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Profecía goyesca de la sinrazón parlamentaria
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Profecía goyesca de la sinrazón parlamentaria

Lo relevante no es que Sánchez pueda o no pueda sacar adelante esta votación, lo trascendente seguirá siendo que España no debería estar padeciendo esta situación

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
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La actualidad política de nuestros días viene adquiriendo relieves de punta seca, aguatinta y aguafuerte. Textura de amargos grabados que van sucediéndose y mostrando las consecuencias de la sinrazón. Goya lo advirtió antes que nadie. Es lo que tiene el arte, también contiene la virtud profética.

Su Capricho 42 ilustra la maldición de las élites españolas. Dos hombres encorvados soportan, a duras penas, dos asnos sobre las espaldas. El pueblo padeciendo a las clases improductivas y extractivas. Entonces eran la nobleza y el clero. Hoy son el populismo y el nacionalismo.

Se titula Tú que no puedes. Y esas cuatro palabras ponen en su sitio a lo que sucederá en el Parlamento esta semana. Para el presente y el futuro de nuestro país, lo relevante no es que Sánchez pueda o no pueda sacar adelante esta votación, lo trascendente seguirá siendo que España no debería estar padeciendo esta situación.

Los caprichos de Iglesias y Puigdemont son contrarios al interés y a la necesidad de la población. Y no hay remedio. No lo hay porque el ego y la adicción a los atributos del poder que tiene Sánchez nos están llevando más allá de la degradación, al territorio del esperpento parlamentario diario.

El Capricho 55 nos ofrece la imagen de una persona ajada y desdentada, envejecida y consumida. Está frente al espejo. Trata, sin embargo, de embellecerse, prueba de que el veneno de la vanidad llega siempre hasta el final. Al lado, pero fuera de su ángulo de visión, un grupo de personajes trata de contener la burla como puede.

Se titula Hasta la muerte. Y esas tres palabras bastan para retratar la naturaleza ambivalente de la mayoría de la investidura. La voluntad de dar muerte a todo lo que huela a 1978. Y, entre los socios, el deseo decreciente de que el presidente siga políticamente vivo.

Sus socios​ exigen que se vea que le tienen en sus manos. Y para eso hacen falta sesiones de humillación y periódicos votos de castigo

Cada vez que Sánchez entre en el Parlamento, tendrá que ponerse frente al espejo de las consecuencias de su decisión. Sus socios quieren, exigen, que se vea que le tienen en sus manos. Y para eso hacen falta sesiones de humillación, frecuentes torturas y periódicos votos de castigo.

Por eso, la incertidumbre entre la tortura (la plausible salvación de la votación cuando el agua llegue al cuello) y el castigo (la verosímil imposición de una derrota vergonzante) es menor que la certeza (perseverarán en el sometimiento, dejándole en el Gobierno sin permitirle gobernar). Está rodeado de quienes más se burlan de él, y de quienes más pueden marchitarle. Hasta que la muerte los separe.

El Capricho 38 destaca entre los más lisérgicos. Nos muestra un mono tocando una guitarra frente a un burro sentado que atiende a la música con entrega y felicidad, detrás un grupo de personajes celebrando el momento entre carcajadas y aplausos.

Se titula ¡Bravísimo! Y entre esos signos de exclamación cabe la atronadora propaganda que mancilla el debate público de nuestra nación. La guitarra es el argumentario compuesto en la Moncloa. El mono representa a la prensa oficialista. El burro, al pueblo cautivado por un relato estridente y sin matices que maltrata la racionalidad hasta el embrutecimiento. Los personajes del fondo, claro está, ponen el rostro al poder político. Llama la atención esa risa, ese ataque de risa cruel disfrutando incontenidamente del envilecimiento general.

El relato se compone aporreando las cuerdas del relativismo moral y se difunde aplicando la propaganda. La falta de autonomía y autoridad del Gobierno es una anomalía, pero resuenan las palmas como si fuese deseable. El poder que hoy gozan los adversarios de nuestra democracia es una amenaza para el país entero, pero estallan los olés como si fuese constructivo.

La sordidez llega al punto de quejío flamenco, vibran los ayyyyyys en los muros de la legislatura yerma, porque rechazan tender puentes los que están al otro lado de la muralla levantada para partir la sociedad hasta que nos partamos la cara.

El Capricho 52 es un reverso cervantino monumental, está entre mis favoritos. Dos diagonales cruzan la imagen, son troncos de árbol inerte cubiertos de ropajes que simulan la presencia de un gigante sobrehumano. A los pies, de rodillas, un conjunto de figuras hace con las manos el gesto de oración, la señal de devoción. En la zona superior, apenas perfilados, pueden distinguirse unos seres asistiendo con indiferencia al engaño.

Se titula Lo que no puede un sastre. Y en ese título es donde nos aguarda la piedra que caerá, la clave de bóveda de toda la legislatura. Estamos asistiendo a dos degradaciones simultáneas: se degrada la democracia y se degrada también el Ejecutivo. La primera sigue latiendo a pesar de todo, el segundo tiene los órganos y funciones vitales expropiados por sus socios.

Este Gobierno no puede gobernar porque no tiene libertad. Pero tiene poder. Tiene telares y sastres, es decir, tiene el dominio de lo simbólico. Como consecuencia, mantiene el poder de la representación. Y lo conservará mientras sea tomado en serio. Los creyentes estafados que permanecen arrodillados se fijan en el traje, pero el espectador puede ver que no hay nada debajo distinto de una farsa.

La belleza de este grabado (y del conjunto) es dual. No es solo estética, también es funcional. Demuestra la debilidad del poder ejercido sin latidos y sin neuronas. Refleja el potencial que contienen todos los puntos de ruptura, la fuerza que tiene la sátira para arrojar puntos de luz sobre la verdad y para transformar la realidad.

La sátira desestabiliza el control de la narrativa oficial, revela la hipocresía del comportamiento político erosionando su credibilidad, pone al descubierto la corrupción moral, cuestiona la autoridad por su falta de integridad, canaliza el descontento y desmoviliza a los sectarizados amplificando el sentido del ridículo. Crea conciencia.

El resultado de esta votación en que parece dirimirse todo terminará siendo insignificante y muy probablemente opuesto al de la votación que venga después. El verdadero campo de batalla es cultural, es simbólico. Falta imaginación ahí y sobra indignación estirada. Sobra solemnidad y falta la risa. Falta la sátira.

La actualidad política de nuestros días viene adquiriendo relieves de punta seca, aguatinta y aguafuerte. Textura de amargos grabados que van sucediéndose y mostrando las consecuencias de la sinrazón. Goya lo advirtió antes que nadie. Es lo que tiene el arte, también contiene la virtud profética.

Pedro Sánchez
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