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Elecciones catalanas: la campaña de la pobreza
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Elecciones catalanas: la campaña de la pobreza

El PSC está mejor que en su peor momento, porque Cs ya no existe, y está bastante peor de lo que estuvo en su mejor tiempo. Para echar las campanas al vuelo, no está de más tener un campanario

Foto: Junts realiza un acto de campaña en Francia. (Europa Press/Gloria Sánchez)
Junts realiza un acto de campaña en Francia. (Europa Press/Gloria Sánchez)
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Los últimos sondeos que se publicarán este lunes condicionarán la última semana de una campaña electoral catalana sin pulso de alta competición. La baja intensidad de los diferentes actores y el cansancio social no terminan de generar el interés de las anteriores ocasiones. Se mire por donde se mire, es fácil encontrar indicios de fatiga en los materiales. Quienes están recibiendo a lo largo de estos días la llamada de las casas encuestadoras escucharán una buena pregunta que explica en buena medida la realidad de un tiempo y un territorio decadente y desencantado. "¿En qué idioma prefiere Usted contestar, español o catalán?".

Casi la mitad de los entrevistados elegirá una opción y casi la otra mitad decidirá la otra, pocos optarán por "lo que Usted prefiera". El idioma da voz a la identidad, y el debate identitario lo tiñe todo. El conjunto de los que prefieran expresarse en catalán dibujará un estado anímico general muy distinto al mostrado en los otros territorios históricos. Tanto en Galicia como en el País Vasco eran claras las muestras de ilusión. En Cataluña, sin embargo, es fácil percibir una textura parecida a la del hartazgo.

Ese desencanto resulta comprensible viniendo de donde venimos. Por un lado, cuesta rebatir la impresión de que el procés supuso una estafa, basta con tener ojos para comprobarlo. Por el otro, la gestión del Gobierno de ERC está siendo transversalmente criticada.

La baja, bajísima, valoración de la Generalitat contrasta enormemente con los elevados índices de aprobación cosechados por el PNV. No puede decirse, por lo tanto, que los nacionalistas estén incapacitados para satisfacer las demandas cotidianas de la ciudadanía. Pero tampoco puede discutirse que la frustración es rotunda. ¿Por qué? En mi opinión, tendría sentido destacar un par de motivos: fragmentación y pobreza en el capital humano.

La fragmentación política catalana generó un Parlament atomizado y tóxico que dificulta el consenso, y la investidura en 2021 de un gobierno débil (los de ERC tienen 33 escaños de 135). Desde entonces, cada día ha sido una oportunidad para que Aragonés y los suyos demuestren al frente de la Generalitat que una cosa es distribuir carnés de buen o de mal catalán, y otra distribuir el trigo entre los catalanes. El fracaso de ERC durante estos años ha sido tan rotundo que ahora viven cada jornada de la campaña electoral como una oportunidad adicional para redoblar el pánico.

Foto: El 'expresident' y cabeza de lista de JxCAT, Carles Puigdemont, en un mitin. (EFE/David Borrat)

Lo de Junts es diferente porque en ese electorado la interpretación de la realidad se lleva a cabo, precisamente, desde fuera de la realidad. Todo se interpreta desde una realidad paralela y mesiánica, en la que los hechos dejaron de importar hace demasiado tiempo. Sus votantes, sus correligionarios, mantienen una fidelidad sectaria al líder y eso les otorga una clara ventaja competitiva en el camino hacia las urnas.

A pesar de todo, se ha producido una fractura en esa zona que seguramente tendrá consecuencias de cara a los escenarios futuros de gobernabilidad. La aparición de Aliança Catalana, una formación igual de independentistas, pero todavía más supremacista y, como consecuencia, más xenófoba, puede terminar siendo verdaderamente disruptiva. Primero, porque las élites catalanas, siempre pioneras en la inyección de extremismo y toxicidad, sumarán a su larga lista de logros la cristalización parlamentaria de la islamofobia en España que ya se ha dado en otros países europeos.

Y segundo, porque no es seguro que pueda terminar habiendo suma del separatismo, pero seguramente no será difícil cuadrar un matrimonio polígamo que satisfaga tanto a las tropas de la CUP como a las de Aliança Catalana. Y sí resulta interesante que la fragmentación del independentismo esté tan cerca de hacerse todavía mayor. Hasta tal punto es así que dentro de esa mitad de la sociedad catalana cabe un sistema de partidos que cobre todo el espectro ideológico: extrema izquierda (CUP), izquierda (ERC), derecha (Junts), y extrema derecha (AC).

"Dentro de esa mitad de la sociedad catalana cabe un sistema de partidos que cobre todo el espectro ideológico"

Ese fenómeno de fraccionamiento dentro del nacionalismo catalán se hace más llamativo cuando apreciamos que en la otra cara de la luna está ocurriendo exactamente lo mismo. Al otro lado también se ve el abanico entero: extrema izquierda (Comunes), izquierda (PSC), derecha (PP), y extrema derecha (VOX). La sociedad catalana está partida en dos mitades con ofertas partidarias completas dentro de cada sector. Pero la elección ideológica sigue siendo de segundo grado, lo primordial es dar antes la respuesta de si uno es separatista o no lo es.

Tiene mérito lo de Abascal, tras haber sido decisivo para que Sánchez lograse mantener el poder tras las pasadas elecciones generales, están ahora a punto de impedir que el crecimiento del electorado conservador españolista pueda alcanzar la fuerza en el Parlament que podría tener. Sin VOX, el Partido Popular estaría hoy en condiciones de empatar con ERC. La pobreza de capital humano y de proyectos políticos del independentismo encuentra su reflejo especular en el constitucionalismo.

Pronto se nos empezará a contar el resultado del PSC en términos históricos. La historia, sin embargo, cuenta una historia bien diferente. Lo habitual en Cataluña es que los socialistas tengan mejor resultado en las generales que en las autonómicas, y eso volverá a ocurrir. Si comparamos el resultado de ese partido con los cosechados en otras citas, solo podrá llegarse a la conclusión de que el PSC está mejor que en su peor momento, porque Cs ya no existe, y que está bastante peor de lo que estuvo en su mejor tiempo. Conviene tener en cuenta que, para echar las campanas al vuelo, no está de más tener un campanario.

Foto: Yolanda Díaz, junto a Jessica Albiach, en un mitin de Sumar en Barcelona. (EFE/Andreu Dalmau)

Y conviene, además, tener un candidato que sepa hacer algo más que bailar al son acomplejado de la burguesía nacionalista. Illa no es Kennedy, pero es bastante más respetable y reconocible que Iceta para el electorado socialista en las zonas de timbre obrero.

Como Pere Aragonès, Ada Colau es un ejemplar político de primera para reflejar el absoluto fracaso político de toda mi generación. Es increíble esto de no poder salvar a ninguno de mis coetáneos. Nuestra democracia la hicieron nuestros padres y nuestros abuelos, los míos comparten la maldición de la tercera generación. En estas elecciones también hay otra generación maldita: hasta que los actores políticos del procés no salgan del escenario, el separatismo venderá euforia estando mustio.

Los últimos sondeos que se publicarán este lunes condicionarán la última semana de una campaña electoral catalana sin pulso de alta competición. La baja intensidad de los diferentes actores y el cansancio social no terminan de generar el interés de las anteriores ocasiones. Se mire por donde se mire, es fácil encontrar indicios de fatiga en los materiales. Quienes están recibiendo a lo largo de estos días la llamada de las casas encuestadoras escucharán una buena pregunta que explica en buena medida la realidad de un tiempo y un territorio decadente y desencantado. "¿En qué idioma prefiere Usted contestar, español o catalán?".

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