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El éxodo de los intelectuales progresistas en España
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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El éxodo de los intelectuales progresistas en España

La izquierda española se está quedando sin librepensadores. Cinco años de sanchismo han bastado para que los intelectuales contemporáneos hayan ido cerrando las maletas

Foto: Pedro Sánchez, en Fitur. (Europa Press/E. Parra)
Pedro Sánchez, en Fitur. (Europa Press/E. Parra)
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Sobran voces progresistas en las teles y bots en las redes sociales, pero faltan cerebros. La izquierda española se está quedando sin librepensadores. Nadie es capaz de decir cinco nombres de intelectuales autónomos y respetados que respalden al sanchismo.

El invierno neuronal es completo. Y también contrario a la historia de la inteligencia española. En nuestro país, durante más décadas de las que pensamos, ser intelectual sin ser de izquierdas era un hecho excepcional que a corto te hacía sospechoso, y que a largo te alejaba de la posteridad. Sin embargo, ya no. Todo eso ha cambiado. ¿Por qué?

La migración de los intelectuales progresistas no es un fenómeno exclusivamente español. Está pasando en todas las sociedades occidentales, pero en ningún otro lugar tan agudamente como aquí.

Seguramente, el desgaste en los materiales de la era democrática que comenzó con la Ilustración sirva para iluminar la zona profunda de lo que ahora ocurre. Fue entonces cuando el concepto de intelectual echó a andar.

La migración de los intelectuales progresistas no es un fenómeno exclusivamente español. Está pasando en todas las sociedades occidentales

Los ilustrados buscaron la superación del antiguo régimen mediante los principios de libertad e igualdad, persiguieron un cambio en la estructura política y social sostenido sobre la racionalidad, enarbolaron la democracia, conjugaron el reformismo, abogaron por la unidad nacional, empujaron para que avanzase la laicidad, y siempre, siempre, incentivaron el pensamiento crítico.

La tensión entre los portadores de estos principios liberales y sus antagonistas conservadores explica buena parte del siglo XIX español y europeo.

De la democracia al cesarismo

Esos valores, que son la patria de la izquierda, que siguen teniendo pleno sentido en cualquier sociedad abierta, han dejado de tener importancia para los líderes progresistas actuales.

Los intelectuales contemporáneos empezaron a hacer las maletas cuando los dirigentes progresistas comenzaron a sustituir la libertad por el puritanismo, la racionalidad por la publicidad, la democracia por el cesarismo, el reformismo por el bloqueo político, la unidad por la división territorial, la laicidad por el silencio ante la amenaza existencial del fundamentalismo islámico, y el respeto al pensamiento crítico por el odio de la cancelación. Es decir, cuando la izquierda comenzó a alejarse de lo liberal para echarse en brazos de lo iliberal.

El siglo XX fue el siglo de los grandes relatos, de las narrativas totalizadoras como el fascismo o el comunismo, la historia de los peores fracasos y las peores brutalidades. Los intelectuales quisieron atravesar toda esa oscuridad desde un compromiso político que en demasiados casos legitimó el espanto.

Foto: Fernando Savater, en marzo pasado, durante una entrevista con El Confidencial. (Ana Beltrán)

Sin embargo, también hubo luces. Fue la época de la Gran Depresión y de la gran destrucción europea. Y, como consecuencia, el cuestionamiento de las desigualdades sociales, la lucha por las condiciones laborales, el feminismo. Y, como consecuencia, el nacimiento de la socialdemocracia, la lenta construcción del bienestar y la expansión de las clases medias que sostienen nuestra democracia y nuestro modo de vida.

Los intelectuales contemporáneos empezaron a llenar las maletas cuando los dirigentes progresistas actuales comenzaron a venderse a las falsas utopías inmediatas del nacionalismo y el populismo, cuando empezaron a vendernos que nuestras condiciones de vida progresaban mientras no había más progreso que el de la precariedad, cuando la necesaria revolución feminista degeneró en los años de terror revolucionario queer.

Renunciaron a la socialdemocracia integradora y se refugiaron en la cómoda e impotente retórica desintegradora de la identidad. Abandonaron a las clases medias, renunciaron a la búsqueda del bienestar general, a lo material y todo lo sustituyeron por lo autorreferencialidad.

Los dirigentes progresistas se han vendido a las falsas utopías del nacionalismo y del populismo

La cultura del victimismo ficticio: tu problema es que eres catalán o lesbiana, eso es lo único que te define y lo único que en verdad importa, no que seas pobre y no dispongas de la misma oportunidad en la vida que mereces tú y todos los demás.

En España, la guerra civil, el exilio y la represión hicieron sencillamente incompatible al intelectual con la dictadura. El hambre de democracia, la sed de cultura y educación, el miedo, la voluntad de transición pacífica, el deseo de relevo generacional, las ganas irresistibles de modernidad; reunieron a todos los intelectuales en el mismo territorio ideológico.

La hegemonía del progresismo en la intelectualidad durante los primeros cuarenta años de nuestra democracia se explica porque el lugar de los reaccionarios estaba entonces claramente delimitado.

Foto: El escritor Javier Cercas. (EFE/Sergio Pérez) Opinión
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Antes, era evidente donde se concentraban el rencor y la voluntad de enfrentamiento, donde los dogmáticos, donde uno tenía que cuidar lo que decía, donde andaban los enemigos de la desigualdad, donde se defendían los privilegios y a qué puertas llamaban los corruptos, donde se apoyaba a los asesinos, en definitiva, donde estaban los adversarios de nuestro modo de vida constitucional. Nada de eso está ahora igual de claro.

Cinco años de sanchismo han bastado para que los intelectuales contemporáneos hayan ido cerrando las maletas. Y no porque los librepensadores hayan cambiado, sino porque los dirigentes que ahora se llaman progresistas no son de izquierdas, aunque sí son contrarios y con frecuencia a lo que el progreso significa.

Hoy lo reaccionario es hurgar en el trauma de la guerra civil y la dictadura para quebrarnos la concordia sin aliviar ningún dolor. Es levantar un muro entre compatriotas para impedir la alternancia en el poder. Es convertir a los partidos en máquinas de purgar —que no se veían en España desde los años treinta— y no por razones ideológicas, sino por pulsiones autoritarias. Es darle a unos niños una vida mejor o peor en función del lugar donde nazcan como quieren los nacionalistas. Es hacer impunes a los delincuentes y hacerle los deberes a las élites corruptas del separatismo. Es bailarle el agua a los herederos de los asesinos de inocentes. Es someter el destino de la sociedad entera al capricho de las minorías que quieren llenar de minas el terreno de la convivencia.

Cambio de bando

Hoy, después de cinco años de sanchismo, gran parte de todo lo que resulta radicalmente reaccionario ha cambiado de bando.

Quedaban algunos intelectuales hasta hace algún tiempo por la zona, más por motivos sentimentales y biográficos que por convicciones. Pero este Gobierno se lo ha puesto muy difícil.

Imposible, en realidad, porque la ausencia de principios y la existencia de un único fin —sobrevivir en el poder— hacen que la gestión del Gobierno sea sencillamente imprevisible. Y cada día cae como un mazo sobre lo dicho el día anterior, sobre lo que ayer uno quiso defender y ahora no puede defender. Defender esto es un ejercicio demasiado degradante para cualquiera que aprecie la coherencia, se respete un poco y quiera mínimamente a nuestro país.

Además, ni siquiera es necesario. Nadie en el Gobierno le está pidiendo a ningún intelectual que se sacrifique. No los consideran necesarios porque tienen tertulianos y expertos en redes sociales, bots y publicistas. Por no haber, no hay ni afecto. Así que los que quedaban, uno a uno, han ido dando el portazo. No queda nadie.

Sobran voces progresistas en las teles y bots en las redes sociales, pero faltan cerebros. La izquierda española se está quedando sin librepensadores. Nadie es capaz de decir cinco nombres de intelectuales autónomos y respetados que respalden al sanchismo.

Izquierda Española Pedro Sánchez
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