Crónicas desde el frente viral
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Deprisa, deprisa: así se está reseteando la política española
En muy pocas semanas, el nuevo líder de los populares ha mandado al desguace la herencia completa de su predecesor. No queda nada de lo que había con Casado
'Recesión' y 'Feijóo'. Esas son las dos palabras más repetidas en los despachos del 'establishment' patrio. La primera se considera cada vez más probable, incluso inevitable aunque no inminente. Veremos. Lo que ya está aquí es el cambio en la dinámica política. Las reglas son cada vez más otras. Las cosas están cambiando rápidamente.
En muy pocas semanas, el nuevo líder de los populares ha mandado al desguace la herencia completa de su predecesor. No queda nada de lo que había con Casado. El bloqueo político sigue siendo un problema para España, pero el PP está dejando de ser un partido problemático.
No ha renunciado a la oposición. Ha parado de gritar, de hacer aspavientos y de salir a responder con el ceño fruncido a todas horas. Simplemente, ha optado por no ser uno de los polos que necesita la polarización.
La relación con el Gobierno ha dado la vuelta como un calcetín. La interlocución se ha restablecido en cuestión de días, con un tono formalmente correcto. Da la impresión de que la puerta para el diálogo discreto está ahora abierta, haciendo viable pero no televisable la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Y parece que aquello de convertir las ayudas europeas en arma política ha pasado a mejor vida.
El nuevo PP ha empezado a desembarazarse de Vox. No solo en el discurso
También ha variado la relación con el PSOE: la oferta de que gobierne la lista más votada está sobre la mesa. No hay muchos motivos para creer que pueda salir adelante. Pero sí hay infinitas razones para sostener que es lo mejor para España. Y tiene que haber más de un líder territorial socialista que ande loco por la música.
Además, y con bastante ligereza, el nuevo PP ha empezado a desembarazarse de Vox. No solo en el discurso. La ausencia de Feijóo en la investidura de Mañueco apunta menos al miedo que al deseo. Y resulta evidente que los de Abascal han perdido el paso de un baile que, dentro del público conservador, gira cada vez menos en torno a ellos.
Simultáneamente, ha tendido puentes con los agentes sociales. La línea de conexión con la patronal ha quedado restablecida tras un incomprensible periodo de abandono. Y el contacto con las fuerzas sindicales ha sido reactivado. Lo interesante es que también estos movimientos se han llevado a cabo sin descuidar la política de imagen, pero cuidando la política de fondo. Feijóo ha ido a cada reunión con los papeles llenos de números bajo el brazo.
Si algo ha quedado claro en estas semanas, es que la economía protagonizará toda la estrategia del nuevo PP tanto en la oposición como en las competiciones electorales que estén por venir. Es su mayor atributo de marca.
El deterioro de la relación entre Iglesias y Díaz ha pasado del rumor al primer plano
Y atención porque las medidas que los populares están desgranando no buscan solo el respaldo de las clases medias, como ocurría con Aznar o con Rajoy. Ojo porque también están orientadas a sectores que afrontan más dificultades y ahí puede rascarse mucho voto del PSOE y puede taponarse bastante la crecida de Vox.
Pero sigamos. Continuemos porque, según se acumulan las encuestas que niegan la posibilidad de suma de la izquierda, se están tensando también las relaciones entre los socios de Sánchez.
De momento, el PNV se ha mostrado abierto a un posible entendimiento con el PP: "Arrimarán el hombro" si se alejan de Vox. Palabras inimaginables hace apenas un mes.
A su vez, el deterioro de la relación entre Pablo Iglesias y Yolanda Díaz ha pasado del rumor al primer plano, repitiéndose uno de los errores más frecuentes en la historia política: el efecto Pigmalión nunca tiene un final feliz. No hay hombre o mujer de paja que no termine prendiendo fuego a quien le designó.
No es casual que Arnaldo y Pablo compartan términos como el de "estado profundo"
Las hostilidades entre los Echeniques, los Belarras y compañía con su lideresa son abiertas. Y su socio de gobierno, Sánchez, no ha tardado en hacer todo lo posible por aliviarlas al dar por directamente amortizado a Podemos, que es el partido con el que casualmente gobierna.
Para agravar la situación, cuando los trabajadores públicos amagan con protestar porque el sudor de su trabajo se desligará del precio del pan que no para de subir, salta lo de Pegasus. El asunto no debería llegar demasiado lejos, pero sí plantea tirones adicionales en las extremidades del Frankenstein.
Sucede que la zona nacionalista tiene ahora una oportunidad de retomar protagonismo y también la dificultad sempiterna de su división.
Por un lado, va el triángulo entre Otegui, Junqueras e Iglesias. Estos no tienen ninguna intención de que el chiringuito de la mayoría se venga abajo, pero sí tienen el objetivo de deslegitimar el Estado porque tienen la mente puesta en las consultas de autodeterminación.
No es casual que Arnaldo y Pablo compartan términos como el de "estado profundo", las palabras en política son muchas veces el espejo de la estrategia, sobre todo cuando nos encontramos ante personajes con tendencia al exhibicionismo.
Feijóo ha puesto en marcha un modelo de oposición bien orientado estratégicamente y centrado en la economía
En cualquier caso, puede darse por bastante probable que este trío soplará y soplará, pero no derrumbará la casa de Moncloa porque la necesitan con Sánchez dentro. Habrá ruido y grandes declaraciones, dramatismos y tal, pero nada definitivo. Mi apuesta es que se comerán con patatas lo de haber sido espiados. Y eso que la “dignidad” no se les cae de la boca, también se la tragarán delante de su electorado.
Sucede que por ahí circula el neutrón suelto de los de Puigdemont y entonces la cosa se complica. Son los que no quieren poner paños calientes, sino sacar el hacha porque lo suyo es competir con ERC por el predominio del nacionalismo catalán. Y su victoria, su venganza, pasa por denunciar a Aragonès por blando y por entregado. Por 'botifler'. Por eso están tratando de poner dinamita a la cosa.
Así que hagamos cuentas de lo que está pasando desde hace unas pocas semanas: las encuestas han dado una vuelta de campana; Feijóo ha puesto en marcha un modelo de oposición bien orientado estratégicamente y centrado en la economía; Vox ha perdido la ola; el PNV ha guiñado un ojo; Yolanda está plantando cara a los suyos; Sánchez ha dado a Podemos por liquidado; el trío de Iglesias, Otegui y Junqueras se encuentra ante un problema con mala solución, y los de Puigdemont se han pintado la cara con colores de guerra…
Lo dicho. La política española se está reseteando. Deprisa, deprisa.
'Recesión' y 'Feijóo'. Esas son las dos palabras más repetidas en los despachos del 'establishment' patrio. La primera se considera cada vez más probable, incluso inevitable aunque no inminente. Veremos. Lo que ya está aquí es el cambio en la dinámica política. Las reglas son cada vez más otras. Las cosas están cambiando rápidamente.