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Aprenda a argumentar por qué la amnistía es un gran paso para la humanidad
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Aprenda a argumentar por qué la amnistía es un gran paso para la humanidad

Los españoles amamos a Sánchez porque lo importante no es que España perviva sino que Sánchez sobreviva. No necesitamos más y por eso está tan rica la amnistía

Foto: El presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (Europa Press/Álex Zea)
El presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (Europa Press/Álex Zea)
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Es poco probable porque se ven pocos estos días, pero lo mismo es usted uno de esos malos españoles que aún guardan alguna duda. No se preocupe, lo suyo tiene arreglo todavía. Para eso estamos. Basta con recetarle este pequeño inventario de los hechos tal y como sucedieron y, sin duda, tal y como serán contados por la historia en los siglos venideros.

Comencemos por recordar que fue este asunto y no otro el eje de la campaña electoral liderada por Pedro Sánchez. Hagan memoria de aquel debate que dejó psicológicamente desarbolado al pobre Feijóo. Rememoren cuando el presidente nos dijo a todos que su idea de España fue siempre la misma, que estaba dispuesto a jugárselo todo con tal de cumplir su palabra, que España se nos rompía a ojos vista y que no había más remedio que aplicar la grandeza. Fue ahí donde el gallego perdió.

Y fue entonces cuando el Partido Socialista ganó las elecciones generales con tantísima holgura. Aquella victoria salvó a nuestra democracia porque el PP obtuvo un mal resultado y Abascal terminó quedándose casi a las puertas de la Moncloa. La ola reaccionaria, los nostálgicos del franquismo, los fascistas de nuevo cuño habían sido milagrosamente frenados.

A pesar del aplastante triunfo socialista, la extrema derecha no aceptó el dictado de las urnas, es importante no olvidarlo. Prueba de ello fue la impugnación del resultado. Tan duro jugaron que hasta reclamaron que se recontasen las papeletas en Madrid.

Foto: Reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE del PSOE este lunes en Ferraz. (EFE/PSOE)

Robustecido por la mayoría absoluta en el Senado y los gobiernos autonómicos y municipales recientemente renovados, dispuesto a inmolarse personalmente por impulsar el interés general, Sánchez abrió un proceso de negociación transparente con todas las fuerzas parlamentarias. Tanto escrúpulo le puso, que hasta llegaron a retransmitirse en la televisión pública las distintas reuniones.

Mientras tanto, como ocurre en las democracias más desarrolladas, el Gobierno en funciones funcionaba también en el ámbito de la comunicación más honesta. No hubo un solo ministro que no defendiese la necesidad de mantener al Gobierno libre de cualquier asomo de sospecha de chantaje por parte de las minorías. Ninguno dijo en ningún momento que alguna vez pasaría lo que luego sucedió. Se respetó la inteligencia de los españoles con todo miramiento.

Y, sobre todo, se dejó terminantemente claro que el principio de igualdad entre españoles jamás sería violado. “Nunca se olviden de que este es el Gobierno más progresista de Europa, los españoles no se merecen que la Moncloa se convierta en una fábrica de desigualdad entre compatriotas”.

Fueron especialmente ejemplares todos los ministros vinculados a lo judicial. Defendieron después de las urnas la misma posición que antes. Y lo hicieron, si cabe, con una pasión y entereza ética todavía mayores que en el pasado. Pueden estar seguros de que su noble compromiso constitucional será enseñado en las facultades de Derecho por los siglos de los siglos.

Quizá por eso, por no quedarse atrás, fue a continuación el propio Conde-Pumpido quien decidió apartarse en su afán no ya de preservar la independencia del poder judicial, sino de apartar cualquier mínima sombra de duda. ¿Quién podría olvidarlo?

Foto: Carles Puigdemont el pasado 9 de noviembre en Bruselas. (Reuters/Yves Herman)

El mismo o mayor ahínco volcó Sánchez en el vibrante debate interno que vivió el PSOE. Primero, fijó las líneas rojas: blindar el perímetro de la Constitución, rechazar el relato de los delincuentes y mantener la autonomía del Gobierno y del partido intacta. Después, de agrupación en agrupación, se discutieron uno a uno todos los pactos. Y, más tarde, fue la militancia socialista convocada a consultas para rubricar cada uno de los acuerdos (Sumar, Junts, ERC, PNV, BNG y CC).

El cierre interno se celebró al día siguiente en un ilusionante comité federal del PSOE, con todos los líderes territoriales y referentes históricos felices y a una como en Fuenteovejuna. Retumban todavía en Ferraz las palabras de Sánchez. Y más que lo harán, porque quedarán escritas en piedra sobre la entrada de la sede: “La amnistía no es el punto de llegada, sino el de partida... Ofreceré a todos los españoles un referéndum sobre esta cuestión y juntos, unidos, daremos un paso adelante que hará palidecer de envidia hasta a los chinos”.

¿Bastaba con eso? De ninguna manera. El Manual de audacia sanchista siempre reserva a los españoles, vascos y catalanes del mañana un capítulo adicional para sembrar de belleza lo moral. Los grandes líderes se definen por su capacidad de unir y su aversión a la división. Quedaba reunir en torno al mismo propósito a toda la sociedad.

Foto: El expresidente de la Generalitat de Cataluña Artur Mas. (EFE/Quique García)

Sustituir el procés con un proceso de diálogo no visto en España desde los Pactos de la Moncloa. Monográficos en el Parlamento a diario, reuniones con todos los sectores de la judicatura, con los agentes económicos, mil y una entrevistas en los medios de comunicación…

Un diálogo que sirvió para hacer historia y para colmar de horizontes nuestras biografías. Fue histórica, más que la caída del Muro de Berlín, la noche en la que el bueno de Puigdemont compareció junto al heroico Cerdán para pronunciar su mítico: “No lo turnarem a fer”. Era el gesto necesario, imprescindible, que también comprendió el bueno de Otegi cuando expresó su total renuncia a gestionar la herencia política del terrorismo.

Y será provechoso para las vidas de nuestros hijos, porque la entrega de la soberanía fiscal a Cataluña y el País Vasco puede parecer un atentado contra la solidaridad fiscal, pero en el fondo pudiera no serlo tanto o, al menos, no terminar siendo del todo intolerable. ¿Con base en qué principios o razones debe un niño de Cádiz tener las mismas oportunidades que otro nacido en Donosti? El relativismo social es una buena escuela para la vida y para la política, nos hace más flexibles y más tolerantes.

Foto: Josep Borrell. (EFE/Franck Robichon)

Todo este despliegue de musculatura democrática impulsó al Partido Socialista a cifras nunca vistas antes en las encuestas, ni siquiera le salían las cuentas al riguroso Tezanos, quien, preocupado, dimitió. Las cifras de apoyo a la amnistía sanchista alcanzaban guarismos superiores a los de la Constitución en 1978.

Apenas hubo contestación social. No existe. Un puñado de viejos franquistas y unos ultras del Rayo Cayetano intentando hacer ruido a las puertas de Ferraz. Pijos desagradecidos. No cuentan. Aquí lo que vale es que el presidente es aclamado en todas las demás calles.

Los españoles amamos a Sánchez porque lo importante no es que España perviva sino que Sánchez sobreviva. No necesitamos más y por eso está tan rica la amnistía.

Si usted no lo ve a sí, corra al espejo, pida perdón a Puigdemont cien veces por tener esa cara de fascista y, ya que estamos, evite salir a la calle.

Es poco probable porque se ven pocos estos días, pero lo mismo es usted uno de esos malos españoles que aún guardan alguna duda. No se preocupe, lo suyo tiene arreglo todavía. Para eso estamos. Basta con recetarle este pequeño inventario de los hechos tal y como sucedieron y, sin duda, tal y como serán contados por la historia en los siglos venideros.

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