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El Madrid corona la mayor gesta deportiva de todos los tiempos
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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El Madrid corona la mayor gesta deportiva de todos los tiempos

Ahora lo celebramos, celebramos la buena estrella de Vinícius, ganada a pulso con esa entereza impropia de un chaval, propia de un elegido

Foto: Rodrygo sosteniendo la Champions. (EFE/Mohamed Badra)
Rodrygo sosteniendo la Champions. (EFE/Mohamed Badra)
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Las doce pruebas de Hércules fueron un partidito de verano al lado de lo que el Madrid ha logrado este año. Puede que me esté quedando corto, a fin de cuentas estamos hablando de la mejor temporada en la historia de la primera institución deportiva mundial. La más brillante por el resultado y por las dificultades, también por la belleza de este monumento inesperado a la ética del trabajo y a la fortaleza espiritual.

Pensábamos que sería un curso de transición, fuimos ilusos. El madridismo no esperaba demasiadas celebraciones cuando todo esto comenzó. Firmábamos la Liga. Nos veíamos en reconstrucción, como el nuevo Bernabéu que ha querido despedirse antes de renacer, que ha decidido pesar en la historia con el triple rugido devastador que solo puede forjarse en las leyendas.

La final fue coronada a base de colmillo, jugando en la primera parte como un equipo italiano y aplicando en la segunda jerarquía y sufrimiento a partes iguales. Carácter frente a un equipo grande, sobrado de empuje pero falto de ideas, sobre todo en el tramo final. Acusaron el destello blanco —la imperial cabalgada de Valverde— como quien recibe una puñalada que parte en dos la confianza y el corazón.

Foto: Vinicius celebra el gol de la final al Liverpool. (EFE/Friedmann Vogel)

Ahora lo celebramos, celebramos la buena estrella de Vinícius, ganada a pulso con esa entereza impropia de un chaval, propia de un elegido. Celebramos para siempre la sonrisa que iluminó a la ciudad de las luces. Pero nos antes conformábamos. Esa es la verdad con la que hoy podemos medir la dimensión de un éxito.

Nos gustaba Ancelotti, siempre fue así, aunque esta vez había dudas por si volvía demasiado de vuelta. Nos gustaban muchos de nuestros jugadores, aunque algún imprudente desconfiase de Vinícius, aunque algún insensato dudase de Benzema. Pensábamos que nos faltaba algo más. Una gran estrella, alguien tan deslumbrante como Cristiano Ronaldo pero de la siguiente hornada.

El caso es que poco a poco nos fuimos acostumbrando a ganar. Al principio sin brillo, sufriendo porque nos faltaba resuello y sobraban los desajustes, fue cuando anduvimos sostenidos por el portero. Más tarde cayeron los marcadores con más brío y más brillo, como ocurrió durante diciembre y enero. Aquellos meses fueron los que nos trajeron el fútbol más estético de la temporada.

La liga parecía cercana en invierno, pero seguíamos sin ver factible la Copa de Europa, que es para lo que vive el madridismo, el terreno natural de nuestra vocación de excelencia. La clasificación de la fase de grupos nos había dejado sin demasiados agarres para el optimismo. Hubo uno, eso sí, que resultó premonitorio. Aquel gol de Rodrygo frente al Inter, cerca del final, puede ser visto ahora como el relámpago que anuncia el trueno.

¿Qué hombre puede sostenerle la mirada a sus peores pesadillas cuando desenvainan el hacha en el tiempo de descuento? ¿Quién?

Lo que ocurrió a continuación admite muchas lecturas. La trilogía de triunfos frente al fútbol que está manchándose con petróleo nos pone el relato botando. Las leyes de la naturaleza se imponen. El Real Madrid es el poder natural, predestinado.

La sucesión de derrotas inexplicables de tres estilos tan distintos y tan ofensivos como los de Pochetino, Tuchel y Guardiola; permite hacer añicos todo lo escrito por los adoradores de las pizarritas. Nadie puede explicar lo que ha ocurrido porque este es juego que no se puede intelectualizar, porque la música del azar aquí responde más que, en ningún otro deporte, a la fuerza mental. Va conjugada además en primera persona del plural. Hasta el final vamos Real. ¿Cuál es el nosotros del Madrid? Héroes que fueron niños jugando al balón. Todos nosotros, el Olimpo entero.

La mística enloquecida de las remontadas abre las puertas a explicaciones más cercanas a lo paranormal que a lo racional. Nos sitúa en la mitología, cabalgando sobre las olas de maldiciones coléricas que han abrasado a los rivales y hecho posible esta victoria. La ira divina. El antiguo testamento sobre el terreno de juego.

¿Qué hombre puede sostenerle la mirada a sus peores pesadillas cuando desenvainan el hacha en el tiempo de descuento? ¿Quién?

Su legado está también ya escrito, grabado a fuego, en la generación de jugadores jóvenes que también nos han traído hasta el éxtasis

Se mire por donde se mire, más allá del derecho y la necesidad que tiene cada uno de nosotros de ponerle una historia a este logro histórico, lo cierto es que nada de lo que hemos visto podría haberse alcanzado sin trabajo, sin ambición y sin humildad.

Modric es el ejemplo más emocionante de lo que verdaderamente construye y mantiene el espíritu de un campeón. Cuando tienes alguien así a tu lado, el sentido de la obligación con el conjunto desaparece como ha ocurrido con unos pocos o se te dispara como ha pasado con todos los demás.

Ninguno de nosotros quiere verle irse. Su despedida nos emocionará más y quedará más grabada en el madridismo que lo aportado por muchas de las grandes estrellas que nos han convertido en lo que somos.

Veteranos y noveles. Su legado está también ya escrito, grabado a fuego, en la generación de jugadores jóvenes que también nos han traído hasta el éxtasis.

Vinícius, Rodrygo, Valverde y Camavinga salen de esta gesta con un tatuaje bajo la piel. Ya puede decirse que son los portadores del fuego blanco. Y, además, lo saben.

El Real Madrid seguirá siendo lo más fiable que ofrezca la vida a quienes no deseamos renunciar a la felicidad

El Madrid, nuestro Madrid que siempre ha sido un equipo comprador, a veces bien gestionado económicamente, ha vuelto a demostrar y sobre todo a demostrarse, después de todos estos años, que lo más valioso de la competición es justamente lo que no puede comprarse.

Esa lección, que fue la que nos permitió resurgir después de la guerra civil, fue la que nos llevó a mandar bajo la autoridad moral de Di Stéfano, la que nos llenó el alma a rebosar con la séptima, que nos hizo saltar en Lisboa con Sergio Ramos, es lo que ahora nos hace campeonar.

Y está bien que sea así. Volvimos cuando solo ganaban a esto los alemanes. Regresamos cuando todo lo dominaban los italianos. Y seguimos levantando trofeos mientras las dictaduras financian a los equipos ingleses o al PSG.

No ganaremos siempre. Pero lo haremos muchas veces más. El Real Madrid seguirá siendo lo más fiable que ofrezca la vida a quienes no deseamos renunciar a la felicidad.

Pertenecer al Real Madrid es formar parte del tesoro. Así que a brillar, a celebrarlo hasta que llegue la próxima. Será pronto

Cada uno de nosotros seguirá teniendo sus inconfesables supersticiones. Pero siempre habrá un portero como Courtois que no dejará de ser más fuerte que el azar.

Seguiremos notando el miedo antes de las finales deportivas y personales. Pero tendremos tipos como Carvajal, Nacho, Militao, Álaba o Mendy recordándonos lo importante que es saber sufrir sin desesperarse, sin perder la atención. Anticipándose.

Notaremos el cansancio hasta en lo que mejor se nos da. Pero el talento preciso que emiten en Kross y Casemiro, se nos renovará con la ambición de Valverde o de Camavinga, con la constancia y el carácter de Lucas Vázquez.

Sentiremos que se abre un resquicio a la oportunidad largamente deseada. Pensaremos que no debemos dejarla escapar, que no podemos ni pestañear. Y recordamos, siempre recordaremos que hasta el final vamos, Real, porque el tiempo es lo que tú quieras que sea, que se puede acelerar como hace Vinícius, que se puede suspender como pasa con Rodrygo y que se puede ralentizar hasta llevarlo por debajo de las pulsaciones, como solo sabe domarlo Benzema.

Madridistas, hemos poseído 14 Copas de Europa, una detrás de otra. Vinícius ha coronado la mayor gesta deportiva que se ha visto en la historia del deporte. 14 y nos parecen pocas. Ya queremos la 15. Pertenecer al Real Madrid es todo esto. Es formar parte del tesoro. Así que a brillar, a celebrarlo hasta que llegue la próxima. Será pronto.

Las doce pruebas de Hércules fueron un partidito de verano al lado de lo que el Madrid ha logrado este año. Puede que me esté quedando corto, a fin de cuentas estamos hablando de la mejor temporada en la historia de la primera institución deportiva mundial. La más brillante por el resultado y por las dificultades, también por la belleza de este monumento inesperado a la ética del trabajo y a la fortaleza espiritual.

Vinicius Junior Real Madrid
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