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¿Hasta qué punto exacto es Sánchez peligroso?
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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¿Hasta qué punto exacto es Sánchez peligroso?

Estamos ante una persona que no es capaz de soportar el haberse vuelto insoportable para la mayoría de los españoles

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Dumitru Doru)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Dumitru Doru)
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Ya resulta inevitable que el PP gane las próximas elecciones generales. Lo que se decide en las próximas siete semanas es la magnitud de la derrota. También queda por escribir el final que tendrá el sanchismo. Nadie, ni siquiera entre los más acérrimos, augura que Sánchez saldrá como lo hicieron los anteriores. El consenso silencioso cuenta que las próximas semanas traerán daños. Se hará daño a sí mismo. Hará daño al PSOE. Y dañará a nuestro país. ¿Hasta qué punto?

No es posible predecir el grado de la agresividad que viene sin sacar a la luz la raíz clínica del problema: estamos ante una persona que no es capaz de soportar el haberse vuelto insoportable para la mayoría de los españoles. No está capacitado para procesar que su autoimagen grandiosa sea desmentida por la imagen que tienen de él los demás.

Esa intolerancia a todo lo que no sea veneración a su alrededor explica que no existan mecanismos de evaluación ni de corrección

Quienes hicieron festivas cábalas estratégicas tras el adelanto —con el mismo entusiasmo con el que habrían aplaudido cualquier otra medida— se olvidan de la verdad esencial: convoca otro plebiscito sobre sí mismo porque no puede consentir el resultado del primero.

Esa intolerancia a todo lo que no sea veneración a su alrededor explica que no existan mecanismos de evaluación ni de corrección para su desempeño. Persistirá en el error de no ver más allá de sí mismo. Lo hará porque necesita que su fantasía siga viva para seguir viviendo. Por eso habrá más equivocaciones y serán además mayores. Va a hacerse mucho daño.

Plantear la competición en términos de épica personal, de manual de resistencia, es una muestra de suicida desconexión con la sociedad. Son los españoles quienes no pueden resistir el verle más en el televisor. Ha traspasado el umbral del rechazo. Así que cuanto más foco concentre, mayor será la reprobación y más terreno ganará la derogación.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Enric Fontcuberta) Opinión
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Sánchez se dañará a sí mismo porque no tiene elección. No sabe elegir entre los hechos —el repudio del veredicto social— y el deseo —la omnipotencia de un endiosamiento íntimo—. Y no puede dirigirse al público desde la primera persona del plural. Encima está enfadado. En el fondo piensa que el pueblo español es ciego y desagradecido, que no ha apreciado la bendición de su reinado. Gestiona mal la ira. La falta de resultados inmediatos desatarán impulsos violentos que no podrá controlar. Va a pasarlo mal. Según pasen los días, le veremos desquiciarse más y más. Quedan 50.

Por lo tanto, no hay límites para el sufrimiento personal que se ha granjeado. Y tampoco hay freno para el destrozo que puede terminar de provocar el Partido Socialista. Resulta descorazonador que el PSOE haya pasado de ser el partido que más se parece a España a ser un partido que solo se parece a Sánchez.

No es deseable para el vigor de nuestra democracia que siga ocurriendo lo mismo después de las urnas. En algún momento, alguien en esa casa tendrá que verbalizar la enorme tarea que conlleva la reparación y que harán falta como poco dos legislaturas para que las siglas centenarias puedan sostenerse de nuevo sobre sus propios pies. Nadie desde Largo Caballero había llevado a los socialistas a una situación de precariedad moral tan desgraciada.

Convertir al PSOE en la primera fuerza para la confrontación es una irresponsabilidad

Hay males que ya no se pueden remendar. La generación de los mayores fue hostigada. La generación contemporánea de Sánchez ha sido sometida hasta la más humillante de las formas de sumisión: la despersonalización. En las generaciones más jóvenes del partido se ha inyectado el veneno del populismo cesarista.

Sin embargo, hay un daño que todavía se puede y se debe evitar: convertir al PSOE en la primera fuerza para la confrontación entre españoles es una irresponsabilidad que sencillamente no se puede perdonar.

Transigir con la brutalidad, aceptar la lógica de la destrucción del adversario convertido en enemigo, transformar a las casas del pueblo y a Ferraz en centrales de Chernóbil para la conveniencia, es el último daño que puede hacerle Sánchez al PSOE. Después dará igual que él siga o no siga al frente, porque lo que no seguirá será el Partido Socialista.

España necesita que la irracionalidad política y el debilitamiento democrático terminen

Es trágico que la historia sitúe a los militantes y dirigentes de ese partido ante la exigencia ética de no ser partícipes de una campaña que solo puede recurrir al odio y a la destrucción porque no hay posibilidad de victoria, el proyecto no existe, los compañeros han sido caprichosamente masacrados y el afecto al líder ha desaparecido. Hacer lo que hay que hacer es trágico, pero no hay otra manera de salvar a la organización y de iniciar la reconstrucción. En ese sentido del deber se encuentran el patriotismo de partido con el patriotismo de país.

España necesita un Partido Socialista sereno y fuerte. Pero todavía necesita más que la irracionalidad política y el debilitamiento democrático terminen cuanto antes.

Los adversarios de nuestra constitución tienen hoy más fuerza de la que nunca tuvieron.

La colonización de las instituciones y el desprecio a los límites han provocado una anemia sistémica en nuestra vida pública.

La clase media está siendo borrada, la deuda no para de aumentar

La compra del libreto ideológico populista está sacando de los libros de cuentas la seguridad y la libertad mientras introduce el clientelismo y la arbitrariedad.

La clase media está siendo borrada, la deuda no para de aumentar.

Si algo deben enseñarnos estos últimos años es que cada vez que alguien dijo "Sánchez no será capaz de llegar a ese punto", se equivocó. Por lo tanto, tiene todo el sentido del mundo que nos preguntemos hasta qué punto puede Sánchez dañar nuestra democracia.

Prefiero lo práctico a las teorías de la conspiración. Lo práctico es votar

Lo tiene porque está haciéndole a España lo mismo que ha hecho al PSOE pero más despacio, ese es el punto exacto del riesgo. Precisamente por eso, cuatro años más de sanchismo suponen un peligro definitivo del que estamos avisados.

Su hoja de antecedentes no está limpia: puso una urna de cartón para evitar mediante un pucherazo la destitución como Secretario General del PSOE. Yo no creo que pueda pasar lo mismo, lo descarto porque confío plenamente en el sistema. Prefiero lo práctico a las teorías de la conspiración. Lo práctico es votar. Y lo necesario es un resultado incontestable.

Ya resulta inevitable que el PP gane las próximas elecciones generales. Lo que se decide en las próximas siete semanas es la magnitud de la derrota. También queda por escribir el final que tendrá el sanchismo. Nadie, ni siquiera entre los más acérrimos, augura que Sánchez saldrá como lo hicieron los anteriores. El consenso silencioso cuenta que las próximas semanas traerán daños. Se hará daño a sí mismo. Hará daño al PSOE. Y dañará a nuestro país. ¿Hasta qué punto?

Pedro Sánchez PSOE Partido Popular (PP)
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