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Análisis táctico: lo que debería hacer cada partido en la moción de censura
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Análisis táctico: lo que debería hacer cada partido en la moción de censura

En la izquierda lo tienen claro. Son conscientes de que la coalición y la mayoría parlamentaria son dos bolsas de cangrejos. Pero saben dónde está el mayor de sus adhesivos

Foto: El candidato a la presidencia del Gobierno, Ramón Tamames, acompañado del líder del partido, Santiago Abascal. (EFE/Javier Lizón)
El candidato a la presidencia del Gobierno, Ramón Tamames, acompañado del líder del partido, Santiago Abascal. (EFE/Javier Lizón)
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Nadie debería descartar que la moción planteada por Vox tuviese en su origen un sentido político, nos falta información, desconocemos los datos y motivos que fundamentaron la toma de aquella decisión. Sin embargo, cuesta discutir que toda la gestión llevada a cabo por el partido de Abascal durante estos largos y tortuosos meses, han terminado generando un escenario de alto riesgo para los promotores de la censura y de grandes oportunidades para el resto de competidores que, tácticamente, ni siquiera necesitan enfrentarse entre ellos para obtener su parte del botín.

En la izquierda lo tienen claro. Son conscientes de que la coalición y la mayoría parlamentaria son dos bolsas de cangrejos. Pero saben dónde está el mayor de sus adhesivos. Nada restaña con más fuerza y puntualidad a Frankenstein que el pegamento vóxico. Eso está ya sobradamente demostrado, incluso naturalizado para todas las partes.

Foto: La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, durante un acto de Sumar en Murcia. (EFE/Marcial Guillén)

La novedad en la relación de vasallaje que tienen los de Abascal con los de "la dictadura progre" está en que ahora la sumisión sube un grado. Vox, además de cohesionarles, además de regalarle a Sánchez el atributo de defensor de la democracia frente al peligro de la extrema derecha, sirve ahora también como agencia de publicidad para el lanzamiento de Sumar que es, por cierto, su principal rival en la lucha por el tercer puesto en el recuento electoral.

De manera que si las distintas fuerzas progresistas se reparten con inteligencia los papeles, puede anticiparse que habrá jugosas tajadas para casi todos.

Lo racional es que Pedro Sánchez busque el enfrentamiento directo con el líder de Vox y desdeñe a Tamames. Buscar el choque frontal con Abascal, ridiculizándole, le permite al socialista enviar al alicaído electorado socialista la señal de que se encuentra en plena forma. Lo lógico es que sea duro pero no violento. En esta situación, el menosprecio es un recurso más eficaz que la navaja. Veremos si sabe medirse para ser eficiente, algo que no siempre sabe hacer.

En cualquier caso, den por seguro que saldrá a la cancha con el objetivo bien definido. Cada golpe que Sánchez parezca enviar hacia Abascal habrá sido diseñado para que impacte sobre Feijóo, que es su verdadero rival.

Foto: Feijóo, junto a López Miras y Noelia Arroyo, en un acto en Cartagena. (EFE/Juan Carlos Naval)

La táctica de orillar a Tamames protegería al presidente de su propia soberbia y le alumbraría a Moncloa dos vías estratégicas. Abre la ocasión de promocionar la oferta de Yolanda Díaz en un escenario relevante, al encargarse ella de despechar a su antiguo camarada, invirtiendo además el peligro. El ego de Tamames frente a la fría sonrisa de la Ministra puede salirle caro en las réplicas, que es donde tendrá que improvisar.

Simultáneamente, el protagonismo de la candidata de Sumar valdría para pasarle a Podemos la factura de su deslealtad a Sánchez, invisibilizando a sus representantes y erosionando su tracción social. Buena parte de lo que se está jugando a la izquierda del PSOE es un juego de expectativas, si Moncloa actúa con tino el principal perjudicado de la moción de censura de Abascal terminará siendo Pablo Iglesias.

Para los socialistas Podemos, que en esta cita no dispone de margen de iniciativa, es parte del problema y no de la solución en los dos escenarios que pueden abrirse tras las próximas elecciones generales: articular una mayoría o gestionar la oposición con Feijóo en el gobierno, siendo, eventualmente, apoyado por Vox.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, acompañado de Pablo Vázquez, director de Reformismo21. (EFE/Javier Lizón)

De manera lateral, Tamames ofrece una oportunidad para los nacionalistas que no dudarán en refrescarle al veterano sus propios materiales. Promete el enfrentamiento con Rufián, parlamentario de recursos que tendrá que aplicar un registro nuevo. Presten atención a ese duelo porque no puede terminar sin heridos.

Todo cambió en la derecha hacia un año con la llegada de Feijóo. Desde entonces, se produjo un cambio en la demanda del electorado que probablemente no hayan sido capaces de leer o de digerir en Vox. Ya no estamos en el periodo de dirimir quién es el macho alfa frente al sanchismo —Casado, Rivera o Abascal—, el público ha pasado de pedir testosterona a exigir un atributo muy diferente: la seguridad.

Y no estamos hablando de un público menor. Hay no menos de once millones de votantes en nuestro país dispuestos a respaldar la opción más fiable para sacar a Sánchez del gobierno en las próximas urnas.

Lo peor que puede hacer el Partido Popular con Vox es tratarles de igual a igual

Ese deseo ya no se vehicula, como ocurría antes en el campo de las pasiones, sino en el terreno de la seriedad; lo que más ha perdido Vox desde que empezó a tontear con la moción de censura y lo que más ha ganado el PP desde que llegó Feijóo.

La capacidad de entusiasmar nunca será la primera virtud del gallego, pero tampoco es lo que el electorado está reclamando ahora. De manera que los populares solo tienen que hacer frente a la moción de censura haciendo lo mismo desde que salió Casado: recuperar al PP como un partido serio, despreocupándose de la búsqueda de sorpresas y ocupándose de generar certezas suficientemente sólidas entre tantas incertidumbres. No necesitan más.

Y no les va a faltar cemento para cimentar esa impresión de seguridad. A estas alturas, lo peor que puede hacer el Partido Popular con Vox es tratarles de igual a igual. Justo por eso no tiene sentido la pelea, lo adecuado es la regañina, aplicar el mismo principio de superioridad que rige en toda relación paterno filial.

Foto: El candidato a la presidencia del Gobierno, Ramón Tamames; y el líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Javier Lizón)

Los debates se ganan siempre que no se debate, esto es, subrayando lo que el público ya sabe, ya intuye o ya está viendo. Y los españoles ya saben que hay elecciones dentro de unos meses, ya intuyen que el mejor tiempo de Vox está en el pasado, y ya están viendo —y viviendo— que la situación del país no está para poner de presidente al Tamames mientras los problemas crecen, la guerra no afloja y el sistema financiero mundial amenaza con el colapso.

Lo único que tiene que hacer el PP es no cometer errores; Feijóo tiene que seguir sin alterar su cara de contable mientras Frankenstein brinda con el champán que les ha vuelto a regalar Vox. En ese plauso están los votos.

Lo único que podría hacer Vox es contener daños. Puede que muchos piensen que había motivos para una moción de censura, pero tienen que ser menos, cada vez menos, los que piensen que tendría que haber sido esta. Los de Abascal no corregirán el rumbo. Están tan encantados de conocerse que ya no quieren ni conocer la realidad.

Nadie debería descartar que la moción planteada por Vox tuviese en su origen un sentido político, nos falta información, desconocemos los datos y motivos que fundamentaron la toma de aquella decisión. Sin embargo, cuesta discutir que toda la gestión llevada a cabo por el partido de Abascal durante estos largos y tortuosos meses, han terminado generando un escenario de alto riesgo para los promotores de la censura y de grandes oportunidades para el resto de competidores que, tácticamente, ni siquiera necesitan enfrentarse entre ellos para obtener su parte del botín.

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