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Freno de emergencia a Sánchez: instrucciones de uso
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Pablo Pombo

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Freno de emergencia a Sánchez: instrucciones de uso

El freno de emergencia al sanchismo está en el PSOE, que ha sido durante décadas una fuerza central para el sostenimiento de la Constitución y es hoy el primer responsable de su vaciado

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Violeta Santos Moura)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Violeta Santos Moura)
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La mayoría de la sociedad española sostiene que lo que está haciendo Sánchez no tiene nombre, por eso no tiene sentido este diluvio de palabras grandilocuentes y ajadas que no retratan los acontecimientos.

La mayoría de mujeres y hombres que sostienen con su voto al PSOE está verdaderamente disgustada, por eso no tiene sentido el silencio de los cuadros socialistas. Solo el partido puede frenar al Gobierno, pero para activar el freno hace falta menos miedo y más integridad.

Los sondeos de las últimas semanas vienen reflejando un rechazo social masivo a las cesiones que hace la Moncloa a los indepes. Los datos que ayer ofrecía Sigma Dos son contundentes:

Siete de cada 10 españoles valoran negativamente que dos ex altos cargos del sanchismo entren en el Tribunal Constitucional.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Alejandro García) Opinión
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Siete de cada 10 consideran que la reforma del delito de sedición se hace para contentar a ERC.

Y más de nueve de cada 10 compatriotas son partidarios de que las penas por malversación se mantengan o se aumenten, no que se rebajen, como pretende Junqueras.

Mientras la sociedad española emite esas históricas señales de malestar, la oposición se deja vencer por el espanto, la incapacidad y la torpeza.

El espanto ante la consumación de los hechos:

Da que pensar que, a estas alturas, quede en España alguien capaz de asombrarse de lo que Sánchez puede llegar a hacer. La alianza estratégica con los nacionalistas no nació ayer. Y el nacionalismo no ha hecho sino dar muestras de su voluntad de volverlo a hacer y su disposición de llegar hasta el final.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Raquel Manzanares) Opinión

La incapacidad en la comunicación:

Da que pensar que, en una situación sin precedentes, esté empleando la oposición palabras tan manoseadas y tan poco exactas para describir lo que está ocurriendo. No, esto no es la “voladura de la Constitución”. Es su vaciado. Esto va de mantener la cáscara del sistema mientras se remueven uno por uno todos los órganos con el objetivo de impedir la alternancia en el gobierno.

La torpeza en la respuesta política:

Da que pensar que, en un escenario de gravedad, haya un tipo que va por la vida presumiendo de patriota y de conservador mientras no hace otra cosa que auxiliar a quienes acusa de ser el mayor peligro para nuestra nación. Abascal está actuando como la cheerleader de Rufián.

Si se cree lo que dice, si fuese cierto que todo está en peligro, lo patriótico sería olvidarse de la boba moción de censura de Vox y cerrar el chiringuito para que en nuestro país pueda haber alternancia política. Lo demás es vivir del cuento, engordar el bolsillo proyectando una película de terror.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Raquel Manzanares) Opinión
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Es verdad que los tejidos de nuestra democracia están sufriendo mucho bajo la carcasa. Y es más que probable que Sánchez terminará haciendo uso de todos los ardides posibles para evitar su salida del poder. Sin embargo, hay algo que no puede hacer, y es enfrentarse al dictado de las urnas. El voto de la mayoría de españoles es la única frontera que no podrá traspasar.

Falta para eso, claro que falta. Y no faltarán voces en la derecha ansiosa de nuestro país que seguirán exigiendo más a su líder de lo que se exigen a sí mismos. En democracia, las victorias se levantan respetando las normas: ganando en las urnas.

Otra cosa es averiguar si existe o no existe un freno de emergencia que impida a corto plazo el daño que se está infligiendo a nuestro país, porque existir… existe.

Foto: Pedro Sánchez, el viernes. (EFE/Biel Aliño)

No está entre los aliados de coalición, que tragarán con lo que sea necesario, por muchos contorsionismos comunicativos que hagan. Vinieron para acabar con la corrupción y terminarán liberando a los corruptos, para eso han servido.

Tampoco está en el resto de poderes democráticos. Los jueces pueden ponérselo muy difícil a este Gobierno, pero el riesgo de una colisión entre poderes del Estado no es muy fácil de gestionar.

El freno de emergencia al sanchismo está en el Partido Socialista Obrero Español, que ha sido durante décadas una fuerza central para el sostenimiento de la Constitución y es hoy el primer responsable de su vaciado.

Foto: El presidente del gobierno participa en un acto del psc en barcelona

Con cierta regularidad, se oye algo que podrían parecer protestas entre algunos de los líderes de ese partido. En el fondo, no pasan de lamentos.

Salen, manifiestan su incomodad, siempre dando circunloquios, y cuando acaban, respiran hondo, sintiendo que son unos valientes, que acaban de jugarse el cuello. Y si no hay llamada, no reculan. Y luego se ocultan unos días de los medios por precaución.

En realidad, su cuello ya no tiene salvación posible. Prefieren negárselo porque convivir con el hecho de que el destino político esté inevitablemente marcado resulta desazonador. Sin embargo, saben. Saben en lo más íntimo de su ser que una derrota en las elecciones de mayo les llevará al cadalso.

Y, a pesar de saberlo, agachan la cabeza. Son conscientes del daño que su silencio hace a nuestra democracia. Pero no levantan la voz. Callan sus principios a cambio de la remota posibilidad de que el jefe vengativo les termine perdonando la vida. Así de infundada puede ser a veces la esperanza de un ser humano, así de ingenua.

Foto:  Sánchez, junto a Lambán en un acto en Zaragoza. (EFE/Javier Belver)

Y ahora viene lo tremendo: ese enmudecimiento, que secretamente les avergüenza, aproxima su final por el castigo electoral que sufrirán después de tanto sometimiento, tan poco amor propio y tan poca pasión por la libertad.

En democracia, discrepar no es una deslealtad y debatir no es una traición.

Las ideas están para ser defendidas y no para ser escondidas.

Y nada es más valioso para un político que tener autonomía política.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), conversa con el presidente de Aragón, Javier Lambán (d). (EFE/Fernando Alvarado) Opinión
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Los referentes socialistas tienen la palanca que activa el freno de emergencia en sus manos. Conocen bien las reglas, saben. Saben que una simple petición de convocatoria del Comité Federal del partido bastaría para frenar toda esta locura.

No podrían ganar en la votación, porque los miembros del organismo fueron cuidadosamente designados por Sánchez. Pero habrían ganado el debate por darle voz al sentimiento de la mayoría de socialistas y de españoles y, también, al defender abiertamente el interés de España.

Perder la vida política es poca cosa al lado de perder la libertad o de extraviar las ideas. La historia del socialismo español está escrita por miles de hombres que han dejado clara esa lección. No es necesario ser valiente, basta con ser coherente.

La mayoría de la sociedad española sostiene que lo que está haciendo Sánchez no tiene nombre, por eso no tiene sentido este diluvio de palabras grandilocuentes y ajadas que no retratan los acontecimientos.

Pedro Sánchez
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