ucrania dé lugar, por fin, a una amplia demanda de entendimiento. La pregunta es cuántos. ¿Cuántos terminarán premiando de verdad la centralidad política?

Y… ¿Cuántos no? ¿Cuántos españoles tienen ahora mismo más miedo a la factura de la luz, o piensan que es más importante el precio del diésel que la posibilidad de que estalle una tercera guerra mundial?

En el volumen del malestar social está el perímetro del público objetivo que trabaja el nacional populismo, sus votantes potenciales. Irá a más después de que la recuperación económica se haya desvanecido. Y lo trascendente, más allá del cálculo de intenciones partidarias que tanto gusta dentro de la M-30, es que no tienen competencia enfrente.

Vox sale a la calle y saldrá fortalecido de este paso estratégico que servirá para asegurar su retaguardia y restar recursos a adversarios

Yolanda Perón quiere arrancar su vehículo en abril, pero no tiene con qué llenar el depósito. Feijóo quiere hacer como que Abascal no existe después de que el PP le haya entregado su mayor logro estratégico, la entrada en el poder. Y los sanchistas cínicos —perdón por la reiteración— siguen confiando en que el cuento de 'Pedro y el lobo' bastará para seguir en Moncloa. Están jugando con fuego.

Vox sale a la calle y saldrá fortalecido de este paso estratégico que servirá para asegurar su retaguardia, para que avance su vanguardia electoral y para restar recursos a los adversarios.

Restringe al PP al ámbito de la racionalidad política en un tiempo muy propicio a las pasiones. Y deja a la izquierda sin el monopolio de la calle y la lógica de la superioridad moral. Sin esas agarraderas inmateriales, en una situación de crisis material, será más difícil que el voto progresista se movilice. No sé a qué espera el bipartidismo para asegurar a los dos extremos que esto se acabó, que nunca gobernarán.

Vox va a más por sus propios aciertos, por los errores de todos sus adversarios y porque la situación objetiva es la que es. Esta mezcla de miedo y encabronamiento que viene acumulándose es su caldo de cultivo. Y lo están gestionando bien mientras no hay otro recipiente verosímil para el descontento. Prueba de ello son las movilizaciones de estos días, que también servirán para seguir consolidando a los de Abascal.

Vox Santiago Abascal