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Iglesias y Yolanda juegan a la ruleta rusa
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Iglesias y Yolanda juegan a la ruleta rusa

La izquierda de la izquierda puede estar acercándose a días tan convulsos como aquel comité federal de Ferraz, o a las jornadas que culminaron con la liquidación de Casado

Foto: Pablo Iglesias y Yolanda Díaz. (EFE/Archivo/David Fernández)
Pablo Iglesias y Yolanda Díaz. (EFE/Archivo/David Fernández)
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Parecía apartado, dispuesto a volver a las aulas, convertido en un telepredicador más, ¿verdad? Uno de los que disfrutan insultando, repartiendo simplezas a los fieles de esas sectas que nunca terminan bien. Nunca fue así. Nunca se fue. Y ahora puede hacer que todo a la izquierda del PSOE salte por los aires. Él solito, como a él le gusta. Y no solo porque le falte razón, sino porque la sinrazón siempre le acaba poseyendo.

Iglesias siempre ha sido el jefe del partido. Las purgas jibarizan el talento, pero tienen la ventaja de dejarte sin oposición, basta con dejar a los tuyos en los despachos. Así que sigue mandando, un poco como Deng Xiaoping, que comandó durante años y años el Partido Comunista chino sin ostentar cargo alguno. Es ingenuo sorprenderse de que haya regresado al atril de Podemos, debe hacerlo porque su organización corre peligro.

Foto: El exvicepresidente del Gobierno y ex secretario general de Podemos durante el acto de clausura de la Universidad de Otoño de Podemos. (EFE/Mariscal)

Tiene, como decíamos, cierta razón al señalar que Yolanda Díaz quiere llevarse por delante el partido. Y también la tiene, ahí está la belleza de la paradoja, su adversaria con su estrategia de dejar que los morados lleguen solos hasta las urnas de mayo y pasarse después por el desguace a recoger las pocas piezas que sigan siendo útiles.

La vida tiene estas cosas, estos guiños del destino. En una etapa te ves diciendo que lo que importa es la política y no el partido, como hizo él mientras levantaba Podemos. Y unos años más tarde, te ves al otro lado del tablero con una política enfrente que tú mismo has promocionado y tiene tu mismo mensaje y las mismas ganas de triturar unas siglas que ahora son tuyas.

El reparto de roles es ese. De manera que, vista la tradicional capacidad que tiene la izquierda de autodestruirse, comprobada la tenacidad de mi generación para poner el ego por delante del cálculo racional, no parece poco probable que al final ocurra lo que pasó en Andalucía pero a escala nacional. Los de Yolanda y los de Pablo cada uno por su lado, alcanzando menos de un 6, cuando juntos podían haber sumando más de un 12 y evitar que la derecha se haga con el Gobierno.

Foto: Yolanda Díaz, en un acto de Sumar en Sabadell. (EFE/Quique García)

Iglesias ya ha puesto de manifiesto la estrategia de la ministra de Trabajo, ya ha verbalizado que ir por separado es un suicidio y, sobre todo, ya ha puesto pie en pared. Amiga, no vamos a disolvernos. Tarde o temprano tendrás que sentarte frente a mí y negociar, nombre a nombre, las listas de la coalición electoral. Estos son los términos: si no los aceptas, la responsabilidad de la fragmentación electoral solo puede ser tuya.

Y como la intención del fundador de Podemos es negociar, también ha hecho lo primero que se hace con el contrario: rebajar su valor, su capacidad de negociación, golpeando donde hay que hacerlo, en la imagen de la líder, que es casi lo único que tiene. Un mecanismo habitual, aplicado con estruendo, para equilibrar las posiciones.

Yolanda, por su parte, enarcó levemente una ceja. Mantuvo el tono, expresó que el nombre de la coalición y su liderazgo están fuera de discusión, y rechazó el pulso. Todo como es normal. Cuando se tiene la mano ganadora, uno se sienta a jugar cuando más le conviene, y no es ahora. La estrategia no se altera, lo suyo va de repetir lo que Podemos hizo en 2015 por inspiración de Errejón. Sumar confluencias y a volar.

¿Qué pasa si Iglesias dice Montero y ella dice Errejón? Humillación. Iglesias: “No humilles a los militantes de Podemos”. Línea morada

El número uno por Madrid parece fuera de discusión. Pero el tomate empieza tan pronto como en el dos. ¿Qué pasa si Iglesias dice Montero y ella dice Errejón? Humillación. Iglesias: “No humilles a los militantes de Podemos”. Línea morada.

Aquí lo relevante no es si el matrimonio se ha recompuesto o no. Lo trascendente es que lo de Irene y Pablo es una sociedad política como la de los Kirchner y eso sigue gozando de buena salud. De hecho, Podemos seguirá siendo viable, básicamente, si ella continúa como ministra en el escenario de que Sánchez siga gobernando. ¿Y si no?

El otro escenario es más complejo y quizá merezca la pena valorarlo. Es obvio que Yolanda Díaz tiene más incentivos para comportarse racionalmente que Iglesias, también lo es que ella está acompañada de los aparatos del PCE y de Comisiones, acostumbrados a calcular políticamente. Por eso mismo, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿puede Yolanda y quienes la respaldan permitirse el lujo de no transigir ante las condiciones que imponga Iglesias?

Foto:  Las ministras de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz (i); Igualdad, Irene Montero (c); y de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. (EFE/Mariscal)

El precio es la fragmentación, eso está claro. Pero la consecuencia es la derrota de toda la izquierda y la entrada en una nueva competición. Después de una victoria de Feijóo en las generales, el juego ya no iría de reparto de cargos y de diputados, la pugna consistiría en luchar por el liderazgo de la izquierda frente a un Gobierno del PP eventualmente sostenido por Vox.

Una batalla encarnizada con un PSOE traumatizado por la salida del poder, con Sánchez probablemente dispuesto a quedarse en Ferraz y desgastando a su partido todavía más, con Yolanda como culpable social de la derrota y con Podemos empobrecido, aunque con el discurso intacto. En ese recuento de daños, los morados no serían los más perjudicados.

La diferencia central en la ruleta rusa que mantienen Iglesias y Yolanda está en que él tiene una bala más y la ha puesto en el revólver de ella.

Foto: Pablo Iglesias y Yolanda Díaz. (EFE/Archivo/David Fernández) Opinión
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¿Qué interés tiene Iglesias en la renovación de un Gobierno de Sánchez con Yolanda de vicepresidenta in pectore e Irene Montero como una ministra subordinada? Poca cosa, más allá de la preservación de las siglas moradas. Eso puede tener algo de valor sentimental, pero no es mucho en términos estrictos de poder. Cuatro años más y en peores condiciones, nada más.

¿Qué interés tiene Iglesias en la fragmentación de la izquierda y la salida de Sánchez del poder? La derrota definitiva de Yolanda —un gustazo— y, sobre todo, la posibilidad abierta de volver a disputar a los socialistas el liderazgo de la izquierda con la socia Irene al frente de la oposición, al menos de cara al público. La tentación es clara. Sorpaso 2, la venganza.

La izquierda de la izquierda puede estar acercándose a días tan convulsos como aquel comité federal de Ferraz, o a las jornadas que culminaron con la liquidación de Casado. La masacre se desatará, con toda seguridad, si Iglesias se echa al monte irracionalmente como tantas veces ha pasado ya. Pero también si actúa racionalmente pensando en la partida que va después de las generales. Yolanda no lo tiene fácil, aunque todo lo que tenga que hacer es esperar.

Parecía apartado, dispuesto a volver a las aulas, convertido en un telepredicador más, ¿verdad? Uno de los que disfrutan insultando, repartiendo simplezas a los fieles de esas sectas que nunca terminan bien. Nunca fue así. Nunca se fue. Y ahora puede hacer que todo a la izquierda del PSOE salte por los aires. Él solito, como a él le gusta. Y no solo porque le falte razón, sino porque la sinrazón siempre le acaba poseyendo.

Yolanda Díaz Pablo Iglesias
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