Crónicas desde el frente viral
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¿Por qué el BNG está haciendo la mejor campaña electoral?
En la última ocasión, ya destacaron por su labor. Tienen ahora una capacidad competitiva mayor. Lo es por méritos propios y también por los deméritos de los adversarios
No es una opinión, es un hecho objetivo. Los números de las encuestas reflejan un desempeño superior de los nacionalistas gallegos en la carrera hacia las urnas. No es la primera vez. En la última ocasión, ya destacaron por su labor. Tienen ahora una capacidad competitiva mayor. Lo es por méritos propios y también por los deméritos de los adversarios.
Cuentan con una candidata experta. Ana Pontón entró en el Parlamento gallego hace 20 años. Se sabe los temas y es conocida. De todos, es la única que repite como cartel electoral. Así que no tiene que enfrentarse a la curva de aprendizaje y eso importa. La diferencia entre ser político y candidato es comparable a la que existe entre ser conductor de coche y piloto de monoplaza.
Tiene tras de sí a un equipo igual de cuajado y eso se ve en todos los productos de campaña. Emite un discurso más ancho que su propia ideología, bastante limpio, y sin generar rechazos significativos. Y muestra la imagen más pulida. De hecho, pulida hasta el límite. Las aristas están bien disimuladas.
Y está acompañada de un partido con espinazo. El BNG siempre estuvo enraizado, pero ha ganado músculo tras una crisis que podría haberlo llevado hasta la marginalidad. La llegada de Podemos y las Mareas provocó una amenaza existencial. Sin embargo, no se troncharon. Sufrieron y supieron convertir aquello en un periodo transitorio que aprovecharon para reconstruirse.
Esa reconstrucción exigía una adaptación a un microclima político muy específico, ya muy distinto al de los tiempos de Beiras. Y requería también actualizar la galleguidad que siempre pide aquella tierra.
La galleguidad se parece más a un aroma que a un concepto político. Es imposible de explicar a quien desconoce aquello. Y, a su vez, no puede conjugarse de una forma demasiado explícita. Es un poco como la retranca: no se puede fabricar, solo se puede crear con los materiales de la verdad.
Si hay un partido que siempre supo conjugarla es el PP de Galicia. Suyo fue el cartel electoral de 1981 con el que Gerardo Fernández Albor obtuvo la primera presidencia de la Xunta, bajo el paraguas de Fraga. El lema, sin adornos, lo dejaba claro: “Gallego como tú”.
Es probable que a la campaña actual de los populares gallegos le esté faltando un poco de ese aire. Cabe preguntarse si es posible que, por primera vez, no estén actuando como un partido de sustancia gallega.
Los votos dirán si termina de ser adecuado nacionalizar la campaña. Desde luego, no parece que le venga mal al BNG. El espacio que están dejando libre los conservadores permite a los nacionalistas suavizar su oferta política y, además, rebajar la duda razonable en el seno del electorado moderado.
¿Terminaría esta versión amable del BNG haciendo política con el mismo dogmatismo y la misma falta de pericia que distinguen en España al resto de voces del nacionalismo? No parece una pregunta del todo irrelevante para una campaña electoral en la que sí hay trasvases de votos destacables con el PP y, por supuesto, con el PSOE.
Los de Ana Pontón pueden expandirse en el terreno de lo identitario porque no encuentran demasiadas resistencias. Ahora bien, no es su principal fuente de ganancias. El nacionalismo gallego tiene una mina electoral inagotable en toda la izquierda, no necesitan ni picar, entran y salen con las manos de votos llenas.
Quizás algún día veamos sobre la faz de la tierra un progresista que se pregunte para qué sirve Yolanda Díaz. Su ajuste de cuentas con Pablo Iglesias le ha generado un problema a Sánchez en el Congreso de los Diputados, y la fragmentación de la que es responsable en Galicia secciona las opciones de que sus siglas obtengan representación, y reduce las opciones de que la izquierda pueda sorprender en la noche electoral.
Mientras eso llega, todo parece indicar que tardaremos poco en ver a los socialistas cosechando el peor resultado de su historia. Las carencias del candidato son tan obvias porque no está respaldado de un equipo autóctono capaz de fortalecerle. Cuando uno está así de desasistido, corre el riesgo de terminar siendo un candidato más de usar y tirar. Otro más, nada menos.
El PSdeG está hoy más sucursalizado que nunca. Por eso todo lo que llega a esta campaña electoral llega envuelto en celofán. Es demasiado evidente que el relato, la imagen y las piezas de los socialistas están hechos en Madrid y enviados a Galicia como podrían haber sido enviados a Murcia.
Ni siquiera parecen haber empleado la dedicación necesaria para elaborar algo parecido a una estrategia que se corresponda con la realidad específica del territorio y con la necesidad concreta de las siglas. Nadie en el PSOE parece haber caído en la cuenta de que el principal adversario electoral de los socialistas no es el PP, sino el BNG.
Es tanta la diferencia de cilindradas entre los competidores de la izquierda gallega que, faltando tanto como falta, lo más verosímil es que las distancias aumenten.
Si esa predicción se confirma, si dentro del electorado socialista termina de generarse un desplazamiento masivo hacia la papeleta de Ana Pontón, podría desencadenarse una réplica que sufrirían el resto de equipos progresistas.
Las campañas electorales tienen eso. Cuando vas bien, todos los días se hacen pocos. Cuando se hacen largas, largas de verdad, el ánimo no es lo último que se pierde, porque los profesionales saben mantenerlo a pesar de todo, lo que se va de verdad es el suelo.
No es una opinión, es un hecho objetivo. Los números de las encuestas reflejan un desempeño superior de los nacionalistas gallegos en la carrera hacia las urnas. No es la primera vez. En la última ocasión, ya destacaron por su labor. Tienen ahora una capacidad competitiva mayor. Lo es por méritos propios y también por los deméritos de los adversarios.
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