Es noticia
Sánchez y Puigdemont: lo parece, pero no
  1. España
  2. Crónicas desde el frente viral
Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

Por

Sánchez y Puigdemont: lo parece, pero no

Durante las próximas semanas veremos especulaciones, se cruzarán las apuestas sobre el final de esta legislatura, veremos un espectáculo truculento tras otro, pero la legislatura continuará

Foto: Pedro Sánchez, en una rueda de prensa. (EFE/Moncloa/Fernando Calvo)
Pedro Sánchez, en una rueda de prensa. (EFE/Moncloa/Fernando Calvo)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Lo parece, pero no. Esta semana solo se ha jugado una mano y la partida va para largo. Las cosas no están tan mal entre Sánchez y Puigdemont como podría pensarse. Su coincidencia de intereses permanece estable y eso es lo sustancial en términos estratégicos.

Aparquemos el revuelo y quedémonos con un hecho. Hay dos estrategias en juego: una termina con Sánchez gobernando en España y la otra con Puigdemont en Cataluña. Y esos dos objetivos, además de ser mutuamente compatibles, mantienen una situación de mutua necesidad que a día de hoy no está amenazada.

Puede argumentarse que el de Waterloo tiene marcada una meta para después de su objetivo, que trata de desarmar al Estado para que en el futuro nada pueda frenar la segunda edición del golpe separatista. Eso es correcto. Sin embargo, no es un factor que ponga en riesgo la confluencia de intereses. Más bien lo contrario, tiende a fortalecer a los dos jugadores.

El debilitamiento de la democracia no le viene mal a Sánchez. Un poder judicial más débil conlleva un poder ejecutivo más fuerte, menos controlable. La anemia sistémica facilita su supervivencia en el poder. Así que por ese lado no hay demasiadas fricciones, aunque sí lubricante para la polarización.

Foto: Miriam Nogueras pasa por delante del escaño de Pedro Sánchez, en el debate de la ley de amnistía en el Congreso. (EFE / Borja Sánchez-Trillo)

Puede señalarse que hay más actores en el tablero. Y los hay, pero no tienen capacidad efectiva de decisión. Por consiguiente, no son jugadores. Son piezas que pueden sacrificarse. En este juego hay dos víctimas propiciatorias: Puigdemont quiere derrotar a ERC y Sánchez pretende sacrificar al PSC. Las dos caídas son también compatibles y mutuamente necesarias.

A este PSOE no le interesa que el PSC gane las próximas elecciones catalanas. Primero porque un president socialista sería un contrapoder en el seno de un partido cesarista. Y segundo, porque esa presidencia autonómica comprometería los acuerdos con el nacionalismo catalán en el Congreso de los diputados.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Fernando Sánchez) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Sánchez, perdido en el laberinto
Ignacio Varela

Puigdemont tardaría cinco minutos en retirar el apoyo a Sánchez en Madrid si tras las urnas se propiciase un gobierno del PSC con ERC. Todo saltaría por los aires.

Pero ERC tendría más dificultades para salirse de la mayoría parlamentaria que sostiene a Sánchez si gobernase Junts en Cataluña. Sufriría al colisionar ideológicamente con su base social después de haber sufrido una derrota electoral. Sencillamente, no se lo podrían permitir.

No deja de ser paradójico que el PSC y ERC tengan tantas papeletas para salir con cara de pagafantas tras la formación del próximo gobierno catalán, después de que sus electorados fuesen determinantes para mantener a Sánchez en el poder.

Veremos un espectáculo truculento tras otro, pero la legislatura continuará. Quedan manos por jugar

Durante los próximos días y semanas veremos múltiples especulaciones, se cruzarán las apuestas sobre el final de esta legislatura, asistiremos a duelos y desafíos verbales entre las partes, veremos un espectáculo truculento tras otro, pero la legislatura continuará. Quedan manos por jugar.

La esperanza de vida de este gobierno no depende de lo que ocurra con la ley de amnistía ni de los presupuestos. Está condicionada al resultado de las elecciones catalanas porque la formación del próximo gobierno de Cataluña consolidará o quebrará la confluencia de intereses que ahora mantienen Sánchez y Puigdemont.

Conviene que lo asumamos por una cuestión de salud mental, para que no caigamos en el tremendismo exportado desde el Parlament catalán al Parlamento español. Y creo también aconsejable que nos fijemos en otra fecha anterior a la de las urnas catalanas que decidirá Aragonès.

Foto: Banderas españolas y de la Unión Europea. (Europa Press / Diego Radamés)

Antes de esa cita, habrá elecciones europeas. Puigdemont será candidato y la competición servirá de ensayo general para los dos partidos nacionalistas catalanes. La duda está en cuál de los dos será primero en esa región. Y la certeza es que los de Junts ya están en campaña.

Al inicio del pasado verano los viejos convergentes estaban prácticamente desahuciados. Llegó el caprichoso resultado de las generales como una oportunidad llovida del cielo y no han dejado de aprovecharla. Parece poco verosímil que vayan a bajar el ritmo según se acercan unas urnas en las que su líder será el cartel electoral.

No bajarán el tono, irán a más. No relajarán la relación sádica que mantienen con Sánchez, apretarán y apretarán. Harán todo lo posible para que la humillación a Sánchez sea más lacerante y evidente. Lo harán porque cuanto mayor sea el escándalo infligido por el amo, menor parecerá ERC, más pequeños que la insignificancia. Viendo los mítines que dirige a su público, Nogueras desde el atril parlamentario… ¿Queda alguien que se acuerde de Rufián?

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)

Puigdemont sabe que la posibilidad de lograr la amnistía que quería se ha vuelto muy complicada. Sabe que esto es así, no porque los socialistas hayan dejado de tragar, sino porque la justicia y Europa han puesto pie en pared. Y sabe, además, que dejar caer esa medida antes de las urnas puede tener un coste electoral.

Sánchez sabe que su socio de investidura no puede aceptar el texto, como está, que no se conforma con la vergonzosa reforma del código penal del delito de terrorismo. Y sabe que si no le da un incentivo suficientemente valioso, Puigdemont es capaz de asumir el coste porque siempre podrá refugiarse en la pureza nacionalista y el "a mí no me engañan como siempre hacen con ERC".

La próxima mano se jugará con esas cartas. Moncloa tiene que ofrecerle una salida suficientemente valiosa. No es nada fácil, aunque de todos es sabido que las líneas rojas fueron pintadas para que este gobierno las pudiese traspasar sin pestañear.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), conversa con su vicepresidenta primera, María Jesús Montero. (EFE/J.J. Guillén)

Más difícil será que los presupuestos salgan adelante. Para los de Junts el combo de haber arrancado al gobierno una amnistía más robusta de la que habría alcanzado nunca ERC, y de haberse llevado por delante nada menos que las cuentas de España, no es un mal medallero electoral. El incentivo tendría que ser descomunal.

Da la impresión de que el sanchismo al completo ha digerido ya como normal que España se quede sin cuentas y ponga en jaque los fondos europeos. Ahora nos lo tienen que vender.

Mientras los dos jugadores siguen, mano tras mano, pendientes nada más que de sí mismos, los comentaristas van contando suavemente que no pasa nada, que en el fondo todo esto es lógico y hasta deseable. Y, de vez en cuando, nos sugieren que aplaudamos hasta rompernos las manos porque sea la felicidad de los contendientes. Eso es todo lo que importa.

Lo parece, pero no. Esta semana solo se ha jugado una mano y la partida va para largo. Las cosas no están tan mal entre Sánchez y Puigdemont como podría pensarse. Su coincidencia de intereses permanece estable y eso es lo sustancial en términos estratégicos.

Pedro Sánchez Carles Puigdemont
El redactor recomienda