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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Bloqueo y retroceso constitucional

En Suiza se escenifica el diseño del retroceso constitucional, en Bruselas se constata la imposibilidad de superar el bloqueo, y en Moncloa se confirma que el Gobierno no puede gobernar

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Andreu Esteban)
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Andreu Esteban)
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Toda nación que recurre a la mediación internacional para resolver una cuestión interna se muestra ante el mundo en crisis y debilitada, incapaz de resolver sus propios asuntos.

En nuestro caso, la debilidad es triple: en Suiza se escenifica el diseño del retroceso constitucional, en Bruselas se constata la imposibilidad de superar el bloqueo, y en Moncloa se confirma que el Gobierno no puede gobernar.

Esas tres debilidades están en tiempo de máximos y no hay ciudadano que pueda decirse ahora sinceramente sorprendido. Esta fragilidad de la España en que crecimos viene larvandose desde que el Partido Socialista cambió de líder para desnaturalizarse y abandonar la centralidad.

La centralidad no es el 5 en la escala ideológica que coloca en el 1 a la extrema izquierda y en el 10 a la extrema derecha. Es una forma de ver y hacer política que no evita la confrontación, pero sí la polarización, y que siempre preserva un espacio para el diálogo entre las fuerzas políticas basales del sistema constitucional.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Eduardo Parra) Opinión
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La relación entre esas formaciones, en un país tan expresivo y pasional como el nuestro, nunca podrá parecerse a una relación de amistad. Eso es natural. Lo peligroso es que el contrario sea tratado no como un adversario sino como un enemigo. Y en eso estamos.

Tienen que ocurrir cosas muy graves para que el líder de una de las fuerzas centrales le retire al otro el reconocimiento de adversario político legítimo. Ninguno de los presidentes anteriores llegó a hacérselo a su oponente, por muy fuerte que fuese la crispación. Sin embargo, Sánchez ha ido declarando enemigos, uno tras otro, a todos.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (al fondo), en una sesión de control en el Parlamento. (Europa Press/Eduardo Parra)

Cuatro personajes tan distintos como Rajoy, Rivera, Casado, y Feijóo han recibido el mismo trato, sin que nadie pueda explicar claramente un motivo que no sea divisivo.

Entiendo a quienes consideran que el Partido Popular tiene su cuota de responsabilidad en el bloqueo del CGPJ. Pero no comprendo por qué ese estancamiento debe ser analizado con un criterio distinto a los demás.

La sanidad, las pensiones, y la educación, están bloqueadas desde 2014. Son los tres pilares del bienestar.

Foto: Esteban González Pons, Didier Reynders y Félix Bolaños, durante la reunión para desbloquear la renovación del CGPJ. (Europa Press/Comisión Europea)

Los impuestos, la energía, la competitividad, y el sector público, están bloqueadas desde 2014. Son las cuatro prioridades económicas. Podría dar mil ejemplos más.

Mientras tanto, se han aprobado los indultos, la reforma de los delitos de sedición y malversación, y la ley de amnistía. Así que no. No está todo bloqueado. El bloqueo es selectivo, está restringido al ámbito del constitucionalismo.

Y esa es, precisamente, la paradoja mayor: la derecha ha cambiado de líderes y de ofertas políticas, pero el independentismo no, sin embargo, el PSOE mantiene cerrado el diálogo con el PP mientras ha pasado de apoyar el 155 al sometimiento del separatismo sin que se haya visto muestra alguna de contricción.

El bloqueo es selectivo, está restringido al ámbito del constitucionalismo

La falta de voluntad política socialista para pactar con el PP se ve en todo y se confirma en la inédita intermediación de la Unión Europea: un intento más de evadir responsabilidades.

Las dos partes, conviene no llamarse a engaño, querían ganar tiempo sabiendo que las opciones de acuerdo antes del cambio de Comisario eran pocas.

El mayor esfuerzo y también el mayor desgaste recaía sobre el PP: no es fácil darse la mano con quien acaba de aprobar la amnistía y pretende además fulminar la integridad del poder judicial. Tras la aparición de Koldo en las portadas lo que era difícil se tornó imposible.

Foto: Diana Morant y Pedro Sánchez, en el congreso del PSPV-PSOE. (EFE/Andreu Esteban)

El estallido del escándalo de corrupción que rodea a Sánchez y la sucesión de tres campañas electorales impiden el acuerdo y prolongan el bloqueo hostil entre las fuerzas centrales.

El marasmo y el maratón de urnas nos sitúan frente a un escenario más dramático todavía que el de la polarización, nos adentra en el frentismo, en el lenguaje y los gestos que cada día nos amenazan más con parecerse al de los años treinta, tal y como desgraciadamente puede comprobarse en el Parlamento.

La mediación de Reynders estaba, por lo tanto, prácticamente condenada a la teatralización de la esterilidad. Simultáneamente, la intermediación suiza cumple con la representación de la bilateralidad deseada por los indepes mientras, en el fondo, diseña el retroceso constitucional.

Foto: Feijóo conversa con Gonzalez-Pons durante el Congreso Electoral del Partido Popular Europeo (PPE) en Bucarest. (EFE/Robert Ghement)
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La amnistía solo es el punto de partida. Y la consulta va detrás del punto seguido. Es lo que unos y otros están negociando ahora mientras sus equipos electorales redactan los mensajes destinados a engañar. Ese es el juego.

Pero con la consulta que se está amasando, habrá más. La nueva edición del 'procés' ya no será solo política. Es más, lo político ni siquiera será lo prioritario.

Los indepes parecen tener decidido que, antes de romper con España, deben romper con el principio de igualdad que compartimos los españoles. Por eso el 'procés' que viene será también económico, por eso el bloqueo constitucionalista seguirá, y por eso el retroceso del constitucionalismo se ahondará.

Foto: El líder del PSOE andaluz, Juan Espadas, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en un acto de la Cadena SER. (Europa Press / M. J. López)

Los indepes ganarán la llamada a la consulta que busca romper la unidad de España desde Waterloo. Y, desde las urnas, perseguirán la quiebra de la igualdad entre españoles.

La campaña electoral catalana impedirá hablar de reconciliación y desinflamación, porque los aquelarres nacionalistas entrarán en combustión. Y los “pagafantas” del PSC buscarán adecuar su guion.

Illa, que previsiblemente sufrirá para mantener intacta su autoridad moral, se mostrará blando pidiendo el voto “a los catalanes que quieren pasar página”.

Foto: Illa y Pedro Sánchez, en el Congreso del PSC. (EFE/Quique García)

Sus adversarios, que son los socios de Sánchez, ya están en esto: “No amigo, no. Los catalanes, además de querer todo lo que somos, queremos también todo lo que tenemos, queremos la pasta”.

La pasta no es abstracta, como tampoco lo es el bloqueo o el retroceso constitucional. La política o la falta de ella son realidades tan tangibles como el hecho de que el chaval que nació en Murcia tenga las mismas oportunidades que el nacido en Girona.

España lleva bloqueada desde 2014, fue entonces cuando Sánchez puso la primera piedra del muro entre constitucionalistas. El retroceso constitucional viene acelerado desde las pasadas elecciones generales. Desde entonces, él no puede gobernar. Y ellos no hacen otra cosa que avanzar.

Toda nación que recurre a la mediación internacional para resolver una cuestión interna se muestra ante el mundo en crisis y debilitada, incapaz de resolver sus propios asuntos.

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