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Feijóo y Ayuso acaban de aplicar una tenaza militar
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Feijóo y Ayuso acaban de aplicar una tenaza militar

Definir a Vox como "antipolítica" es un servicio a la democracia de nuestro país y a la convivencia. Significa trenzar el interés del PP con el interés del España. Veremos si vale para que Feijóo llegue a Moncloa

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, conversa con la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, conversa con la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Hace algunos años, me enseñaron que la mejor estrategia política consiste en trenzar el interés del partido con el interés del país y las cualidades del candidato. Es una orientación que contiene muchas virtudes, entre ellas la coherencia para comunicar —el ahorro de explicaderas tras cada volantazo— y también la fertilidad —la contribución al bien común, incluso en el peor de los casos—. Requiere, eso sí, una manera distinta de gestionar los tiempos en nuestra época de la instantaneidad, de los contrastes inmediatos. Algo de todo esto deja el trazo del desempeño del PP tras una semana fea y compleja que les ha terminado resultando positiva.

No era fácil, es verdad. Hizo falta una lectura reposada de las intenciones que tenían los adversarios, un análisis desapasionado, sobre todo respecto a las motivaciones que podía tener Vox en su moción. Y es que, a veces, todos atribuimos a los actores políticos propósitos estratégicos que no siempre existen.

El cambio de liderazgo en el PP alteró el mapa de la derecha y las elecciones andaluzas abrieron una brecha

Probablemente, ya hace bastantes semanas, alguien en la calle Génova supo ver que ni las próximas elecciones, ni la erosión del Partido Popular, eran los objetivos primordiales en la censura de los de Abascal. Alguien tuvo el talento necesario para comprender que la cohesión interna estaba siendo la razón principal.

Para detectarlo, hubo que separarse del torrente diario de tuits y de titulares. Hubo que tomar distancia y examinar sin prisa lo ocurrido durante el último año. El cambio de liderazgo en el PP alteró el mapa de la derecha y las elecciones andaluzas abrieron una brecha entre la pequeña dirección de la extrema derecha y el resto de la organización, que no ha terminado de cerrarse y que seguramente irá a más.

Descubrir que el ruido interno fue el origen de la moción fue un acierto que el propio discurso de Abascal corroboró: empleó 6 minutos en atacar a Sánchez, otros 6 en atacar al PP y 16 para aplicar el victimismo agresivo que distingue a los populistas en sus momentos de adversidad.

La pérdida del atributo de seriedad generó una ocasión que los populares supieron aprovechar

Unas dificultades acrecentadas además por toda la chapuza previa a la censura. La pérdida del atributo de seriedad —lo último que puede permitirse un partido de este tipo— generó una ocasión que los populares supieron aprovechar, tal y como veremos posteriormente.

El análisis de lo que harían los socialistas era mucho más sencillo. Anticipar su voluntad de cambiar la conversación nacional —tan adversaria desde hace tantos meses al PSOE—, la promoción de Yolanda en detrimento de Podemos, y el discurso que machacaría la relación de necesidad que mantiene el PP con Vox, era tan elemental como anticipar la fuerza de la gravedad.

Concluido el perfilado del tablero, tocaba el dibujado del plan de los populares. No una táctica como habría pasado con Casado, sino una estrategia como viene ocurriendo con Feijóo. Una estrategia compleja y calendarizada en cuatro fases que ahora trataremos de reflejar.

"Circo" y como consecuencia, por debajo, latiendo con desprecio, el mensaje de que no está la cosa para hacer el payaso

Primera: el enmarcado de la moción de censura. El movimiento reflejo, automático, consistía en resaltar y repetir lo obvio —"esta moción es contra el Partido Popular y no contra el sanchismo en un momento de clara debilidad"—. Sin embargo, se optó por aplicar más ambición intelectual.

Se fijó el fin de construir una categoría política a partir del ejemplo, una categoría duradera a partir del torpe método aplicado por Vox desde el mismo momento en que empezó a tontear con la moción de censura. "Circo" y como consecuencia, por debajo, latiendo con desprecio, el mensaje de que no está la cosa para hacer el payaso.

Y la operación de comunicación funcionó, cuajó porque puso palabras claras a lo que todo el público estaba viendo. Durante las semanas previas, algunos pensaron que los populares se retraían. Sin embargo, no era así. Estaban ejecutando una maniobra que acabó sirviendo para que Abascal terminase dedicando en la tribuna más tiempo para defenderse ante los suyos que a cualquier otra cosa.

La abstención en el voto reforzaba el mensaje de dependencia respecto a Vox

Segunda: el repliegue. Esta es la etapa más sofisticada, la mejor calculada. Adoptar el perfil más bajo posible tanto en las vísperas como en los dos días de la moción conllevó desplazar toda la atención de medios y espectadores al choque entre Sánchez y Abascal —todavía con más motivo tras la sonrojante filtración del pobre discurso de Tamames—.

No moverse era el movimiento que más podía dañar al líder de Vox. Una vez lacerada su organización por todo lo anterior a la censura —la pérdida de seriedad—, quedaba el cabecilla. Quedaba deteriorar la imagen de un Abascal que se vende como el adversario más violento contra el sanchismo y que salió del Parlamento peor que zarandeado y corneado, peor que malherido, directamente destruido.

Ese repliegue táctico, implicaba a su vez asumir una cesión efímera. La abstención en el voto —igual a la de los socialistas cuando fue Pablo Iglesias quien censuró a Rajoy— reforzaba el mensaje de dependencia respecto a Vox que el PSOE quiere fijar. La cuestión estaba en que la partida no terminaba aquí.

La pinza política de Vox y PSOE sobre el PP ha sido desbaratada con la tenaza militar aplicada por Ayuso y por Feijóo

Tercera fase: el contragolpe. Una vez que los de Vox se quedaron sin cartas, con la moción fracasada, las siglas desgastadas y el líder masacrado, tocaba contraatacar aplicando una maniobra relámpago envolvente.

Desde la derecha irrumpió Ayuso, la líder con más pegada en toda la derecha española, rompió relaciones con el partido de Abascal —que sigue sin haber respondido—. La ruptura de ese frente fue una sorpresa cargada, además, con toda la munición que está dando la poco fiable política de Vox en la Comunidad de Madrid.

Y muy poco después, desde el frente moderado, retomando el terreno cedido con la abstención, se produjo la acometida del líder nacional. La pinza política de Vox y PSOE sobre el PP ha sido desbaratada con la tenaza militar aplicada por Ayuso y por Feijóo. Algo así solo puede ejecutarse cuando hay planificación y sincronización. El gallego y la madrileña van a una.

El hecho de que el líder del Partido Popular haya calificado a los de Abascal como "antipolítica" supone un reordenamiento discursivo

La operación de embolsamiento que acabo de apuntar no es táctica, es una apuesta estratégica de ruptura que quiere jugar a grande. Y tiene todo el sentido del mundo: Madrid es el territorio vital, si el 28 de mayo termina siendo irrelevante, sus opciones se restringirán y podría incluso abrirse el escenario que Feijóo lleva tiempo buscando —gobernar sin nadie más—. Y para ganar así, hay que ganar antes en autonomía.

Cuarto: el reenmarcado. El hecho de que el líder del Partido Popular haya calificado a los de Abascal como "antipolítica" supone un reordenamiento discursivo en toda regla. Es lo que Sánchez no hizo nunca con Podemos. Es el mensaje más contundente que pueden emitir los populares al público moderado. Y es, desde luego que lo es, la llamada más potente para agrupar a los votantes más conservadores en torno a un liderazgo fiable, maduro y competitivo.

Definir a Vox como "antipolítica" es un servicio a la democracia de nuestro país y a la convivencia. Significa trenzar el interés del PP con el interés del España. Veremos si vale para que Feijóo llegue a Moncloa. Lo que no puede discutirse es que si no lo consigue seguirá habiendo grandeza en el paso. Y la grandeza en nuestra política es un bien muy escaso.

Hace algunos años, me enseñaron que la mejor estrategia política consiste en trenzar el interés del partido con el interés del país y las cualidades del candidato. Es una orientación que contiene muchas virtudes, entre ellas la coherencia para comunicar —el ahorro de explicaderas tras cada volantazo— y también la fertilidad —la contribución al bien común, incluso en el peor de los casos—. Requiere, eso sí, una manera distinta de gestionar los tiempos en nuestra época de la instantaneidad, de los contrastes inmediatos. Algo de todo esto deja el trazo del desempeño del PP tras una semana fea y compleja que les ha terminado resultando positiva.

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