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Abascal & Tamames. No es la moción de la edad, es la emoción de la historia
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Abascal & Tamames. No es la moción de la edad, es la emoción de la historia

Esta moción de censura no es otra cosa que darle una satisfacción efímera a la vanidad, impropia de una persona madura, y anteponer el interés partidario a la búsqueda del bien común

Foto: Ramón Tamames. (Alejandro Martínez Vélez)
Ramón Tamames. (Alejandro Martínez Vélez)
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En una sociedad como la nuestra, tan fascinada por el culto a la juventud, tan obsesionada por la imagen, el hecho de que una persona con la edad de Tamames protagonice una moción de censura genera un fuerte shock visual. Pero ese cortocircuito dice bastante más del público que del protagonista. Creo que deberíamos pensar sobre ello antes de entrar en materia política, que lo haremos.

La entereza moral de cualquier colectivo puede medirse por el trato que dispensa a sus mayores. Nuestro país no salió de la pandemia precisamente favorecido en esa tarea. Fracasamos. Permitimos que nuestros abuelos cayesen como chinches y ningún actor político ha querido un debate honrado sobre lo que pasó.

Ahora corremos el riesgo de menospreciar a todos los ancianos ridiculizando a uno. Supongo que nos molesta que se pueda ver a un viejo sin los filtros que nosotros aplicamos a nuestros selfis. Mostramos nuestra decadencia y no la suya. Sonreímos con una suficiencia inexplicable ante la posibilidad de que una persona con casi 90 años pretenda convertirse en actor político.

Foto: Ramón Tamames. (Alejandro Martínez Vélez)

Al hacerlo, degradamos a toda una generación que no conoció otra cosa que el franquismo, pero que fue capaz de contribuir a construir la democracia que hoy disfrutamos. Les faltamos el respeto a ellos, a nosotros mismos y damos un mal ejemplo a nuestros hijos. A ellos debemos transmitirles que quienes cuentan con más años son también quienes merecen más consideración.

Es frívolo despreciar a Tamames por algo que no eligió, por su fecha de nacimiento. Y, al mismo tiempo, es necesario enfrentarse a sus ideas con todo el respeto y, por lo tanto, con la mayor contundencia posible.

Desde luego, después de una larga reflexión. Singularmente, desde los ámbitos políticos que se definen a sí mismos como progresistas. Tengo ya perdida la cuenta de los intelectuales y referentes políticos que formaron parte de la extrema izquierda y ahora respaldan a la derecha con la furia de los conversos. Conviene preguntarnos por qué, algo tiene que haber pasado.

Foto: Ramón Tamames. (EFE/Archivo Mariscal)
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En realidad, no es demasiado complejo. Dos puntos sirven para aproximarse a la explicación. Primero: el comunismo fracasó y ahora los adversarios de la democracia solo pueden desenvolverse en el ámbito de lo estrictamente reaccionario. Y la reacción, más allá de los tintes, se conjuga en la corriente del populismo contemporáneo, en la promesa de un pasado que no existió para justificar la presente confrontación, en la sustitución del sujeto político, en la alienante imposición del pueblo sobre la libertad individual.

Segundo motivo: si algo demuestra la historia de la humanidad es que los dogmáticos, tengan el signo que tengan, son esencialmente intercambiables. Irene Montero habría sido tan buena falangista como Primo de Rivera candidato ejemplar de Podemos.

Los dos personajes son igual de personalistas. Y las dos organizaciones se encuadran en la categoría de los sistemas intelectuales cerrados —Koestler—. En ambos planos, desde lo personal o lo colectivo, el dogmatismo lo puede explicar todo y todo lo puede empeorar aplicando el fanatismo a la acción política.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Jesús Monroy)

Los dogmáticos se pasan la vida exigiendo a los demás más de lo que se exigen a sí mismos y vendiéndose como héroes. Mártires y ajustadores de cuentas, salvapatrias de abultado bolsillo, egos tan inflados como el de Tamames, incómodos ante lo único que pide la democracia: el buen ejercicio de la ciudadanía y el principio de racionalidad política para la vida pública.

Lo racional a nueve meses de las elecciones, si uno piensa que España está sufriendo bajo un mal presidente del Gobierno, si las opciones de cambio son tan reales como están hoy reflejando las encuestas, es hacer todo lo posible para facilitar la alternancia política.

Lo demás —por supuesto, esta moción de censura— no es otra cosa que darle una satisfacción efímera a la vanidad, impropia de una persona madura, y anteponer el interés partidario a la búsqueda del bien común. Exactamente esto es lo que está haciendo Tamames, lo que de verdad habla de él es que se olvida del nosotros.

Doy casi por hecho que hará una intervención bien armada, los dogmáticos son expertos en construir sólidas abstracciones en las que no puede habitar dignamente la vida humana. Incluso creo que el economista de cabecera de Carrillo logrará sortear, disciplinadamente, las zonas de fricción que puedan quedarle con el ideario de la formación que reúne a la extrema derecha de nuestro país. Dudo más respecto a las réplicas, porque ahí es donde Abascal le puede terminar teniendo fuera de la zona de control.

Sin embargo, tengo la impresión de que lo más inquietante no está en Tamames y tampoco en la jugada de Vox. Los que vinieron a caballo hablando de reconquista se están convirtiendo en unos coleccionistas de derrotas que benefician a quienes dicen combatir comportándose como sus mascotas. Mejor así, tan sin coraje y tan sumisos. Celebro que los españoles tengamos a la extrema derecha más torpe y más vaga de toda Europa.

Foto: El economista Ramón Tamames. (EFE/Mariscal) Opinión
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Lo que no puedo festejar es que un partido vertebrador de la democracia española como el PSOE convierta la moción de censura de Vox en un evento más de su campaña electoral. Todo parece indicar que Batet la incluirá en el calendario parlamentario siguiendo el dictado del comité de campaña sanchista. Ya ni siquiera sorprenden estas cosas, ya se ha naturalizado que el PSOE actúe contra su propia naturaleza. Nos parece normal, aunque sea insoportable.

Nos queda, al menos nos queda por ver, la demostración de que la historia de nuestra democracia es la historia de un éxito. Pronto van a juntarse los representantes de los dos extremos, los dos polos que ven en la transición española su derrota. Está bien que se acerquen, que se unan y que pierdan. Nos faltaba ese abrazo. Otro triunfo de la Constitución de 1978. Otro más, nada menos. Emocionante.

En una sociedad como la nuestra, tan fascinada por el culto a la juventud, tan obsesionada por la imagen, el hecho de que una persona con la edad de Tamames protagonice una moción de censura genera un fuerte shock visual. Pero ese cortocircuito dice bastante más del público que del protagonista. Creo que deberíamos pensar sobre ello antes de entrar en materia política, que lo haremos.

Santiago Abascal
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