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No hay alivio para el estrangulamiento de las clases medias
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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No hay alivio para el estrangulamiento de las clases medias

Las crisis empobrecen a las naciones y lo progresista, lo patriótico, es forjar un pacto de rentas que distribuya equitativamente el crecimiento. Para eso hace falta una visión y una promesa de país

Foto: Sánchez y Feijóo, en una reunión en la Moncloa. (EFE/Sergio Pérez)
Sánchez y Feijóo, en una reunión en la Moncloa. (EFE/Sergio Pérez)
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Terminamos una semana especialmente bronca entre los dos principales partidos políticos. Hemos tenido un buen dato en el empleo, que el PP no ha sido capaz de reconocer. Y tendremos una recesión que el sanchismo sigue negando. Y, mientras unos y otros entrecruzan los discursos como se cruzan las navajas, hay quien ha tomado una decisión que sirve para descodificar lo que está ocurriendo. ¿Quién? Amazon.

El gigante digital, una de las compañías con mayor volumen y capacidad de precisión para el análisis de grandes datos, ha anunciado que suspende en nuestro país la contratación de trabajadores "durante varios meses". Ese entrecomillado nos da la clave porque noviembre y diciembre no son meses cualquiera para el comercio. Buena parte de las ventas anuales se concentran en dos campañas tan próximas como el Black Friday y la Navidad. ¿Qué está pasando? Pasa lo que temíamos: el consumo se está pinchando.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Eliseo Trigo) Opinión

¿Otro indicio? Vayamos a las grandes superficies comerciales: las rebajas en los productos de juguetes arrancaron en la última semana de octubre porque las ventas sencillamente no tiran. Los descuentos oscilan ya entre el 25 y el 85%. ¿Qué sucede? Sucede que nos ha invadido el temor a gastar. Es probable que en nuestra aprensión se dé algún componente irracional —el concepto de los "espíritus animales" que acuñó Keynes—. Pero el componente principal de este miedo que nos atenaza los bolsillos es bien real. Vemos nuestras cuentas peor que antes y creemos que la situación empeorará.

Según el Índice de Confianza del Consumidor que se ha publicado estos días, 6 de cada 10 españoles consideran que la situación económica de su hogar es peor que hace solo medio año. Y 7 de cada 10 piensan que la situación de la economía española será peor dentro de seis meses. No está el ánimo para hacer grandes desembolsos. Y menos cuando hay tantas dificultades para afrontar los gastos esenciales.

¿Cuáles son esos gastos? Vivienda y suministros —agua, electricidad, gas…— alimentación y transporte. Ahí nos dejamos las familias españolas 61 de cada 100 euros de nuestro presupuesto. Esas tres partidas son desgraciadamente las más impactadas por la inflación: la vivienda y los suministros se han encarecido un 19%, la alimentación un 13% y el transporte otro 19%.

"Es probable que en nuestra aprensión se dé algún componente irracional. Pero principal que nos atenaza los bolsillos es bien real"

Cáritas y Foessa, que acaban de publicar un informe bien interesante —El coste de la vida y estrategias familiares para abordarlo—, calculan que la subida de precios está desarbolando a las familias con menos recursos. ¿Qué están haciendo actualmente las familias con menos ingresos con la alimentación? El 18% de los menores han dejado de ir al comedor escolar, el 19% está pidiendo ayuda a instituciones y el 22% a familiares y amigos, el 25% de quienes necesitan una dieta especial por motivos de salud la han abandonado, en el 46% de esas casas el presupuesto para comer ha sido drásticamente recortado.

Es imposible no estremecerse frente a estas cifras y ante las repercusiones individuales y sociales que tendrán. Resulta moralmente insoportable sostener que, en términos de país, de patriotismo elemental, no debemos de hacer un esfuerzo para respaldar a los más expuestos a la adversidad. Endeudándonos si es necesario, por supuesto que sí.

Ahora bien, conviene reflexionar a fondo y sin electoralismos sobre la mejor manera de canalizar las ayudas, porque el populismo no vive de solucionar la carestía, sino de consolidarla. Y, además, parece necesario y también urgente que tengamos el coraje colectivo de afrontar la situación de deterioro que estamos experimentando en toda su dimensión.

El 25% de quienes necesitan una dieta por salud la han abandonado, en el 46% de esas casas el presupuesto para comer se recorta

Dato de Cáritas: el 31,5% de los hogares españoles no cuentan con un presupuesto que garantice unas condiciones de vida dignas. Eso son 6 millones de familias. No hay 6 millones de familias de clase baja en nuestro país, en esa cifra caben muchas casas pertenecientes a lo que siempre consideramos clases medias. Muchas casas que fueron golpeadas en la crisis de 2008, que recibieron el impacto de la pandemia y que ahora están comprobando en carne propia que la inflación es el más cruel de los impuestos. Casas en las que se vive de alquiler, con menores, con deudas y sin ingresos estables, con alguna persona en situación de dependencia o discapacidad.

Las clases medias de nuestro país están siendo lenta y silenciosamente estranguladas bajo el estruendo de la polarización y de una propaganda desalmada que no puede aliviar la verdad del empobrecimiento porque prefiere negarla y sustituirla por un odio fratricida. Es dramático que la igualdad real entre hombres y mujeres aumente bajo la ministra que más presume de feminista y más ha dividido al feminismo.

Pero resulta sencillamente descorazonador que las siglas que levantaron a las clases medias tras una victoria electoral en 1982, que acaba de conmemorarse, sean las mismas que ahora cobijan un modelo de liderazgo pensado para perpetuarse en lugar de enfocado en transformar la realidad. Las crisis empobrecen a las naciones y lo progresista, lo patriótico, es forjar un pacto de rentas que distribuya equitativamente el crecimiento. Para eso hace falta algo que no tenemos: una visión y una promesa de país. Y también coraje político del verdadero.

Foto: Macarena Olona. (EFE/Jorge Zapata) Opinión

Claro que es fácil proyectar el cuento de los ricos y los pobres, aunque luego te saquen los colores como acaba de ocurrir con el impuesto a la banca. Claro que lo costoso es poner en marcha un proyecto de verdad que reúna a los demás actores políticos y que haga participar a todos los estratos sociales, incluyendo a los pensionistas. Pero es que exactamente eso es lo que hay que hacer. Pactar.

Si el gobierno no asume la tarea, la misión nacional, de respaldar al tercio más vulnerable, de exigir más esfuerzos al tercio con más recursos y de dejar al tercio central como está, a ser posible con algo más de respiro fiscal para que la actividad económica pueda bombear; terminará ocurriendo lo peor que puede pasarnos: saldremos más pobres y más desiguales. Y eso es algo que ningún progresista puede aceptar. Haya o no haya elecciones a la vuelta de la esquina, siempre, siempre, hay que afrontar la realidad.

Terminamos una semana especialmente bronca entre los dos principales partidos políticos. Hemos tenido un buen dato en el empleo, que el PP no ha sido capaz de reconocer. Y tendremos una recesión que el sanchismo sigue negando. Y, mientras unos y otros entrecruzan los discursos como se cruzan las navajas, hay quien ha tomado una decisión que sirve para descodificar lo que está ocurriendo. ¿Quién? Amazon.

Recesión Inflación Partido Popular (PP)
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