Es noticia
Lo mejor del peor Mundial: el efecto Carletto
  1. España
  2. Crónicas desde el frente viral
Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

Por

Lo mejor del peor Mundial: el efecto Carletto

Históricamente, es frecuente que el anfitrión llegue más lejos de lo esperable. Lo sufrimos en Corea y también en Rusia. Sin embargo, las cosas han ido más lejos esta vez. En realidad, tan lejos como ha querido Qatar: hasta la mismísima final

Foto: Carlo Ancelotti. (Reuters/Violeta Santos)
Carlo Ancelotti. (Reuters/Violeta Santos)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Paradoja: el juego da un salto evolutivo en el peor de los Mundiales posibles.

¿Por qué el peor? Porque la evolución de la competición no ha sido limpia, porque la sombra de los poderes económicos y políticos ha corrido, más que nunca, sobre el césped. Y eso es un asco.

Foto: Francia, ¿a por el segundo Mundial consecutivo? Qué selecciones tienen ese logro (EFE/EPA/Georgi Licovski)

Históricamente, es frecuente que el anfitrión llegue más lejos de lo esperable. Lo sufrimos en Corea y también en Rusia. Sin embargo, las cosas han ido más lejos esta vez. En realidad, tan lejos como ha querido Qatar: hasta la mismísima final.

La selección catarí no es el emblema deportivo de aquel país, que tiene un equipo franquicia construido a base de dinero y con estrellas que explican los mayores éxitos y el mayor fracaso de todo este torneo que ya termina.

Desde el primer Mundial en 1930, ningún combinado nacional ha levantado la copa habiendo recibido más de dos penaltis. Argentina se ha plantado en la final con cuatro penas máximas en el morral, algunas vergonzantes. Nunca, nadie había recibido un trato arbitral tan indiscutiblemente favorable. Messi.

Francia no ha necesitado demasiadas ayudas para su desempeño. Es de lejos la mejor escuadra del mundo

Desde hace décadas, la necesidad de que el fútbol fuese más atractivo para el público global, ha venido aumentando el castigo a quienes jugaban más duro. Había que tener cuidado con las tarjetas porque podían dejarte jugadores fuera. Marruecos se plantó en las semifinales defendiendo muy bien y haciendo infinidad de faltas que no han sido disciplinariamente penalizadas. Achraf Hakimi.

En todos los torneos, todos los seleccionadores han tomado siempre todas sus decisiones pensando en cómo alcanzar la victoria. Brasil fue eliminado después de retirar incomprensiblemente a su jugador más incisivo y de mantener en el campo a su figura mediática agotada y renqueante de una lesión. Neymar.

Más allá de su choque con Inglaterra, Francia no ha necesitado demasiadas ayudas para su desempeño. Es de lejos la mejor escuadra del mundo. Para este caso, bastaba con diseñar un cuadro limpito y con asegurar que Mbappé siguiese jugando en París esta temporada. Algún día sabremos cómo le cortaron las alas o quizá no.

España abrió una escuela culturalmente hegemónica desde el Mundial de Sudáfrica

Messi, Kakimi, Neymar y Mbappé. El dinero del petróleo amenaza con matar a este deporte porque altera la competición. Y así es cómo se acaba el juego.

Pero hablemos de fútbol y solo futbol. Parte de la belleza de este torneo está en que siempre abre nuevos ciclos en la interpretación del juego. Nuevos estilos.

España, por ejemplo, abrió una escuela culturalmente hegemónica desde el Mundial de Sudáfrica. Aquel dominio de la posesión combinado con la habilidad técnica hizo correr al balón más rápido que a los jugadores. Y también hizo que más de uno pensase que la evolución del juego había llegado a su techo.

Foto: Modric y Croacia han terminado terceros en el Mundial. (Reuters/Kai Pfaffenbach)

Sin embargo, el modelo ha terminado de extinguirse en Qatar. Víctima del exceso de horizontalidad —el manierismo—, del paso de los años —la progresiva salida de los más dotados— y del impacto que la ciencia deportiva está teniendo sobre el pasto.

Una década ha bastado para que haya muchos jugadores con pie parecido al que tuvimos y piernas más largas y fuertes que las de nuestros bajitos. La importancia de la potencia física ha crecido muchísimo.

Lo más parecido que queda de aquello es la Argentina de hoy. Bastante sobona de la pelota pero más vertical. Tiene el balón durante la mayor parte de los minutos —generalmente más de dos tercios— aunque juega más arriba. La circulación es paciente, más iberoamericana, pero siempre se está buscando el hueco. Eso que los cursis de ahora llaman "pases de ruptura". Quieren la propiedad del balón sabiendo que no basta para alcanzar el éxito. Guardan y aguardan. Especulan desde la decadencia. El día en que se vaya Messi, remedo del tiqui-taca, el cuento se acabó.

Foto: Tchouaméni celebra el gol marcado a Inglaterra. (Reuters/Dylan Martínez)

Durante un tiempo pareció que la alternativa portuguesa podría tomar el testigo del predominio que instauró España. De hecho, pronto se confirmó como el antídoto perfecto. Aquí la vivimos antes que en ningún sitio, se lo inventó Mourinho y triunfó.

Centro del campo poco amigo de los remilgos y las aventuras, respaldando una defensa no muy baja y sacando el colmillo en cuanto se puede. Un león dormido que puede despertar en cualquier momento y llevarte por delante a base de diagonales y velocidad. Dos, tres toques y zas.

Esa escuela, bastante más sofisticada y exigente que la del simple contragolpe, ha marcado también la propuesta general del fútbol africano. Y, ha sufrido, como sufren todas las apuestas frente a las defensas que no te conceden ni aire para respirar.

Foto: Messi en el partido contra Países Bajos. (EFE/Rungroj Yongrit)

Dos veces nos pasó a nosotros: primero contra Japón y luego contra Marruecos. Y lo mismo les ocurrió a los portugueses contra los de Rabat. A los dos estilos del fútbol ibérico les faltó la táctica, por ejemplo las jugadas a balón parado, mientras no llegaba con la estrategia.

El "catenaccio", que los marroquís han desplegado, es una escuela que nunca desaparecerá del todo del fútbol porque raramente sirve para hacerte campeón, pero puede valer para llevarte lejos. Sucede, además, que es un estilo áspero, que solo se puede degustar por el aficionado más formado, más receptivo a la belleza que puede haber en cualquier planteamiento futbolístico.

El juego venía evolucionando hacia el público general durante los últimos años. El modelo británico, una especie de fútbol total vitaminado desde el gimnasio. Presión alta no, altísima. Un esfuerzo muscular enorme que busca comprimir todo el terreno de juego en la zona defensiva del adversario. Holanda y Croacia también han ido por ahí.

Carletto ha fabricado el "fútbol adaptativo" y tanto Brasil como Francia han sabido adoptarlo

Es el influjo de la Premier League, el deporte interpretado como espectáculo. Vistoso. Comercialmente inteligente porque el cliente de este negocio es el espectador, y los espectadores quieren goles. Es el secreto de aquella liga y también la explicación de su límite: solo es un modelo eficiente cuando se enfrenta a sí mismo, no pasa de allí.

La última Copa de Europa ganada por el Real Madrid lo ha dejado certificado. Ancelotti ha generado aquí una actualización del fútbol que han adoptado las dos selecciones más poderosas del mundo. Carletto ha fabricado el "fútbol adaptativo" y tanto Brasil como Francia han sabido adoptarlo.

Francia y Brasil —hasta que Tite sacó a Vinícius— son escuadras que, como el Madrid, juegan a mil cosas en el mismo partido. Se construyen desde atrás —quizá la zona más blanda de nuestros vecinos— pero son equipos mutantes y por o tanto imprevisibles. Por eso es atractivo de verdad, para los cabales y para los que se acercan al público por primera vez

Foto: Deschamps celebra el pase con Mbappé y Griezmann. (EFE/Ronald Wittek)

Francia es una selección muy física y de altísimo nivel técnico, capaz de salirte a presionar como los holandeses, de encerrarse atrás como los japoneses, de explotar las bandas como los ingleses, de contragolpear como los portugueses y de dormir el partido como los españoles. Desde luego capacitada para fundirte los plomos si el duelo es enteramente físico. Lo puede hacer todo sin que nada sea demasiado predominante y por eso da gusto verlos.

La negación del dogmatismo, la adaptación al rival, a los distintos tiempos y exigencias que siempre se plantean dentro de cada encuentro, la claridad mental —Rabiot como Kross—, la capacidad de sacrificio —Tchouaméni como Casemiro— y la apuesta combinada de creatividad —Griezman como Modric— con velocidad —Vinícius como Mbappé—, hacen de Francia y del Real Madrid lo más avanzado que ofrece el fútbol de nuestro tiempo.

Lo importante es que el fútbol se hace cada vez más complejo y donde está la complejidad suele encontrarse también la belleza

Esa capacidad de adaptación al medio y al adversario es un salto evolutivo en la interpretación del juego. Y debe celebrarse. Parece el salto definitivo, pero no lo será porque la belleza de este juego está en su infinitud.

Así que disfrutemos. Lo de menos es quién gana este trofeo manchado de sangre y de dinero. Lo importante es que el fútbol se hace cada vez más complejo y donde está la complejidad suele encontrarse también la belleza.

Paradoja: el juego da un salto evolutivo en el peor de los Mundiales posibles.

Mundial de Qatar 2022
El redactor recomienda