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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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La piel de Puigdemont

Sánchez decidió vestirse con la piel de Puigdemont sin valorar que tomaba una elección irremediable, sin tener en cuenta las consecuencias de su propia elección, pero disponiendo de toda la información

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont atiende a medios a su llegada al Parlamento Europeo. (Europa Press/Álex Flores)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont atiende a medios a su llegada al Parlamento Europeo. (Europa Press/Álex Flores)
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La historia de esta semana ya está escrita. Balzac se encargó de ello en 1831. Es también la historia de la legislatura entera y de buena parte de la naturaleza humana. A fin de cuentas, la amnistía no puede contarse desatendiendo las derivadas de la ambición y del deseo, las desembocaduras tras los atajos. A veces el destino nos castiga cumpliendo lo que deseamos, basta con ver lo que está ocurriendo.

Al principio de la obra, frente a un umbral, vemos a un joven en una situación económica desesperada. Entra en la tienda de antigüedades y descubre un objeto sobrenatural. Es una prenda de ropa hecha de piel, una chaqueta de propiedades mágicas. Tiene el poder de conceder todos los deseos de su dueño, pero hay dos condiciones: una vez puesta no se puede quitar y cada deseo concedido reduce la talla del cuero.

Sánchez decidió vestirse con la piel de Puigdemont sin valorar que tomaba una elección irremediable, sin tener en cuenta las consecuencias de su propia elección, pero disponiendo de toda la información.

Nadie debería saber más que el presidente del Gobierno sobre la extensión de los vínculos de Aragonès con Tsumani y la profundidad de las relaciones entre Puigdemont y el putinismo. Dos tramas más que comprometedoras para la seguridad nacional, y compatibles con su voluntad declarada de volar por los aires nuestra democracia.

Sin embargo, ante la adversidad dictada por las urnas, optó por abrocharse el pellejo del delincuente a su cuerpo y obtuvo la deseada investidura. En ese mismo instante, la piel se le estrechó alrededor de todo el cuerpo de manera irreversible.

Obtuvo la satisfacción inmediata que buscaba. Apartó el interés del país y, palpándose, pensó que el estrechamiento era tolerable. Lo celebró. Soñó que el resto sería coser y cantar. Creyó que su descrédito sería efímero, que la decepción y la impresión de traición terminarían disolviéndose con el pasar del tiempo.

Foto: Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Ronald Wittek)

Sin embargo, el tiempo es un animal en constante movimiento. Y se movió. Los jueces no dejaron de hacer su trabajo. La oposición no se paralizó. Y la primera negociación de la investidura llegó pronto, antes de las campanadas.

Confiado, calculó que podría gestionarlo. No fue así. Sobrestimó sus opciones y erró al pensar que tenía un socio cuando se encontraba frente a un adversario. El juego parlamentario había cambiado. Puigdemont le apretó hasta el último minuto. Sánchez no tuvo más remedio que formular un segundo deseo. Y la piel se le apretó otra vez.

Desde el primer tramo de la novela, mucho antes que el propio protagonista, tanto el lector de Balzac como los espectadores de la actualidad perciben con claridad los costes que genera esa relación obsesiva con el poder.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Kiko Huesca) Opinión

Las consecuencias se notan en el deterioro del entorno entero, en las preocupadas conversaciones de los secundarios y, desde luego, en él mismo. Página a página, vamos viéndole más débil, más sombrío y más aislado. Pero persiste.

No está preparado para asumir que la felicidad buscada va pareciéndose demasiado a la desesperación. Haciendo de tripas eufóricas corazón según se acerca la próxima negociación.

Ya estamos en ella. El personaje siente lo que le restringe, intuye lo que vendrá y, a pesar de todo, persevera. Esa es también la historia de la semana.

Los lectores sabemos que la de este martes era la votación clave para dirimir si la ley de amnistía se acomoda o no se acomoda a las exigencias de Puigdemont. Y, justo a continuación, otra reunión entre los de Junts y los socialistas con los mediadores internacionales de por medio. Doble sesión.

Y sabemos también lo que vendrá: para que el deseo de seguir en el Gobierno le sea concedido a Sánchez, Puigdemont tiene que recibir su cesión. Por lo tanto, no hay redención posible, esta es una tragedia forjada al lento fuego de las sesiones parlamentarias.

La historia de esta legislatura solo puede ser trágica, porque en la tensión que vive Sánchez entre lo conveniente y la conciencia siempre elegirá la conveniencia, por muy crecientes que sean las estrecheces para él mismo y para el país.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (Reuters/Jon Nazca)

A lo largo de estos días, veremos cómo la piel de Puigdemont se le estrecha de nuevo a Sánchez, doblemente además. Esas dos vueltas de tuerca dañarán la salud de nuestra democracia, pero también agarrotarán todavía más un Gobierno recién nombrado y ya falto de aire.

Sánchez persistirá. No está equipado para comprender que la naturaleza humana tiene limitaciones, que es imposible satisfacer todos los deseos sin desatar lo indeseable. Su impulsividad en la toma de decisiones y su falta de reflexión ante una elección trascendental están teniendo y tendrán implicaciones que no podrá detectar, aceptar ni enmendar.

Terminará mal, porque no está capacitado para asumir el funcionamiento político del tiempo. Su presencia en el poder es transitoria, mientras los nacionalistas se mueven atendiendo al reloj histórico. Él quiere sobrevivir en el poder como sea, y ellos están haciendo todo lo necesario para que nazca su país aunque ya no estén vivos cuando eso ocurra.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Fernando Villar) Opinión

Cada día, el presidente hará una cesión más para seguir un día más en el poder. Sufrirá el desgaste para descubrir después que tendrá que ceder más. La amnistía, ya le dijeron, tan solo es el punto de partida. Los delincuentes tienen una lista de cesiones de mayor alcance y longitud que el catálogo de deseos de Sánchez. Queda por ceder mucho más de lo que se ha cedido.

Está atrapado y cada vez que entre en el Parlamento saldrá más apretado. Tanto, que en los libros de historia su nombre quedará escrito al pie de una fotografía donde solo podrá verse la piel de Puigdemont.

La piel de zapa es una novela que nos enseña algunas lecciones muy valiosas sobre la responsabilidad. Es un libro profundamente cívico que se queda en la memoria como un talismán.

Nos recuerda la importancia de la moderación y el equilibrio en la búsqueda de nuestros objetivos, resalta el valor del autocontrol y la autoevaluación, nos llama a reconocer y respetar los límites morales, nos invita a pensar en el impacto que tienen nuestras decisiones a largo plazo y nos convoca a priorizar las necesidades sobre los deseos. En el fondo, es un tratado de ciencia política. Y también una buena compañía para la vida.

La historia de esta semana ya está escrita. Balzac se encargó de ello en 1831. Es también la historia de la legislatura entera y de buena parte de la naturaleza humana. A fin de cuentas, la amnistía no puede contarse desatendiendo las derivadas de la ambición y del deseo, las desembocaduras tras los atajos. A veces el destino nos castiga cumpliendo lo que deseamos, basta con ver lo que está ocurriendo.

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