Crónicas desde el frente viral
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La ruta para destruir a Feijóo y cómo se afligen los de Génova
El líder del PP no se ha armado para combatir la forma en que el sanchismo ejerce el poder y aprovecha sus enormes apoyos mediáticos
Entramos en el cuarto mes del plan para destruir a Feijóo. Las encuestas siguen dando números sólidos al Partido Popular. Pero en la calle Génova se afligen cuando el sanchismo decide que la mejor manera de celebrar el 40 aniversario de la victoria de González es festejar la reforma del delito de sedición.
El PSOE estaba en caída libre en todas las encuestas del mes de julio e hizo una buena lectura de la situación en términos partidarios. No cambia de política, como podía pedir la situación, sencillamente optó por poner a Feijóo en el disparadero.
Así que de golpe, sincronizada y eficazmente, la organización entera se dedicó a proferir todo tipo de insultos contra el nuevo líder del Partido Popular. Aquel fuego a discreción no sirvió para debilitar la imagen del gallego, pero funcionó para contener la fuga de los votantes moderados socialistas hacia el PP. Ese era el objetivo de la primera fase del plan: la demonización del adversario. Y no les salió mal.
Llegó septiembre y los socialistas parecían haber tocado suelo. Alguien en la calle Génova cometió un error táctico, de medición, y Sánchez, que tiene un instinto tremendo para la depredación, activó la segunda etapa: la agresión.
El choque en el Senado, aquel abuso de los tiempos, aquella embestida tan cargada de violencia verbal, tampoco valió para deteriorar la imagen de Feijóo entre su electorado, ni siquiera para restañar la fuga de lectores hacia el PP, pero activó a parte de las bases socialistas que andaban bastante desanimadas desde lo de Andalucía y también por la inflación.
La agresión, combinada con el apoyo decidido del gobierno a los sectores más expuestos, devolvió a los socialistas a la zona del 25% en estimación de voto —puede que por encima— y, sobre todo, cambió los términos de la relación entre el presidente y el líder de la oposición. Eso es lo determinante.
Feijóo debió terminar satisfecho aquel mes, los números cuajaban. La euforia desatada tras el triunfo de Andalucía bajaba un poco, pero la estimación seguía mejor que buena. El listón del 30% estaba consolidado y su valoración como líder permanecía estable. Además, había anotado una victoria en su casillero en la confrontación de modelos fiscales.
Sin embargo, algo había cambiado. Cuando empezó este octubre, Sánchez ya había logrado algo que se le da muy bien a todos los narcisistas extremos: la inversión de roles y responsabilidades. Feijóo adoptó la posición de víctima en lugar de la del retador, cayó en la trampa de verse obligado a dar explicaciones en lugar de exigirlas.
Este cambio en la dinámica de la relación entre ambos líderes hizo posible el contragolpe, el tercer paso en el plan de destrucción del líder del Partido Popular.
¿Por qué tiene el sanchismo que contragolpear? Porque la aprobación de los presupuestos supone, en términos objetivos, una clara oportunidad para que el PP abra brecha y esa es una opción que solo puede cerrarse poniendo a los de Génova a defenderse en lugar de a la ofensiva.
El 38% de quienes votaron PSOE en 2019 no quieren que los presupuestos se negocien con ERC y Bildu. Pero Sánchez no contempla otro camino. Esa contradicción, todavía más en un momento de tanta dificultad, era y todavía es una ocasión botando para el PP.
Este cambio en la dinámica de la relación entre ambos líderes hizo posible el contragolpe, el tercer paso en el plan de destrucción de Feijóo
¿Cómo se desarrolla el contragolpe? En dos vertientes. Por un flanco, subiendo el nivel de la agresión. Ya no basta con los insultos, hace falta activar la ridiculización, que es en lo que está desde hace semanas todo el aparato mediático sanchista. Y, por el otro, eludiendo la responsabilidad como siempre hace Sánchez: trasladando la carga entera de la culpa al rival. Dos muestras para un botón.
Uno: Moncloa pacta con ERC la reforma del delito de sedición porque están atados de pies y manos por los indepes, pero acusan a Feijóo de no tener autonomía cuando se baja de la reforma judicial.
Dos: Sánchez vuelve a ceder un triunfo estratégico a quienes quieren volar la Constitución a cambio de seguir en el poder, pero es Feijóo quien no tiene sentido de Estado y no da la talla como líder constitucionalista.
Contragolpe. Génova se ha comido esas dos jugadas y varias más. De manera que este mes termina con el PP todavía por encima del 30% y con el PSOE ya entre el 26 y el 27. No parece un cambio muy relevante, a menos que nos vayamos a la distribución de escaños y podamos comprobar que la suma de PP y Vox ya empieza a comprometer la mayoría absoluta.
Lo próximo es instalar desde Moncloa las consignas de "hay partido" y "Feijóo empieza a colapsar". Por ahí vendrá el contragolpe central que abrió Tezanos perpetrando lo suyo.
Feijóo fue capaz de devolver el PP a su ser casi según llegó, ha armado un equipo económico como el que no tuvo Casado, pero no se ha armado para combatir la forma en que el sanchismo ejerce el poder y aprovecha sus enormes apoyos mediáticos.
No se ha armado para combatir la forma en que el sanchismo ejerce el poder y aprovecha sus enormes apoyos mediáticos
Dicho de otra forma: el Partido Popular ha vuelto a ser un partido serio, pero no se está tomando en serio lo que significa competir frente a un narcisista extremo poco dispuesto a aceptar las reglas del juego.
En la calle Génova están afligidos y se les ve. Y eso es un suicidio político cuando tienes enfrente a un tipo capaz de oler la sangre desde el Falcon. La gestión de la comunicación llevada a cabo por los populares durante esta semana ha sido un despropósito completo.
Han dejado al líder solo porque no tiene un "poli malo" a su lado que asuma la doble función de atacar y desgastarse. Y, además, han sobreexpuesto a Feijóo cuando solo era posible erosionarse mediante explicaderas. Tendrán que aplicar cambios.
Han sobreexpuesto a Feijóo cuando solo era posible erosionarse mediante explicaderas
Y esos cambios comienzan por no aceptar la inversión de roles que comenzó con el primer debate del Senado. Si Feijóo quiere ser el próximo presidente del Gobierno, no tendrá más remedio que salirse del papel de víctima en el que los sanchistas quieren enchiquerarle.
Tendrá que quebrar la mecánica narcisista de la culpabilización y la victimización. Para eso resulta necesario situar a la política por encima de lo personal, que es precisamente lo que la situación crítica actual está demandando.
No es fácil dar ese paso. Pero es el único camino. Los narcisistas extremos se vuelven peligrosos cuando se sienten arrinconados, es verdad. Pero también es cierto que la única forma de derrotarlos consiste en encajonarles frente a espejos que reflejan y dañan la autoimagen que se han construido. Ahí es donde sufren: delante de ellos mismos. Para eso hace falta recuperar y mantener la distancia emocional. Actuar fríamente, desde arriba, desde el interés general. Ser adulto pero del todo. Permanecer completamente intacto.
Entramos en el cuarto mes del plan para destruir a Feijóo. Las encuestas siguen dando números sólidos al Partido Popular. Pero en la calle Génova se afligen cuando el sanchismo decide que la mejor manera de celebrar el 40 aniversario de la victoria de González es festejar la reforma del delito de sedición.
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