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Macarena Olona se va y acentúa la crisis de Vox
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Macarena Olona se va y acentúa la crisis de Vox

Hay 11 millones de españoles dispuestos a votar opciones que van desde el centro a la extrema derecha. Ese es el volumen del público potencial que no simpatiza con la izquierda y que, detesta a Sánchez hasta lo más hondo de su ser

Foto: La exportavoz del grupo parlamentario de Vox en Andalucia, Macarena Olona. (EFE)
La exportavoz del grupo parlamentario de Vox en Andalucia, Macarena Olona. (EFE)
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Desde hace meses, viene produciéndose en todo ese territorio electoral un corrimiento de tierras que bien podría ser definitivo y que, al menos por el momento, está sometiendo a Vox a una crisis que ya no es de crecimiento y que puede ser de decadencia.

La transformación que vienen reflejando las encuestas no responde tanto a cuestiones ideológicas, o a las tensiones provocadas por las guerras culturales, como a una serie de factores entre los que sobresale el sentido práctico.

Foto: Macarena Olona y Juanma Moreno se saludan tras la investidura del presidente de la Junta (EFE / Julio Muñoz)

El programa político de la derecha española se reduce a un solo punto: echar a Sánchez. Esa es la demanda. Todas las subidas y bajadas que han venido produciéndose en el respaldo a Vox, PP o Cs a lo largo de estos años pueden explicarse desde esa lógica. Una dinámica que se ha puesto patas arriba tras el cambio de liderazgo en la calle Génova.

Datos del CIS. Votantes de Vox.
Marzo. Última valoración de Pablo Casado: 3,38
Julio. Última valoración de Feijóo 5,85.

Como esos 11 millones de votantes lleguen a la conclusión de que Feijóo es la opción más potente para llevarse al otro por delante, casi puede darse por descontado que se irán con él. En realidad, puede decirse que volverán a casa porque en este sector 9 de cada 10 electores liberales o conservadores mayores de 30 años han votado alguna vez al Partido Popular.

placeholder El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Rodrigo Jiménez)
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Por lo tanto, puede afirmarse que el cambio de liderazgo en el PP es la causa determinante de la crisis de Vox. Y no creo que resulte del todo simplista apuntar que lo único que tiene que hacer Feijóo es consolidarse como alternativa verosímil a Sánchez sin precipitarse. Los votos retornarán por inercia. Ni siquiera necesita hacer llamadas explícitas a quienes vienen sintiendo simpatía por los de Abascal. La operación es más sencilla. Quitarle votos al PSOE es la mejor manera de quitarle votos a Vox, ese es el secreto del "efecto Feijóo".

Datos CIS. Julio.
Votantes del PP que se pasan a Vox: 297.000
Votantes de Vox que se pasan al PP: 1.060.000

¿Significa esto que el PP puede llegar a reunir de nuevo a los 11 millones de electores? No es el escenario más verosímil. Pero sí que parece razonable que llegue hasta los 8. Y ocho millones de votos te ponen en la zona de los 150 escaños. Vox podrá alcanzar esos 3 millones de sufragios que señalamos si fuese capaz de comprender pronto la causa dominante que explica su declive de los últimos meses: algo profundo ha cambiado en el sentir del país durante este año 2022. Y ese cambio anímico está transformando las condiciones ambientales de nuestra vida pública entera.

Foto: Jacobo González-Robatto en el Senado. (EFE/Zipi)

Abascal y Sánchez no terminan de entender que el odio ha dejado de ser la emoción dominante. Lo fue durante una década porque el malestar activó la confrontación y la impugnación. Ese magma encendió a los nacionalistas y a los populistas. Pero la guerra llegó y con ella se multiplicó la inflación cebada durante toda la pandemia. Unos pocos meses han bastado para que el odio haya sido sustituido por el miedo.

Este nuevo escenario marcado por el temor generalizado, favorece a Feijóo como emisor de certidumbre y garante de gestión, pero sobre todo disminuye la reverberación emocional del discurso de Vox. En las circunstancias actuales, la demanda de racionalidad y moderación prima sobre el deseo irracional y la pulsión del enfrentamiento.

Es una tendencia que no parece reversible a medio plazo. Y que plantea a los de Abascal un dilema estratégico: seguir funcionando como un partido nacionalpopulista convencional —esencialmente identitario— o reformularse de arriba abajo, como hizo Le Pen en las pasadas presidenciales francesas. Esto es, cambiar de piel para captar voto en las capas populares más golpeadas por la situación actual —por la inflación, por la disminución de la capacidad de compra—.

La causa desencadenante de la crisis actual de Vox está en su desempeño electoral andaluz

Tuvieron la primera oportunidad de adaptarse al nuevo paisaje social hace muy poco tiempo, en Andalucía. Pudieron optar por el carrito de la compra y prefirieron el fusil de caza. Y se equivocaron gravemente. La causa desencadenante de la crisis de actual de Vox está en su desempeño electoral andaluz. No solo cometieron el error estratégico apuntado, también se equivocaron al designar la candidata y encima —cosa impensable hace unos pocos meses— empezaron a comunicar mal. Pero mal de verdad, desde fuera de la realidad.

Pocas semanas después de aquel descalabro, parece que los de Abascal han dejado de interesar. ¿Dónde están? Para la sociedad y también para el resto de los actores políticos han perdido importancia, relevancia política. No creo que muchos votantes, por no decir los propios cuadros del partido vóxico, piensen que su formación es hoy la opción alfa de la derecha española.

Los partidos históricos tienen espinazo y eso les permite afrontar, sin troncharse, los episodios más propicios para el desánimo. Las organizaciones menos cuajadas sufren mucho más frente a la dificultad, acusan mucho más los reveses. Y este último viernes de julio ha dejado a Vox con una baja que seguramente acentuará la crisis que venimos analizando. Es un golpe emocional que podría provocar alguna confusión, alguna desorientación que convendría despejar.

Más allá de lo que piense cada uno, lo cierto es que Olona se marcha dejando pruebas suficientes de que es una muy buena competidora

¿Hasta qué punto es Macarena Olona responsable de la crisis de envejecimiento acelerado que están sufriendo las siglas que ha representado? Hasta ninguno. Su labor es la consecuencia y no la causa del declinar. Más allá de lo que piense cada uno, lo cierto es que Olona se marcha dejando pruebas suficientes de que es una muy buena competidora. Ha destacado, sin duda, entre lo más valioso que tenía su partido. Y va a dejar un espacio difícil de ocupar.

No se le puede culpar de que la destinasen a una competición que no era la suya, probablemente habría funcionado mejor en la comunidad valenciana dentro de unos meses. Tampoco sería justo que ella cargase con la responsabilidad del mal planteamiento y la mala ejecución de la campaña electoral. Ella se va por lo que se va. Lo correcto es desearle lo mejor como a Lastra y a Delgado, como a cualquiera en sus circunstancias. Lo que queda es una crisis de caballo. Un partido que no puede permitirse el lujo en este mes de agosto de dejar de pensar. Les espera septiembre. Eso va a ser duro para ellos y para todos.

Desde hace meses, viene produciéndose en todo ese territorio electoral un corrimiento de tierras que bien podría ser definitivo y que, al menos por el momento, está sometiendo a Vox a una crisis que ya no es de crecimiento y que puede ser de decadencia.

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