Crónicas desde el frente viral
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El Reino Unido ante su gran apagón
El auge del nacionalismo, la polarización, la xenofobia, la irracionalidad mezclada con tecnología, el libertarismo y la desnutrición completa del Estado explican los acontecimientos en Gran Bretaña
Soy anglófilo. Por eso lamento las tres causas de este caos: la desnaturalización de laboristas y conservadores, las consecuencias de la decisión del Brexit que podían haberse evitado y el impacto final de esta crisis energética combinada con la inflación. Y por eso, desde la tristeza, trato de buscar algunas pilas para alumbrar una salida según se acerca el gran apagón de las islas.
Vamos al grano con los motivos, siguiendo el viejo esquema marxista —determinante, dominante, desencadenante— que tanto sirve para analizar. El marxismo, ya se sabe, tan útil para el diagnóstico y tan peligroso para el tratamiento…
Uno. La causa determinante: la crisis en el sistema de partidos británico que siempre fue bastante bipartidista. Es obvio que los conservadores han entrado en una espiral suicida, todo el mundo lo señala. Pero se habla menos de la otra mitad de la luna, del proceso autodestructivo anterior, del momento en el que los laboristas renunciaron a su vocación mayoritaria, invalidando a su partido como alternativa verosímil de poder.
Gordon Brown fue el último gran Premier del Reino Unido. El escocés siempre fue la pesadilla de los asesores de imagen. Pero es un tipo brillante que hizo frente a la crisis de 2008 dentro y fuera de su país con un discurso y una política, con una visión global, enteramente contraria al austericidio. Como ocurrió con casi todos los gobiernos de aquellos años, fue rechazo por las urnas en 2010.
Le sucedió Ed Miliband, el último gran líder de los laboristas, con un ideario socialdemócrata renovado que ya entonces apostaba por la transición energética y la mayor regulación a la banca y las empresas energéticas. Perdió en las elecciones generales de 2015 y cometió el error de renunciar, de olvidar que su proyecto era de largo plazo.
A continuación, los militantes eligieron a Corbyn. Fue entonces cuando el Partido Laborista cambió de piel. Perdió su europeísmo, se alejó no solo de la tercera vía, sino también de la socialdemocracia y adoptó el funcionamiento, la retórica y las demandas del populismo con tinte progresista.
"El Partido Laborista cambió de piel. Perdió su europeísmo, se alejó no solo de la tercera vía, sino también de la socialdemocracia"
Hago este brevísimo repaso de lo ocurrido en el Partido Laborista para subrayar que la responsabilidad de la crisis actual que sufre el Reino Unido no recae únicamente en el Partido Conservador. El primer culpable es David Cameron, pero el segundo es Jeremy Corbyn.
Dos. La causa dominante: el Brexit. Cameron priorizó la democracia plebiscitaria —referéndums en Escocia y sobre la permanencia en la UE— sobre la democracia representativa. Y el juego de la ruleta terminó desastrosamente mal. El cambio de lógica, inconcebible en un partido sistémico, terminó generando la mutación de los Tories.
El trumpismo, el populismo con tinte de derechas, es un producto político anglosajón. No nació en Estados Unidos. Se sembró, cultivó y cosechó cuando el Brexit y transformó al Partido Conservador británico antes de hacerlo con el Republicano estadounidense.
"El trumpismo, el populismo con tinte de derechas, es un producto político anglosajón. No nació en Estados Unidos"
El auge del nacionalismo, la polarización, la xenofobia, la irracionalidad mezclada con tecnología, el libertarismo y la desnutrición completa del Estado, explican el daño a la democracia norteamericana y la evolución de los acontecimientos en Gran Bretaña. La caída de Theresa May, la llegada de Boris Johnson y la explosión que ha propiciado Elizabeth Truss.
La gestión de la pandemia en ambas orillas del Atlántico es un calco, el aumento de las diferencias sociales es comparable, lo mismo puede decirse de la degradación del mensaje político y de la vida pública en general. La diferencia está en que Estados Unidos tiene recursos para mantener una apariencia suficiente de soberanía y los británicos… no.
Es una paradoja terrible esto de que los nacionalistas, sobre todo ingleses, sobre todo hombres y sobre todo mayores, sean precisamente quienes hayan dejado a sus islas más aisladas y mucho más expuestas a la incertidumbre global.
Y, a su vez, que ellos mismos hayan cebado una crisis territorial que difícilmente podrá solventarse sin divorcio. Estando como están las cosas, nadie sensato se atrevería a apostar a que el Reino Unido llegará unido al próximo siglo. Por este camino, no sería extraño que Escocia, Gales o Irlanda terminen desgajándose.
Tres. La causa desencadenante: la guerra de Ucrania como acelerador de los acontecimientos. La crisis de energía en un país de infraestructuras públicas abandonadas. La luz, la oscuridad, el riesgo cierto de que puedan producirse apagones largos y frecuentes durante los próximos meses. El impacto severo de la inflación sobre el poder de compra de unas clases medias cada vez más empobrecidas y menos asistidas…
Y para hacer frente a todo eso, no un gobierno conservador, ni siquiera uno neoliberal. Un ejecutivo populista con tinte de derechas que aboga por el repliegue del Estado justo cuando el estado debe volver a intervenir.
"Un ejecutivo populista con tinte de derechas que aboga por el repliegue del Estado justo cuando el estado debe volver a intervenir"
Elizabeth Truss ganó hace unos pocos meses las primarias con ese programa y con el manual de campaña que ya instaló Steve Bannon. Rushi Sunak, su competidor, 100% 'establishment', no precisamente una hermanita de la caridad, advirtió de que esa receta pondría rápidamente a Gran Bretaña al otro lado del precipicio.
Mientras escribo, Sunak parece ser favorito para nuevo premier. Veremos si termina siendo el elegido, quien lo sea tiene ante sí una tarea titánica. Debe proteger a su sociedad de la voracidad de los mercados que están oliendo a sangre. Y debe devolver a su partido a su propia naturaleza. No para poder ganar las próximas elecciones, sino para que exista una alternativa de poder verosímil a los laboristas.
Si vuelve Boris Johnson —los narcisistas destructivos siempre vuelven— nada de esto ocurrirá y ese es un escenario que nadie se atreve todavía a descartar. Y menos que nadie, los donantes del Partido Conservador, los mismos tipos que financiaron la campaña del Brexit.
Los Tories se encuentran hoy frente a un dilema terrible: adelantar las elecciones o continuar con el canibalismo hasta que no quede nadie vivo dentro de la organización.
Si se centran en el interés general, asumirán su misión histórica: estar al frente del país mientras atraviesa el peor de sus inviernos —posiblemente más duro que en la crisis de los 70— y convocar elecciones a continuación. Luego tendrán que reconstruirse y esa es una labor que puede requerir años.
La única ventaja es que el Partido Laborista sí que ha vuelto a sus esencias. Puede que no tenga ahora un líder con la altura de Miliband o de Brown, pero es un laborismo reconocible. Y eso no es poco cuando la voluntad de cambio está tan extendida allí. La actualización de la naturaleza política de los laboristas es lo más parecido a una certeza que hay en Gran Bretaña en estos momentos, lo más cercano a una esperanza. No es poco, aunque puede que no resulte suficiente.
Soy anglófilo. Por eso lamento las tres causas de este caos: la desnaturalización de laboristas y conservadores, las consecuencias de la decisión del Brexit que podían haberse evitado y el impacto final de esta crisis energética combinada con la inflación. Y por eso, desde la tristeza, trato de buscar algunas pilas para alumbrar una salida según se acerca el gran apagón de las islas.
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