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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Claves del esprint final hacia las urnas vascas

Por delante quedan días muy valiosos porque los electores menos politizados tienen cada vez más tendencia a retrasar su decisión hasta última hora

Foto: Publicidad electoral pidiendo el voto del candidato del PNV Imanol Pradales (i) y EH Bilbu, Pello Otxandiano. (EFE/Luis Tejido)
Publicidad electoral pidiendo el voto del candidato del PNV Imanol Pradales (i) y EH Bilbu, Pello Otxandiano. (EFE/Luis Tejido)
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Sería bueno que en algún momento desaparezca la prohibición de publicar sondeos en la última semana de las campañas electorales. Es impropia de un país civilizado. No existe ninguna justificación para hurtarle a la ciudadanía el derecho a la información antes de tomar algo tan importante como la decisión de voto.

Todo lo que tendremos hasta el domingo es un marcador demoscópico congelado que perfila tres zonas distintas en la clasificación de los competidores: en la cabeza sigue abierta la lucha por la primera plaza (aunque inclinada a favor de EH Bildu y contra el PNV), en la zona media todo parece estable para socialistas y populares (con la posibilidad de empate entre ambos prácticamente descartada), y en la zona del descenso hacia la falta de representación parlamentaria son iguales las señales de alarma para partidos tan distintos como Podemos, Sumar, y Vox.

Por delante quedan días muy valiosos porque los electores menos politizados tienen cada vez más tendencia a retrasar su decisión hasta última hora. Un fenómeno que se puede acentuar de aquí al domingo porque la temperatura electoral no es especialmente elevada, porque se sabe que terminará gobernando el PNV sea cual sea el resultado, y porque al calendario solo le queda marcado el hito de un debate electoral.

La mitad de las últimas encuestas importantes otorgan rango de probabilidad a una victoria de Bildu en número de votos. Ese escenario era sencillamente inimaginable, no ya hace años, sino hace meses, e incluso semanas. Da la impresión de que la decisión de relevar a Urkullu y de adelantar las elecciones no ha sido bien recibida por la sociedad.

Foto: El candidato del PNV a lehendakari, Imanol Pradales. (EFE/Miguel Toña) Opinión

Todos los sondeos ven a los 'abertzales' superando a los del PNV en número de escaños, sin descartar un posible empate todavía. Y ninguno ofrece cifras de Bildu a la baja, su tendencia es alcista.

Se dan, por lo tanto, las condiciones para que los de Otegi puedan generar una ola final de movilización en torno a sus siglas comparable a la que se produjo recientemente en Galicia con el BNG, de menor altura pero de igual naturaleza.

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El resto de actores no encuentran antídoto para lo que viene, ni parecen demasiado en buscarlo. Es habitual, a estas alturas de la carrera, la fatiga y las exigencias aprietan, y cada uno se ve forzado a pensar en lo suyo.

En los cuarteles del PNV saben que el resultado más viable que todavía puede alcanzarse es el del empate en escaños. Deben tener claras sus carencias, el candidato no puede tener más tracción de la que tiene porque su grado de conocimiento es demasiado bajo y porque quienes le conocen no se muestran entusiasmados.

Son también muy conscientes de dónde está fijada su prioridad. Llevan días y días viendo como su público no se conecta a la campaña. El nivel de motivación es demasiado bajo y el riesgo de desmovilización es demasiado elevado.

Foto: El actual lendakari, Iñigo Urkullu, reunido con representantes del PNV y el PSE-EE, en Vitoria. (Europa Press/Iñaki Berasaluce) Opinión
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Como consecuencia, tienen que estar preparando el debate como quien prepara un revulsivo, han de estar buscando la forma de sacudir de la solapa a los votantes templados.

No lo tienen fácil. Enfrente tienen a los de Bildu en modo eufórico para atraer votantes de toda la izquierda y para inhibir al nacionalismo más conservador.

Los socialistas vienen recabando números muy estables. En las últimas seis encuestas publicadas, las últimas horquillas para su porcentaje de votos son estrechas, apenas varían en un punto entre todas las estimaciones.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Jeús Hellín) Opinión
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El trabajo que tienen por delante es sencillo. Pero no andan muy sobrados de recursos: el candidato tiene una floja valoración entre sus propios electores, y el líder nacional no suma un voto. Tirarán de la épica de las siglas para seguir estando donde estaban, puede que un escaño mejor.

Los populares saben que no van a bajar respecto al resultado anterior, y deben estar sintiendo que se les ha escapado ya una oportunidad de oro para crecer y empatar con los de Sánchez. La dejadez que han aplicado en su desempeño es difícil de entender y, todavía más, de explicar.

Carecen, sin embargo, de motivos para lamentarse o para relajarse. La opción de ganar escaños está abierta, podrían subir un par hasta llegar a los ocho. Y, sobre todo, existe la ocasión de asestarle a Vox un cero parlamentario con serias repercusiones para la viabilidad futura del competidor.

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En la interesantísima zona del descenso, parece bastante encaminada una de las subtramas de esta historia electoral. Este capítulo del pulso caníbal dentro de la izquierda del PSOE apunta a culminar con un fracaso para Sumar y Podemos, que los de Yolanda celebrarán por haber sumado unos votos más que los de Iglesias. Será la fiesta de la miseria.

Aunque los últimos sondeos se resistan a dar por cierta la desaparición parlamentaria de Sumar y Podemos, el análisis dinámico invita a apostar por ella. El efecto arrastre que Bildu ejerce sobre ese electorado terminará estando cerca de lo irresistible.

Es probable que, durante estos días, el mayor sufrimiento recaiga sobre quienes están tratando de mantener a Vox con vida en esta campaña electoral. El grueso de sus problemas no viene de ahora, tiene su origen en el declive de la organización que comenzó con la campaña de Macarena Olona, en la expulsión de talento, en la pérdida de credibilidad del líder, y, eso es esencial, en la pérdida de funcionalidad.

Foto: El presidente de Andalucía, Juanma Moreno (i), junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d). (Alejandro Martínez Vélez/Europa Press)

Vox ha dejado de ser útil a las capas sociales que ya han interiorizado que votar a los de Abascal significa reforzar al sanchismo. Esa verdad amenaza la viabilidad del proyecto entero y abre una autovía para que los populares llamen a los votantes a no tirar su voto a la papelera, en definitiva, a la utilidad.

La derrota puede adquirir un peso definitivo si Vox queda sin escaños, y por detrás tanto de Sumar como de Bildu en la tierra de su propio líder. Veremos si Abascal mantiene las bridas después de verano, pasada ya la triple gincana electoral.

Sería bueno que en algún momento desaparezca la prohibición de publicar sondeos en la última semana de las campañas electorales. Es impropia de un país civilizado. No existe ninguna justificación para hurtarle a la ciudadanía el derecho a la información antes de tomar algo tan importante como la decisión de voto.

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