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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Sumar está remando para Hamás

Ya es casualidad que desde los ataques terroristas todo lo dicho y hecho por Sumar tenga el efecto de remar y remar para Hamás. No pueden estar más alienados

Foto: La líder de Sumar, Yolanda Díaz. (EFE/Fernando Alvarado)
La líder de Sumar, Yolanda Díaz. (EFE/Fernando Alvarado)
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La extrema izquierda española se posiciona frente al interés de la democracia occidental cada vez que tiene ocasión, perjudicando el interés del país, comprometiendo nuestra seguridad, debilitando a las poblaciones oprimidas y fortaleciendo a las élites autoritarias extranjeras. ¿Por qué?

Primero porque sus dirigentes, ninguno de origen humilde, ninguno enarbolando la bandera de la justicia en la fábrica, casi todos niños de papá de la izquierda caviar, pijitos de Pozuelo, Chamberí y barrio de Salamanca, se consideran portadores de una herencia ideológica (la del fracaso del comunismo) y eso conlleva la gestión de un territorio sentimental.

No pueden novelar la revolución. Y eso les apena. Lamentan haber nacido después de que la historia escribiese la narración de un fracaso lleno de miseria, corrupción y persecución. Son nostálgicos.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i), y la ministra de Trabajo en funciones, Yolanda Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Se consideran ungidos del derecho a romantizar algo que no es suyo. Explotan el sufrimiento de la personas oprimidas con la intención de obtener réditos para su interés político personal. Son cínicos.

Y juegan con la educación de los demás siendo agresivos en el discurso o empleando un tono que puede llevar a cualquier oyente hasta la sobredosis de cursilería y vacuidad. Se ven a sí mismos como un producto de lujo intelectual porque lograron leerse a Ernesto Laclau y nos imponen a los demás, todo el rato sin parar, su superioridad moral. En definitiva, son unos plastas.

Esa herencia sentimental, mal que bien, se puede soportar en la barra del bar. Sobre todo porque son unos perdedores en serie y porque nunca dejarán de serlo.

Foto: Ione belarra participa en un encuentro con la militancia en Bilbao (EFE/Javier Zorrilla)

Trabajan poco y pagan mal (Podemos retribuía a sus empleados peor que Mercadona). Palman sistemáticamente en las urnas porque no tienen ningún interés en escuchar ni comprender a la gente que dicen representar.

Con cierta frecuencia, salen del chalé, del despacho o del ático con las botitas de montaña puestas, medio vestidos de Quechua, y aterrizan en el barrio obrero para tirarse unos selfis en sus ejercicios de turismo electoral. Llegan a Villaverde pensando que entran en Novecento. Y salen igual.

El otro motivo que explica su comportamiento político tiene un carácter muy práctico. La extrema izquierda de mi generación, adoctrinada en la Madrasa de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense, mantiene la pose progre, pero ha dejado de ser progresista. Ha sustituido el materialismo histórico por un materialismo histérico que consiste en someterse al clientelismo de los regímenes más reaccionarios del globo terrestre.

Foto: Tesh Sidi e Íñigo Errejón, entre otros diputados de Sumar en el Congreso. (EFE) Opinión

En España como en toda Europa, los adversarios de la democracia podrían llevar años subvencionando a los partidos de los extremos para que cumplan la función de dividir nuestras sociedades, legitimar el mensaje antioccidental y deslegitimar nuestras instituciones nacionales e internacionales. Si fuese así, la inversión les estaría saliendo barata.

Desde luego lo parece, ya es casualidad que desde los ataques terroristas todo lo dicho y hecho por Sumar tenga el efecto de remar y remar para Hamás. No pueden estar más alienados.

España no es un país europeo menor, disponer de un partido incrustado en un Gobierno de coalición podría ser un buen negocio para quien invade Ucrania o para quien ampara el terrorismo islámico.

La posibilidad de difundir en Rusia las declaraciones de los ministros de Podemos mientras se celebraba en Madrid la cumbre de la OTAN podría valerle a Putin tanto como un tesoro.

La opción de que un partido de gobierno pueda ser ambiguo y no condene explícitamente una atrocidad como la cometida por Hamás hace unos días, la manipulación de asociar a esa banda terrorista con toda la población palestina como si el apoyo al fundamentalismo fuese unánime, tendría un valor incalculable para Teherán.

Sin embargo, todo lo anterior quedaría en bisutería al lado de lo que podría estar pasando precisamente ahora. Cuando la situación no puede ser más delicada, cuando el riesgo de que termine desencadenándose un conflicto bélico a escala regional en la zona es más que elevado, Sumar exige el reconocimiento del Estado palestino para investir a Sánchez.

Foto: El diputado del PP, Borja Sémper, en el Congreso (EFE/Fernando Alvarado)

Ese alineamiento con la cadena de consecuencias que el integrismo busca tras el ataque terrorista, más todavía cuando el antisemitismo puede volver a prender la peor de las pesadillas vividas en nuestro continente, sitúa España ante una triple señal de peligro que Sánchez no puede obviar.

En clave global, porque tanto en Ucrania como en Israel lo que está en juego es la supervivencia de la democracia en dos territorios fronterizos para Occidente.

En el escenario occidental, porque la fiabilidad de España como socio de la OTAN se encuentra seriamente comprometida con los de Yolanda Díaz.

Foto: Yolanda Díaz, José Manuel Albares y Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal)

Y en el territorio nacional, porque si Sumar está siguiendo las directrices de las élites extranjeras contrarias al modelo democrático, nada nos garantiza al 100% que no pueda compartir información delicada sobre nuestro país.

Suelo ser crítico con Sánchez, ahora bien, considero que ha hecho lo correcto al condenar los ataques terroristas como lo que son, también al exigir que Israel ejerza su derecho a defenderse sin salirse de los márgenes marcados por el derecho.

La solución de los dos Estados merece un debate sosegado en nuestro Parlamento. Pero también un largo empeño diplomático en unas circunstancias que no pueden ser como las actuales. Incluso puede tener sentido mantener una posición algo más tibia que la mostrada por nuestros principales socios europeos, como se ha visto durante los últimos días.

Foto: Pedro Sánchez en Albania. (EFE/Malton Dibra)

Dicho esto, resulta obvio que en la situación actual será un error todo lo que no sea poner pie en pared y desautorizar expresamente a los de Yolanda Díaz, así como renunciar de saque a que la cuestión pueda ser incluida como materia de negociación para la investidura sin articular antes un consenso político mayor.

Hasta el momento, las demandas de los indepes no han hecho más que demostrar que Sánchez carece de autonomía política: no puede decidir lo que quiere hacer, ni siquiera cuándo hacerlo. Eso ya se sabe. Esta exigencia de Sumar supone un reto todavía mayor, plantea la pregunta de si España tiene o no tiene soberanía.

La extrema izquierda española se posiciona frente al interés de la democracia occidental cada vez que tiene ocasión, perjudicando el interés del país, comprometiendo nuestra seguridad, debilitando a las poblaciones oprimidas y fortaleciendo a las élites autoritarias extranjeras. ¿Por qué?

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