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Feijóo quiere un PP de banda ancha
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Feijóo quiere un PP de banda ancha

Por primera vez en años, se ve al PP con una estrategia que podrá gustar más o menos, pero es una estrategia definida

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Román Ríos)
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Román Ríos)
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Las campañas mejor armadas estratégicamente se distinguen por un triple alineamiento: la naturaleza del candidato, el interés del partido y el bien del país. Desde las navidades, parece que Feijóo viene convirtiendo este triángulo en una línea recta. El paso dado en Cádiz, solemnizando la imagen, apunta en esa dirección.

La naturaleza del candidato: Feijóo no es un tipo conflictivo. Pierde tracción en la confrontación y queda embarrado en la polarización. El afilado lenguaje contemporáneo la resulta ajeno e incómodo, no sabe desenvolverse navaja en mano.

No se distingue por su agresividad, ni por su desempeño en el juego ofensivo. Tampoco es el líder político que mejor comunica, casi nunca deja un titular clavado. Sin embargo, tiene alguna que otra fortaleza. Y la principal es la fiabilidad. Siempre ha sido predecible y cuenta ahora con la ventaja de que Sánchez también lo es.

El interés del partido: una categoría superior a los objetivos electorales inmediatos. El porvenir de las siglas aguarda más allá de las próximas urnas, aunque hoy parezcan prometedoras. Mayo importa, claro. Pero lo trascendental es volver a anclar el PP como la gran fuerza del centro derecha.

Ese horizonte está abierto después de un largo periodo caracterizado por una amenaza existencial bifronte. Primero, Ciudadanos superó culturalmente al PP y se quedó muy cerca de rebasar a los populares en el conteo de los votos; solo 200.000 votos separaron a ambas formaciones en las primeras generales de 2019.

Después, Vox llegó a estar emparejado en las encuestas hace ya casi un año, cuando la crisis que terminó con la salida de Casado. En aquel momento, como en el anterior, el dominio cultural de la derecha tampoco estaba en manos de la calle Génova. Hoy, el terreno de juego está más despejado: Ciudadanos no sabe dónde está el suelo y los de Vox sí saben dónde tienen su techo. El PP empieza a estar en condiciones de contragolpear para dominar su lado del espectro durante los próximos años.

Foto: Feijóo ha presentado hoy en Madrid a los candidatos del PP en las capitales de provincia. (EFE/Mariscal)

El bien del país: la estabilización del sistema en la situación actual de policrisis, tras una década de bloqueo político. La crisis de 2008 generó el caldo de cultivo para que surgiese la nueva política y para que el separatismo creciese desde el malestar social. Desde entonces, las fuerzas políticas que se sienten más incómodas con el régimen constitucional han ido ganando terreno, algunas están hoy en la sala de máquinas del Estado. Mandando.

El crecimiento de los dos extremos y el poder del independentismo no disminuirán hasta que nuestro país no disponga de un Gobierno que permita estabilizar el sistema, renunciar a la ruleta rusa de rojos y azules, así como retomar la lógica de consensos que pueda dar lugar a las reformas necesarias.

Foto: Alberto Núñez Feijóo atiende a Pedro Sánchez en uno de sus cara a cara en el Senado. (EFE/Fernando Alvarado)

El alineamiento de los tres puntos anteriores —la naturaleza del candidato, el interés del partido y el bien del país— conlleva despejar el dilema estratégico que lleva agobiando a los populares desde hace años. La discusión entre las dos almas del PPmoderada y batalladora— puede seguir tensando la organización durante un tiempo, pero la oferta a la sociedad se está planteando ahora.

Todo parece indicar que Feijóo está rechazando la dinámica de la polarización entre candidatos, recuperando la vocación mayoritaria de su partido y ofreciendo a la sociedad un proyecto político inequívocamente constitucional y, por lo tanto, claramente distinto a lo que tenemos.

Foto: Irene Montero, en un acto de Podemos. (EFE/Borja Sánchez Trillo)

Veremos si la cosa termina cuajando. De momento, parece claro que el acto desplegado en Cádiz —histórica cuna constitucional— no se ha preparado como uno más. Del mismo modo, cabe aventurar que la propuesta de que gobierne el partido más votado no se desvanecerá con el pasar de las semanas como si fuese una idea cualquiera.

Insistirá en ella. Y lo hará por tres motivos. Primero, porque esta oferta le sirve a Feijóo para contrastar sin insultar. Por un lado, él se aleja de Vox. Y, por el otro, enciende el alumbrado del único camino que tiene Sánchez abierto: perseverar en la alianza estratégica con la extrema izquierda y el separatismo —la apuesta que tan poco agrada a los votantes socialistas templados—.

Foto: El presidente del PP, Alberto

La segunda razón es de carácter partidario, pero no en el campo propio, sino sobre el terreno del adversario. Cuanto más insista en su idea, más agudizará las contradicciones internas del Partido Socialista. Es prácticamente seguro, por ejemplo, que Page, Fernández Vara y Lambán terminen siendo los más votados en mayo. Pero no es precisamente improbable que finalicen quedándose sin la mayoría necesaria para gobernar.

Si el PSOE no acepta la propuesta de Feijóo, puede perder el poder en bastantes territorios, habiendo legitimado el cambio de color de sus regiones porque Sánchez antepuso lo suyo a lo de todos, después de rechazar lo que pudo firmar.

El tercer motivo es de raíz constitucional. El mejor tiempo que nunca vivió nuestro país se caracterizó por el bipartidismo imperfecto, un juego de alternancia política con una fuerza socialdemócrata y otra más cercana a la democracia cristiana —las dos grandes familias de la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial—.

Puede sostenerse, sin demasiadas dificultades, que la fragmentación del sistema de partidos de la última década no ha convertido el Parlamento en un espejo más fiel de la polaridad de España, más bien ha llenado de trincheras toda nuestra vida pública.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y la vicepresidenta primera, Nadia Calviño (c), escuchan la intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Juanjo Martín) Opinión

Ayer mismo se publicó el prestigioso informe global del Edelman Trust Barometer 2023, que así lo demuestra. España está hoy entre las cinco naciones más polarizadas del mundo. La discordia es un grave problema en sí mismo, pero además es ineficiente y si algo necesitamos los españoles es que las cosas empiecen poco a poco a funcionar mejor de lo que hoy funcionan.

Es posible que una vuelta al bipartidismo no es lo más sexy que hayamos escuchado en los últimos años, pero es un rumbo fiable. Feijóo está empezando a ofrecer esa vía. Por primera vez en años, se ve al PP con una estrategia que podrá gustar más o menos, pero es una estrategia definida. Lo tiene decidido: quiere que el Partido Popular emita en banda ancha.

Las campañas mejor armadas estratégicamente se distinguen por un triple alineamiento: la naturaleza del candidato, el interés del partido y el bien del país. Desde las navidades, parece que Feijóo viene convirtiendo este triángulo en una línea recta. El paso dado en Cádiz, solemnizando la imagen, apunta en esa dirección.

Alberto Núñez Feijóo
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