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La doble sequía: agua y liderazgo político
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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La doble sequía: agua y liderazgo político

Unos quieren imponer sobre los adversarios la categoría de negacionistas de la evidencia científica. Mientras tanto, los otros se victimizan al estilo de ERC —el maltrato a Andalucía—, desnaturalizando a los adversarios socialistas

Foto: Vista del río Hijar a su paso por la localidad cántabra de Reinosa. (EFE/Maru García)
Vista del río Hijar a su paso por la localidad cántabra de Reinosa. (EFE/Maru García)
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Tendremos una sociedad más madura, mejor, cuando la opinión pública demande menos sobre la Obregón y lo del emérito, y exija una reflexión productiva, un plan de largo alcance, sobre la cuestión del agua que hoy acucia y mañana agobiará a nuestro país.

Y también cuando la memoria histórica empiece a emplearse no como tétrico material de campaña electoral, sino como referencia sobre la que aprender a construir. Aprender, por ejemplo, que, hace casi un siglo, la escasez del agua ya era empeño de primer orden en la acción política nacional —el trasvase Tajo-Segura se inició en la II República—.

Hoy el 15% del territorio peninsular está en situación de emergencia por sequía, el 8,2% en alerta y el 20,2 en prealerta

Y que, incluso desde antes, ya era materia de honda reflexión y visionaria capacidad de proyección. Ha pasado mucho tiempo, sin ir más lejos, desde que Joaquín Costa planteó aquello de "muchas acequias y canales y pocos ríos caudalosos".

Muchos años después, el desafío continúa, acrecentado, además, por el cambio climático y también por el oportunismo político. Respuestas simples a problemas complejos, tuits ante retos tan serios como si se puede afrontar el cambio climático sin perjudicar a las familias trabajadoras, y, ya de paso, sin penalizar a los consumidores en el supermercado. Desgraciadamente, no se ve a nadie hablando de esto ahora.

Hoy el 15% del territorio peninsular está en situación de emergencia por sequía, el 8,2% en alerta y el 20,2 en prealerta. Tenemos casi la mitad del suelo en problemas después de un año muy poco lluvioso y con previsiones para este ejercicio que no invitan precisamente al optimismo.

Tal y como se suceden los ciclos de información, es probable que Doñana desaparezca pronto de los telediarios

De manera lateral, por interés estrictamente electoral, se ha introducido entre los temas de actualidad el caso específico de Doñana. Naturalmente, para convertir cada palmo de tierra en terreno de confrontación sin solución, eso que ahora llamamos guerras culturales y que ambos bandos están lidiando con igual torpeza.

Unos quieren imponer sobre los adversarios la categoría de negacionistas de la evidencia científica —y de paso el sambenito de la depredación—. Mientras tanto, los otros se victimizan al estilo de ERC —el maltrato a Andalucía—, desnaturalizando a los adversarios socialistas por haber dejado de proteger a los trabajadores. Los dos descuidan sus flancos. Y los dos desatienden la verdadera prueba histórica: encarar cuanto antes la desertización sin cosechar pronto la pobreza del sector agrario y ganadero.

Tal y como se suceden los ciclos de información, resulta probable que Doñana desaparezca pronto de los argumentarios partidarios y los telediarios. Casi puede predecirse que bastará con que llueva un poco en Madrid durante este fin de semana para que el tema salga de la cartelera de los informativos. Sin embargo, la adversidad persistirá. Igual de presente aunque enmudecida.

La tradición histórica de nuestro país dicta que, en tiempos de carestía, el agua puede convertirse en un resorte electoral

La sequía no se marchará de Huelva y, con toda certeza, tampoco del resto de Andalucía. Allí ya tienen interiorizado que la sequía es una amenaza principal para la economía regional. Se calcula que su PIB puede caer hasta un 7% si la dificultad se prolonga durante un año.

Las cosas tampoco van mucho mejor en Extremadura, especialmente en Badajoz. Y la preocupación no es menor en Murcia, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Aragón y Cataluña.

La tradición histórica de nuestro país dicta que, en tiempos de carestía, el agua puede convertirse en un resorte electoral que beneficia al partido gobernante regional que sabe enfrentarse, con discurso de patria chica y lengua remangada, tanto a los vecinos como al Gobierno central. De manera que no sería extraño que volviésemos a tener que ser espectadores de nuevos enfrentamientos fingidos. Mutuamente interesados.

Creí que nadie dejaría esta bandera abandonada en las manos manchadas de Vox

Yo mismo lo daba por hecho hace unos meses, pensaba que el agua se convertiría en razón secundaria de voto de aquí al 28 de mayo. Creí que nadie dejaría esta bandera abandonada en las manos manchadas de Vox. Y puede que pase todavía, que cualquier hito informativo nos devuelva el asunto a la actualidad y al consiguiente rifirrafe. Pero empiezo a temerme que durante esta campaña electoral, en pleno periodo de sequía, se nos hurte la cuestión del debate público.

Lo temo porque el bloqueo político y el predominio de la polarización han convertido nuestra política en un espacio atrincherado y yermo para todo lo que requiera del diálogo y del consenso. Lo demuestra la parálisis nacional que sufrimos respecto al sistema sanitario, cuya reforma ni se aborda desde hace años. Y lo corrobora la falta de interés y de planificación para pensar en cómo aprovechar el agua decreciente de la manera más eficiente. En estas dos cuestiones, como en tantas otras, España es un país que vive de las rentas al mismo tiempo en que se pelea y se endeuda como si no hubiera un mañana.

Y lo temo, temo también que la sequía no se aborde en la plaza pública durante todo este 2023 electoral, porque introducir responsablemente esta tarea, la enorme empresa de preparar al país entero para lo que irremediablemente vendrá, exige poner sobre la mesa tres inconfortables verdades y a nadie le agrada dar malas noticias aunque sean ciertas. Si no llueve subirán los precios del mercado. Si no afrontamos a lo grande el desafío estaremos poniendo en peligro un sector económico fundamental. Si seguimos sin movernos estaremos poniendo en riesgo nuestra soberanía alimentaria nacional.

Los españoles estamos sufriendo una doble sequía: nos falta agua y nos falta liderazgo

El ejercicio de decirle a España las cosas como están no tendría que ser un "sincericidio", sino una prueba de liderazgo. Y debería venir acompañado de un proyecto de envergadura superior a la amenaza que afrontamos durante un tiempo no inferior a las dos generaciones. Pensar en grande y actuar en grande. Talento político, tecnología y obra pública. ¿Es demasiado pedir?

La situación es objetivamente difícil, esa es la realidad. Pero no tenemos un mal punto de partida. El año 2022 fue muy seco y buena parte de nuestros vecinos —Francia, Italia, el este de Europa— tuvieron que activar restricciones que aquí no sufrimos siendo, como somos, el primer regante de Europa con la mayor eficiencia en el empleo del agua.

Con lo que tenemos y hacemos no nos basta, y, lo que es más importante, vamos a necesitar mucho más. Lo único que no podemos hacer es seguir esperando más. Los españoles estamos sufriendo una doble sequía: nos falta agua y nos falta liderazgo político.

Tendremos una sociedad más madura, mejor, cuando la opinión pública demande menos sobre la Obregón y lo del emérito, y exija una reflexión productiva, un plan de largo alcance, sobre la cuestión del agua que hoy acucia y mañana agobiará a nuestro país.

Sequía Parque de Doñana
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