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El año en que vivimos peligrosamente: los 3 hitos políticos de 2023
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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El año en que vivimos peligrosamente: los 3 hitos políticos de 2023

Si dejamos disiparse la niebla de guerra nuestra de cada día, si nos quedamos únicamente con los hechos, llegaremos pronto a concluir que la discordia entre españoles volvió a crecer

Foto: Sánchez y Feijóo, reunidos en el Congreso. (EFE/Chema Moya)
Sánchez y Feijóo, reunidos en el Congreso. (EFE/Chema Moya)
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Estamos cerca de cerrar un año que nos deja una mezcla de sensaciones contradictorias: tenemos la impresión de que han pasado muchas cosas, y notamos que nada de lo fundamental ha cambiado. Parece una paradoja, pero solo es un contraste entre dos violencias complementarias: el clima político genera una actualidad sobreactuada que hace irrespirable el aire de la vida pública, y la realidad política perfora bajo nuestros pies la tierra común.

Si dejamos disiparse la niebla de guerra nuestra de cada día, si nos quedamos únicamente con los hechos, llegaremos pronto a concluir que la discordia entre españoles volvió a crecer durante 2023. Es lo trascendental. Y si seleccionamos los cinco hitos políticos del año, no tardaremos en demostrar que la confrontación es la condición necesaria de una forma de ver la política y el muro, la consecuencia deseada por una manera de ejercer el poder.

La conversión de las urnas en trincheras

Los españoles sobrevivimos a campañas electorales peor que cruentas, a cara de perro. Nadie recuerda hoy una sola propuesta de ninguno de los competidores. Nadie puede rememorar todos los bulos e insultos vertidos. Se desconoce si algún candidato llegó a pedir el voto pensando en la vida de sus votantes… Todo fue tóxico.

Hemos tenido que soportar el discurso general más destructivo y la propaganda más hiriente de nuestra historia. Es una incógnita si lo merecemos. Pero es una evidencia que haber pasado de "votar por" a "votar contra" resultará democráticamente devastador.

"Ya hemos llegado al punto en que ganar solo significa derrotar al otro y a cualquier precio"

Se nos envenenó todavía más la convivencia. Y por eso no hubo demanda de entendimiento tras los recuentos. Ya hemos llegado al punto en que "ganar" solo significa "derrotar al otro y a cualquier precio", incluso aunque la factura conlleve dañar al bien de la nación y al interés propio.

Como resultado de lo anterior, las elecciones de mayo trajeron al PP más poder territorial del que ha tenido nunca, y las generales dieron al PSOE la oportunidad de mantenerse en el poder, apoyándose en una mayoría parlamentaria más inestable y radical que la anterior. El conflicto territorial está asegurado y el conflicto en todos los parlamentos, garantizado. Las opciones de que vivamos en un sistema político con una relación mínimamente fluida entre el presidente y el líder de la oposición son marginales. Las probabilidades de recuperación del impulso reformista son, a cierre de año, iguales a cero.

La separación de poderes como campo de batalla

Termina 2023 con la disputa afianzada dentro del poder legislativo porque los populares están dispuestos a torpedear constantemente desde el Senado todo lo que venga desde el Congreso. Las tensiones diarias en el seno de la mayoría que sostiene al ejecutivo están públicamente confirmadas por los socios, con quienes Sánchez además ha establecido compromisos directamente contradictorios.

Y las disputas dentro del poder judicial pueden darse por hechas porque el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo navegan decididamente en rumbo de colisión. A su vez, ya están sentadas las bases para un largo combate entre el poder ejecutivo y el judicial. Cada vez que vean a Bolaños diciendo que está dispuesto a dejarse la vida por la justicia, recuerden que no se refiere a sacrificar su propia existencia, sino a cobrarse la de los magistrados.

Lo estructural es que ya está consolidada, y en pleno funcionamiento, la clara coincidencia de intereses entre el separatismo y el populismo sanchista respecto al debilitamiento de la justicia. Los dos van a por su propia impunidad. Los delincuentes para quedarse limpios, poder rearmarse y volverlo a intentar. Y el gobierno para reducir los mecanismos de control, la rendición de cuentas y desactivar los frenos al abuso de poder.

Foto: El presidente sustituto del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Vicente Guilarte. (EFE/Kiko Huesca)

Los dos pretenden manipular a la carta las leyes, porque debilitando a la justicia podrán adaptar cada ley y cada interpretación de la ley a sus propias agendas políticas. Y los dos están victimizándose mientras actúan como agresores a la integridad del poder judicial. Al presentar a los tribunales como cortijos elitistas, como una especie de estado profundo, fingiéndose víctimas y disfrazándose de héroes del pueblo en la lucha por la justicia verdadera (hecha a su exclusiva medida, naturalmente).

De manera que, en términos de salud democrática, España termina el año con las entrañas más cerca de Polonia que de Portugal. En el estado actual de las cosas, el deterioro no irá a menos, solo puede ir a más porque esto va de anular la alternancia en el poder.

El asedio a los fundamentos del sistema

En 2023 no hemos asistido a un fraude electoral y tampoco estamos asistiendo a un golpe de Estado. Sin embargo, sí estamos presenciando la instalación de una democracia "paraconstitucional". La amnistía abre el camino a que la Carta Magna siga existiendo, mientras el gobierno actúa de manera paralela a la Constitución. Esa ley es el referente más visible de lo "paraconstitucional", pero se han dado bastantes más a lo largo de los últimos doce meses. Desde luego la disciplinada molienda de los usos y costumbres democráticas, también la colonización institucional, que ha impactado en el papel global de nuestro país.

Bastantes de los adeptos menores a Sánchez han sido premiados con una amplia pedrea de embajadas y puestos internacionales sobre la que se ha hablado poco. No son simplemente caprichos cesaristas, son designaciones que responden un cambio en la política exterior de nuestro país que ni siquiera se está debatiendo y que, por supuesto, también es un fundamento, una política de Estado.

Foto: El ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, durante una reciente visita a Marruecos. (EFE/Jalal Morchidi)

Otra política de Estado que se está subvirtiendo por la puerta de atrás. Más allá del fracaso de la presidencia europea, lo cierto es que el gobierno ha dado fuertes volantazos internacionales: España ha perdido su papel de mediación en el norte de África al someterse a Marruecos, y nadie nos ha explicado con qué provecho.

España ha perdido su capacidad de contribuir a la solución en el conflicto entre Israel y Hamás, y nadie nos ha explicado con qué utilidad. Sánchez insultó al presidente argentino gratuitamente, antes de que fuese elegido, y nadie nos ha explicado dónde está la ventaja de ser hostil cuando es innecesario.

Hace unos días, el presidente del gobierno de España se comportó en Bruselas como si fuese Tsipras, y nadie nos ha explicado qué rédito puede traernos esa actitud. De golpe, el gobierno acaba de bloquear la decisión de la UE para contribuir a la operación para velar por la seguridad en el mar Rojo y nadie nos ha explicado el motivo.

"El presidente de España se comportó en Bruselas como si fuese Tsipras, y nadie nos ha explicado qué rédito puede traernos esa actitud"

¿Qué está pasando aquí? Todo parece indicar que el europeísmo, el atlantismo y la atención al Magreb e Iberoamérica que definían la política exterior desde el comienzo mismo de la democracia se están desmontando. ¿Por qué? ¿A quién benefician todos estos cambios?

Estamos cerca de cerrar un año que nos deja con una mezcla de pronósticos contradictorios para 2024: tenemos la impresión sólida de que podría ser todavía más divisivo que 2023, y notamos que la fragilidad de la legislatura es mucha, estamos en manos de los 7 votos de un demente.

Hay, eso sí, algo seguro. Esto es España y no vamos a aburrirnos.

Estamos cerca de cerrar un año que nos deja una mezcla de sensaciones contradictorias: tenemos la impresión de que han pasado muchas cosas, y notamos que nada de lo fundamental ha cambiado. Parece una paradoja, pero solo es un contraste entre dos violencias complementarias: el clima político genera una actualidad sobreactuada que hace irrespirable el aire de la vida pública, y la realidad política perfora bajo nuestros pies la tierra común.

Pedro Sánchez PSOE
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