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Cambio de tendencia electoral (y puede que más)
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Cambio de tendencia electoral (y puede que más)

A mediados del mes que viene, estaremos en condiciones de confirmar si el cambio de tendencia se consolida y si entramos en una etapa distinta de la competición entre partidos. Las cartas se están repartiendo ahora

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe al nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Chema Moya)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe al nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Chema Moya)

Marzo ha dejado patas arriba todos los números tras unos meses de relativa estabilidad electoral. Lo veremos en las encuestas de las próximas semanas. A mediados del mes que viene estaremos en condiciones de confirmar si el cambio de tendencia se consolida y si entramos en una etapa distinta de la competición entre partidos. Las cartas se están repartiendo ahora.

El curso venía sin demasiados sobresaltos. Lo único reseñable ocurría en la derecha, donde las siglas del PP menguaban y menguaban porque la anterior dirección no supo prolongar la estela que se abrió desde la victoria de Ayuso. Mientras tanto, subía Vox. Acumulaban votos tacita a tacita. Y el PSOE oscilaba en pequeñas bajadas y subidas dentro de su zona de seguridad.

Iban las cosas así, medio tranquilas entre el griterío de la crispación patria, hasta que cambiaron las tornas por varios sitios. El comienzo de la guerra de Ucrania sacudió las prioridades de la mente colectiva. La petición de centralidad, de entendimiento entre los grandes partidos, pudo medirse con claridad. E impuso, además, una losa sobre el lanzamiento del proyecto político peronista que Yolanda Díaz quiere lanzar. Malo para los extremos. Las bombas han llevado la certidumbre del campo del deseo al plano de la demanda mayoritaria.

Los socialistas quisieron fijar entre los españoles la idea de que la subida de precios era culpa de Putin y nada más

Silbaron las balas y se disparó la inflación más todavía. Los socialistas quisieron fijar entre los españoles la idea de que la subida de precios, que veníamos sufriendo desde el otoño, era culpa de Putin y nada más. Y fracasó. Otro gobierno que tarda en reconocer la evidencia. Desde antes de Ucrania, cada previsión recortando el pronóstico anterior. Esto no va bien. La crisis se nota en los bolsillos.

Y del bolsillo a la calle hay un paso. La huelga de transportes hizo visible el profundo descontento de los transportistas, pero también de otras capas de la sociedad. El sanchismo recurrió al comodín de la extrema derecha para descalificar a los convocantes. Cometió un error incompresible que dio alas a los de Abascal. La inflación está llevando el malestar de la preocupación individual a la contestación social. Casi simultáneamente, saltaban las costuras del PP. Y Casado no fue capaz de resistir la embestida interna porque, sencillamente, no tenía crédito alguno en la sociedad.

Fue extraído sin anestesia y sin piedad, pero también con higiene y velocidad. El vacío de poder, que reunía todas las condiciones para potenciar todavía más la crecida de Vox, fue taponado con prontitud. Feijóo, que siempre quiso dar el salto a la política nacional por aclamación, ha terminado asumiendo los mandos por la unánime desesperación.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Chema Moya)

En solo un mes, la guerra ha llegado a Europa, la inflación se ha disparado en España con más fuerza que en el resto del continente y el principal partido de la oposición ha cambiado de líder. Cuando el cambio afecta a cuestiones tan importantes, lo natural es que también cambie la opinión pública. Las encuestas de estos días traen gráficos que parecen de sismógrafo y es normal. El cuerpo social necesita sus tiempos para digerir las transformaciones que se dan en la realidad. Es pronto para saber la trayectoria exacta que los números seguirán.

Por el momento, sí que sabemos que al Partido Popular le está sentando bien el cambio. Viven los de Génova lo que Andrés Medina califica de "momento inaugural". Un subidón de ilusión estadística que no es el espejo de cambios consolidados en las decisiones de voto, pero sí el reflejo completo de las expectativas que han brotado de golpe. Veremos si la cosa cuaja y abre brecha o si el relevo de liderazgo termina sirviendo únicamente para amortiguar la caída. Lo cierto es que la tendencia ya se ha roto.

¿Puede haber un cambio de etapa en la competición política? Parece claro que hemos cambiado de tiempo. Estamos en otra etapa con la ley de la gravedad desplazada hacia la economía. Y cabe adelantar que seguiremos así durante todo 2022. La inflación que sufrimos no es coyuntural, ni siquiera se aliviaría sustancialmente antes del verano si la guerra de Ucrania terminase mañana. Va para largo. Estamos ante un fenómeno estructural.

Pocos hacia la izquierda, más hacia el nuevo PP y todavía más hacia la abstención

Y, por serlo, porque tarde o temprano habrá que tomar medidas, aumentarán las tensiones dentro de la coalición de gobierno y todavía más en la mayoría parlamentaria. Unas tensiones que no se podrán resolver porque ahora todos comparten el mismo temor a un adelanto electoral. La calle puede marcar el punto de ruptura. En esta etapa, que todavía no ha terminado de abrirse, resulta más probable que la derecha siga sumando en las encuestas más escaños de los necesarios para alcanzar la mayoría absoluta.

Si no se producen nuevos terremotos, veremos a Sánchez sin la posibilidad de llevar a cabo sumas que le permitan renovar en Moncloa durante meses, quizá hasta el final de la legislatura. También puede haber más opciones, bastantes más, de que veamos al electorado socialista desmotivándose, desmovilizándose y reduciéndose. Pocos hacia la izquierda, más hacia el nuevo PP y todavía más hacia la abstención.

Dentro de la derecha puede producirse un reparto de papeles. Abascal se encargará de exprimir el malestar social. A fin de cuentas, esa es la función parasitaria que caracteriza a todos los populismos. Feijóo tirará del atributo de marca de la gestión y pondrá una propuesta sobre la mesa con cada palo que le dará a Sánchez. Ofrecerá certidumbre. Nos vamos a hartar de ver al dirigente gallego con gesto de preocupación, haciendo números que pueden comprenderse en todas las casas y machacando con la reducción de gasto superfluo y la bajada de impuestos a las familias.

El mencionado reparto de papeles en la derecha podría ponerle techo a Vox. Fijar el tope que todavía no hemos visto

El mencionado reparto de papeles en la derecha podría ponerle techo a Vox. Fijar el tope que todavía no hemos visto. La gran incógnita está en ese punto. Nuestra intuición apunta a que una distancia suficientemente favorable para el PP puede bastar para tirar de la llamada al voto útil en tiempos de campaña electoral, cuando de verdad están en juego las lentejas.

Pero nuestra experiencia nos dice que Vox es el mejor competidor electoral del país en este momento y que las condiciones ambientales actuales son más que propicias para sus intereses. En cualquier caso la suma entre verdes y azules ya está fuera del debate, lo que se dirime ahora es el equilibrio de fuerzas en los distintos gobiernos que se conformarán. Por ahí debe andar el cálculo del presidente de Andalucía, donde el adelanto electoral gana en verosimilitud día a día. La tendencia ha cambiado. Y la competición puede confirmarse distinta a todo lo esperado. No tardaremos en saberlo.

Marzo ha dejado patas arriba todos los números tras unos meses de relativa estabilidad electoral. Lo veremos en las encuestas de las próximas semanas. A mediados del mes que viene estaremos en condiciones de confirmar si el cambio de tendencia se consolida y si entramos en una etapa distinta de la competición entre partidos. Las cartas se están repartiendo ahora.

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