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Tercer flotador de Abascal a Sánchez en un mes
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Tercer flotador de Abascal a Sánchez en un mes

Cada vez que al sanchismo le puede coger el toro, saltan los monosabios de Abascal para echar tantos capotes como resulte necesario. Van tres en menos de un mes

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/J.P. Gandul)
El líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/J.P. Gandul)
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Vox no está luchando contra el aborto, está utilizando a las embarazadas con un propósito electoral. Aplica el fundamentalismo y el método divisivo para reflotar a Sánchez. Y empieza a ser una constante.

Cada vez que al sanchismo le puede coger el toro, saltan los monosabios de Abascal para echar tantos capotes como resulte necesario. Van tres en menos de un mes. Es una apuesta estratégica completamente contraria a lo que dicen defender.

Foto: Juan García-Gallardo, vicepresidente de la Junta de Castilla y León, en un acto de su partido en Zamora. (EFE/Mariam A. Montesinos) Opinión
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Está la izquierda en problemas, en dificultades serias de verdad. Lo vemos bien en las encuestas que, desde hace semanas, dejan ya muy atrás la remontada que los socialistas lograron emprender durante el pasado otoño. Las cesiones a los indepes, el asalto a la Justicia, los continuos errores del Ministerio de Igualdad y la evidente incapacidad de frenar la subida de los alimentos están pasándole una contundente factura demoscópica al Partido Socialista.

Entre quienes optaron por el PSOE en 2019, hay ahora evidentes señales de descontento. La lealtad de voto está bajo mínimos: aproximadamente cuatro de cada 10 electores no se muestran dispuestos a repetir su decisión. Un volumen importante se desmoviliza, se marcha hacia la abstención, y más de medio millón de españoles transitan hacia el Partido Popular.

Foto: El presidente del Gobierno, en el Senado, frente al líder del PP. (EFE/Fernando Alvarado)

El horribilis mes de diciembre gubernamental ha provocado que el cambio político sea hoy más viable que nunca en toda la legislatura. Todavía más que en verano, cuando buena parte de la subida del PP se debía a la espuma, a la euforia levantada tras la mayoría absoluta cosechada en Andalucía. Estos números de enero son más sólidos para Feijóo que los del mes de agosto, más cuajados.

El desmoronamiento de las expectativas socialistas ha vivido tres episodios especialmente sensibles. Repasarlos sirve para demostrar cómo el hombre que llegó en caballo vendiendo reconquista ha terminado alquilando su formación al convertir a los suyos en las cheerleaders del sanchismo.

El primero de los tres episodios críticos emergió desde las rendijas de la ley del solo sí es sí, que están beneficiando a tantos delincuentes sexuales. Se nos dijo, a pesar de los múltiples avisos, que no existía ninguna posibilidad de que algo así ocurriese. Pero pasó y sigue pasando. Y cuando el desastre comenzó a ocurrir, todo el foco se concentró en la ministra de Igualdad.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Violeta Santos Moura)

El enorme rechazo social impactó entonces sobre la línea de flotación del Gobierno. Desde luego sobre Irene Montero, desacreditada por su propia gestión en el pulso que mantiene Podemos con Yolanda Díaz. Pero también sobre un PSOE y un Sánchez huyendo de la quema. A lo largo de aquellos días, pudo verse que el presidente no tiene autonomía para cesar a una ministra, ni siquiera cuando comete un error imperdonable.

Y justo cuando ella se hacía más daño a sí misma y a todos sus compañeros en el Consejo de Ministros, justo cuando no podía emitir más señales de soberbia, más muestras de irresponsabilidad —tratando de trasladar la culpa a los jueces en lugar de asumiendo las consecuencias de sus propios actos—, justo en el momento más delicado de la dictadura progre, llegaron los de Vox en el Parlamento con una bombona de oxígeno que devolvió a Irene Montero al reino de los vivos.

Su agresión a la ministra en el Parlamento, inaceptable y grosera, tuvo el efecto que buscaban los de Abascal. Ella reaccionó pronto, asumió el papel de víctima y todos los demás corrieron a arroparla. El pegamento vóxico resultó instantáneo, es la crema favorita de Frankenstein.

Foto: La ministra de Igualdad, Irene Montero, conversa con un diputado del PP, Guillermo Mariscal. (EFE/Zipi)

El segundo episodio crítico llegó pocas jornadas después. La reforma de la sedición y de la malversación fue una patada en el estómago de la inmensa mayoría de los españoles, también de los votantes socialistas, claramente disgustados. El asalto al poder judicial demostró hasta qué punto puede ser peligroso el sanchismo para nuestra democracia. Estos tres desaguisados eran el pago de la Moncloa al apoyo del nacionalismo a los presupuestos y a la consolidación de su alianza estratégica con ERC.

Mientras tanto, los indepes pasaban pantalla e imponían nuevas condiciones. Pusieron la cuestión del referéndum sobre la mesa y dijeron desde el Gobierno de Cataluña algo especialmente humillante para el Gobierno de España: primero dicen que no y siempre acaban siendo que sí. Cuesta imaginar una imagen de debilidad mayor.

Foto: El presidente de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Oriol Junqueras (d), charla con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE/Marta Pérez) Opinión
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¿Qué hizo Vox entonces para que el cambio político fuese posible? ¿Qué paso dieron los de Abascal para comerle terreno a quien dicen atado de pies y manos por el separatismo? Especular con una moción de censura. Practicaron un vigoroso boca a boca al sanchismo.

Supongo que el partido de la extrema necesidad no debe considerar extremadamente grave que los golpistas tengan un certificado de impunidad, que los corruptos salgan a la calle y que el ministro de los indultos esté ahora campando por el Tribunal Constitucional. O al menos no tan grave como decían, porque la moción no llegó nunca. Abascal se rajó.

Todo el mundo tiene derecho a ser el tonto útil de quien prefiera. Pero la belleza del juego exige algo de finura en el arte de la simulación

Todo el mundo tiene derecho a ser el tonto útil de quien prefiera, incluso puede tratar a sus votantes como si también fuesen tontos. La libertad es sagrada. Pero la belleza del juego demanda algo de finura en el arte de la simulación.

Hemos visto a la secretaria de Estado de Igualdad riéndose de todo el mundo, reabriendo en canal la crisis de la ley de solo sí es sí. Y estamos asistiendo a la tercera operación de rescate de Vox al Gobierno en su tercer episodio crítico.

Pam está menos discutida, más satisfecha consigo misma todavía. Las mujeres del Gobierno, las socialistas que estaban indignadas, tienen ahora que encargarse de encarar una propuesta que ni el propio Gallardo sabe explicar, pero que le ha servido a Podemos como estupenda maniobra de distracción.

Está tan enloquecida la política española que hemos llegado al punto en el que nada puede hacerle más daño a Sánchez que sus aliados, mientras nadie puede beneficiar más al sanchismo que Abascal, quien se está comportando de facto como el más fiel de sus socios.

Se equivocan los de Vox, se equivocan de adversario y los votantes terminarán viéndolo de puro obvio, que se les vea el plumero resulta feo, que lo hagan atacando a la libertad de las mujeres es, sencillamente, repulsivo.

Vox no está luchando contra el aborto, está utilizando a las embarazadas con un propósito electoral. Aplica el fundamentalismo y el método divisivo para reflotar a Sánchez. Y empieza a ser una constante.

Santiago Abascal Pedro Sánchez
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