Crónicas desde el frente viral
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Vox puede estar pinchando y no solo por Olona
En Andalucía no se dan las condiciones necesarias para que Vox aplique la misma plantilla de campaña que ha venido utilizando siempre
Por primera vez, veo sufrir a Vox en una competición electoral. Ha hecho falta un ciclo completo para que encadenen el error de cálculo con la equivocación en el planteamiento de campaña y con la ejecución táctica y de comunicación. Lo estaban pasando mal ya antes del debate, pero ahora están en problemas mayores.
Las encuestas coincidían justo antes del encuentro televisado: la campaña no venía generando grandes movimientos, lo de Moreno Bonilla seguía pintando más a Ayuso que a Mañueco.
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Ese paisaje, que con el pasar de los días viene ganando en definición, contrasta con el resultado de las pasadas elecciones generales en Andalucía: en aquella ocasión, los de Abascal se quedaron más que cerca de superar a los de Casado. ¿Cuánto faltó?
Solo 7.000 votos de diferencia. La cifra es tan espectacular como peligrosa a la hora de calibrar las expectativas realistas de Vox en este 19-J. El objetivo razonable, siendo de claro crecimiento, está muy por debajo de ese techo.
Primero, porque la travesía del desierto de los populares parece haber concluido con la llegada de Feijóo —nadie considera ya verosímil la posibilidad de que haya 'voxpasso'—.
Segundo, porque los andaluces tienen la curiosa costumbre de votar en sus elecciones autonómicas pensando en Andalucía.
Y tercero, porque conviene recordar que en Andalucía gobierna el Partido Popular después de 40 años de hegemonía socialista, con cifras de valoración verdaderamente positivas y transversales para Moreno Bonilla.
Cabe, por lo tanto, concluir que alguien en el cuartel general de Vox confundió la realidad con el deseo al apuntar una meta que siempre han tenido fuera de su alcance.
Un análisis pausado habría impedido ese error y el que vino después, cuando llegó la hora del planteamiento estratégico. En Andalucía no se dan las condiciones necesarias para que Vox aplique la misma plantilla de campaña que ha venido utilizando siempre, pero han mantenido la misma hoja de ruta.
Esta vez, no hay pulsión de cambio, el sanchismo no es el enemigo a batir y el malestar —sustento de los populismos— no se parece en nada al de hace cuatro años. Resulta que venimos de una pandemia, que ha estallado una guerra aquí al lado, que la inflación anda disparada y que los tambores de la recesión suenan cada vez más cercanos.
Plantear una campaña como si nada de esto estuviese pasando es un ejercicio de 'marcianismo' impropio de un equipo profesional que ya ha cosechado bastantes éxitos.
Las circunstancias lo han cambiado todo en todos sitios. Y aquí al lado hay una experiencia muy reciente de adaptación inteligente a la realidad que ha funcionado.
Los tremendos resultados de la extrema derecha francesa se entienden al comprender cómo el equipo de Le Pen fue capaz de colocar todo lo identitario —el odio— por detrás del vértigo económico diario —el miedo—.
Sin embargo, los de Vox han preferido hacer lo mismo que hace cuatro años, la misma campaña casi calcada. Resulta increíble, pero cierto, que Olona dedicase más tiempo en el debate a hablar de la caza que de lo que cuesta el litro de diésel.
En cualquier campaña, un serio error de planteamiento debilita el relato hasta el punto de restarle magnetismo para el público. Y cuando eso pasa se resiente la capacidad de movilización. Los actos públicos de Vox, siendo todavía los más amplios, no transmiten el arrope popular de antes. Hay menos gente, la capacidad de arrastre está disminuyendo.
Y eso dificulta el desarrollo de la dinámica euforizante que siempre define a este partido. No se les ve ir de menos a más, la ola de desbordamientos que hemos visto una vez tras otra. Es un síntoma que se puede gestionar porque es de carácter operativo.
Ahora bien, lo que sí resulta estructural es la designación de la candidatura, que siempre debe responder al planteamiento estratégico con la mayor fidelidad posible.
Olona es una candidata con un potencial enorme, habría sido muy competitiva en la Andalucía de hace cuatro años, pero tiene menor tracción de voto en la Andalucía de 2022.
¿Por qué? Primero, porque ella huele a dinero y no puede evitarlo. Y nadie de Vox está teniendo la sensibilidad de matizarlo adecuadamente mientras su electorado potencial se siente cada día más golpeado por la inflación y la incertidumbre económica. ¿A quién se le ocurre ir al campo como quien va a un restaurante de la Quinta Avenida? ¿Cómo es posible que nadie parase en seco este vídeo?
¿Me acompañáis a la #CostaTropical de #Granada? Bienvenidos al Paraíso. Pero un infierno para nuestros agricultores. #CambioReal pic.twitter.com/nGpKvMheMu
— Macarena Olona (@Macarena_Olona) June 7, 2022
Y segundo, porque, quiérase o no, es un producto trasplantado. Olona tiene magnetismo natural, se come la cámara, domina el registro de la fusta tanto como el del humor —desaprovechado—, puede emitir cercanía sin esforzarse, es inteligente, desacomplejada… En definitiva, lo tiene casi todo. Pero no es andaluza. Y cuanto más insiste en afirmarlo, menos lo parece.
Tiene su importancia lo de ser autóctona. Andalucía es un microclima social y político con alma propia que hay que saber apreciar. Es, probablemente, la parte de España más parecida al resto del país y a la vez más distinta. Y la candidata de Vox no termina de encajar de manera natural.
Y no es tanto culpa suya —de la actriz— como de los guionistas de la campaña, ellos son los que menos entienden Andalucía. La redacción del primer debate de Olona se hizo seguramente en Madrid, pero podría haberla hecho un noruego de pura cepa. A nadie que haya puesto un pie en esa comunidad en los últimos cuatro años se le ocurre la 'ideaca' de atacar más a Moreno Bonilla y mimar a Espadas.
Cada competición electoral es un desempeño coral. Y la responsabilidad profesional del pinchazo de Olona que vimos el lunes se concentra en el equipo que ha diseñado la campaña y ha preparado el debate.
Ese equipo tiene ante sí encendidas las luces rojas de alarma. Y se encuentra ahora mismo ante la paradoja de tener que solucionar el problema que ha provocado.
Parar y pensar, pisar la pelota y replantearlo todo, es un acierto. Que se note que lo están haciendo, que vacíen de golpe la agenda de la candidata y emitan públicamente esa señal de debilidad es un error grosero que dificulta el cambio de dinámica.
Veremos si logran recomponerlo, todavía tiempo tienen por delante, eso es cierto. También es verdad que para decepcionar menos tienen que atreverse más. Para eso tendrán que adentrarse en terreno desconocido. No hay más remedio.
Por primera vez, veo sufrir a Vox en una competición electoral. Ha hecho falta un ciclo completo para que encadenen el error de cálculo con la equivocación en el planteamiento de campaña y con la ejecución táctica y de comunicación. Lo estaban pasando mal ya antes del debate, pero ahora están en problemas mayores.
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