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Atención peligro: contestación social y riesgo de combustión
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Atención peligro: contestación social y riesgo de combustión

Se dan las condiciones necesarias para el fuerte episodio de malestar que estamos atravesando. El engaño es evidente porque se hurtó a los españoles la verdad durante la campaña electoral

Foto: Nueva jornada de protestas en Ferraz. (Sergio Beleña)
Nueva jornada de protestas en Ferraz. (Sergio Beleña)
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Con esta temperatura en las calles, estamos demasiado cerca de que se produzca una desgracia. Es probable que los disturbios no hayan tocado techo todavía, que se prolonguen durante la próxima semana y que termine dándose un acontecimiento fatal. Aquí se está jugando con fuego y hace mucha falta reivindicar la serenidad.

Se dan las condiciones necesarias para el fuerte episodio de malestar que estamos atravesando. El engaño es evidente porque se hurtó a los españoles la verdad durante la campaña electoral. La gravedad de la situación es obvia porque quienes planean reventar nuestra democracia nunca soñaron con tener tanto poder como el que ahora disfrutan. Y las consecuencias serán severas porque el Partido Socialista ha cometido un error histórico que puede poner en riesgo existencial al país en que crecimos.

Sumen a lo anterior la frustración que vive el electorado conservador tras el resultado en las pasadas generales. Agreguen la competición entre el PP y Vox por la hegemonía cultural de la derecha. Incorporen un hecho objetivo: las imágenes de violencia no perjudican a Sánchez, le benefician. Y añadan lo más trascendente: el objetivo de impedir que haya alternancia en el poder. Frente a un paisaje como este, no hay quien pueda argumentar que la contestación social está controlada. En estos momentos está fuera de control.

Quienes se sienten cargados de razones para expresar su malestar harían bien en conjugar su contestación desde la inteligencia y no desde la ceguera. Y eso conlleva tener siempre presente que la diferencia entre los demócratas y los no demócratas se dirime en el respeto de los valores y principios democráticos.

Foto: Ione Belarra en la sesión de control en el Senado. (Europa Press /Alejandro Martínez Vélez)

La democracia no funciona únicamente como un juego de equilibrio entre poderes, es también un espacio en el que los perímetros importan y deben ser siempre respetados. En los países civilizados, los Parlamentos no se rodean, las sedes de los partidos no son asediadas y los representantes de los ciudadanos no son ni señalados, ni amenazados, ni agredidos.

Esas prácticas, que tienen resonancias revolucionarias, son sencillamente incompatibles con el comportamiento democrático y, por lo tanto, patriótico. Y, tendría que sobrar decirlo, dejan directamente sin razón a quien antes pudiera tenerla.

Hay que tirar de la madurez cívica que debemos transmitirle a nuestros hijos para que la democracia pueda prevalecer

Nos costó mucho alcanzar una sociedad en la que los políticos pudiesen ir por la calle sin escolta. Sería bueno que cualquiera de los actuales pudiese caminar este fin de semana sin tener el miedo que ahora tienen. Y sería también deseable que nunca veamos furgonetas de los antidisturbios a las puertas de ninguna sede partidaria.

No es fácil conjugar el malestar político en la calle de una forma inteligente y responsable, pero es imprescindible en unas circunstancias tan dolorosas como las actuales. Hay que tirar de la madurez cívica que debemos transmitirle a nuestros hijos para que la democracia pueda prevalecer.

Uno no debe olvidar nunca cuál es el sujeto político de la democracia, porque es precisamente ahí donde está su fortaleza: no es el pueblo, no es ningún colectivo, es el individuo. Las masas nos despersonalizan, alteran nuestra química, dificultan nuestro raciocinio. No debemos permitirlo si queremos ser libres. Dejarse arrastrar por los alborotadores, en cántico o en acción, equivale a una derrota personal. Hay que mantener a salvo el criterio individual en todo momento, siempre.

Foto: Carles Puigdemont durante una sesión plenaria en Bruselas. (EFE/Olivier Matthys)

Lo anterior exige separarse y separar a quienes buscan la violencia, o exhiben los símbolos que no son de todos, o proclaman el frenetismo. Pero, también, no dejarse instrumentalizar por quienes hacen del malestar de muchos su propio negocio político.

Las actuales movilizaciones no son propiedad de nadie y mucho menos de Vox, que busca en las emociones actuales una rama a la que agarrase en su caída. Nunca me cansaré de repetir que si estamos donde estamos es porque Abascal decidió hacer campaña contra Feijóo en lugar de contra Sánchez.

Del mismo modo, puede darse por seguro que Sánchez nunca se cansará de velar por Vox. Se necesitan mutuamente. No sé si algún día podrán los votantes de derechas interiorizar que solo hay una forma de desalojar a Sánchez: una mayoría absoluta del PP. No hay más opciones.

Considero que hoy no basta con llamar a la serenidad y a la madurez

La madurez cívica demanda ejemplaridad e inteligencia. Saber que la represión policial no siempre se gradúa en función de criterios objetivos. Y asumir que el poder político siempre buscará la manera de reducir la dimensión de la contestación, de caricaturizarla y, en cuanto pueda, de aplicar el sustantivo infalible: "radicales". Esa es la palabra que todos los poderosos emplean para deslegitimar a todos los que protestan. Detrás ya se van colgando distintos adjetivos (aquí: "extrema derecha", "nostálgicos del franquismo"…).

¿Son radicales quienes se están movilizando estos días? La gran mayoría no lo parece. Sin embargo, sí que está claro que la minoría violenta está mejor organizada, y eso le permite al poder empaquetar todo el conjunto en el marco comunicativo que necesita para victimizarse, legitimarse y aplicar la cortina de humo que está aplicando para ocultar su sometimiento a Puigdemont y compañía.

En el termómetro de la contestación ciudadana los grados no van subiendo de una manera regular y previsible. La historia de los movimientos sociales demuestra que el ascenso funciona en tres fases: primero hay un largo periodo de acumulación, después se alcanza la temperatura crítica de ignición y luego la combustión se propaga rápido por toda la sustancia combustible almacenada. Ahora estamos, prácticamente, entre el segundo y el tercer punto.

Basta un mal soplo del azar para que cualquiera pueda terminar abrasado. Por eso considero que hoy no basta con llamar a la serenidad y a la madurez. En este punto quiero precisar que los agentes polarizadores son los autores intelectuales de cualquier calamidad que pueda producirse durante los próximos días. Ninguna combustión social es espontánea. Todo este combustible embalsado es el resultado de un largo proceso de envenenamiento que tardaremos en superar. Lo haremos, no será fácil. Pero si nos agarramos a la democracia, lo superaremos. Libertad, sin ira. Sin ira, libertad.

Con esta temperatura en las calles, estamos demasiado cerca de que se produzca una desgracia. Es probable que los disturbios no hayan tocado techo todavía, que se prolonguen durante la próxima semana y que termine dándose un acontecimiento fatal. Aquí se está jugando con fuego y hace mucha falta reivindicar la serenidad.

Pedro Sánchez
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