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Milei y Sánchez: una maldita bronca de laboratorio
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Milei y Sánchez: una maldita bronca de laboratorio

Es una bronca artificial, fríamente diseñada en dos laboratorios, con el objetivo de obtener mutuas ventajas domésticas personales mientras se hiere la relación de dos naciones hermanas

Foto: El presidente de Argentina, Javier Milei, interviene durante el acto 'Viva 24' de Vox. (Europa Press/A. Pérez Meca)
El presidente de Argentina, Javier Milei, interviene durante el acto 'Viva 24' de Vox. (Europa Press/A. Pérez Meca)
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Esto no es un conflicto espontáneo, fruto de un calentón que se ha ido de las manos. Es un mano a mano. Es una bronca artificial, fríamente diseñada en dos laboratorios, con el objetivo de obtener mutuas ventajas domésticas personales mientras se hiere la relación de dos naciones hermanas.

Los dos llevan buscándose desde hace meses y los dos han ejecutado la colisión cuando más les convenía a ambas partes. La lógica que está bajo este desgraciado choque es pareja a la que mantiene Sánchez con Vox. Es una simulación, tal y como puede comprobarse ordenando la secuencia de los hechos.

Comencemos por delimitar el terreno de juego. No está de más recordar las declaraciones de López Obrador durante los últimos años. No ha habido otro presidente iberoamericano más agresivo con nuestro país que el mexicano. Nadie ha dicho nada más grave. Sin embargo, no hubo mucho más que silencio en la respuesta de nuestro Gobierno.

Por lo tanto, no es difícil sostener que la respuesta de los de Sánchez tiene más que ver con el color político del agresor, que con la defensa del buen nombre de España.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un acto este lunes de diario ‘Cinco Días’. (EFE / Chema Moya)

Y continuemos por refrescar el principio de los roces con el presidente argentino. Fue Sánchez quien, en su propio discurso de investidura, tomó partido por los peronistas tres días antes de que Milei obtuviese la victoria en las urnas.

No hace falta ponerse demasiado exquisito para aceptar que ese pronunciamiento en nuestra sede parlamentaria pueda ser considerado por los argentinos como una injerencia en sus elecciones.

Posteriormente, no hubo representantes del Gobierno español en la toma de posesión del argentino. Y tampoco se envió el habitual mensaje de felicitación al nuevo mandatario, un gesto de protocolo elemental que quiso frenarse intencionadamente.

Después vinieron las declaraciones de Óscar Puente, acusando a Milei de adicto a los estupefacientes. Esa agresión personal sigue siendo injustificable, pero hay motivos para sospechar que fue premeditada.

Primero, porque estamos hablando del “ministro del Muro”, cuya principal y reiterada función consiste en decir lo que le llega dictado desde quien llama “amo”.

Foto: El presidente de Argentina, Javier Milei. (Reuters/Agustín Marcarian) Opinión
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Segundo, porque sus disculpas fueron insuficientes y porque nunca fue desautorizado.

Tercero, por una simple cuestión de cálculo. Moncloa sabía que Milei vendría después de las urnas catalanas, y debió ver en esa visita la ocasión idónea para iniciar la campaña socialista de las elecciones europeas en la habitual clave polarizadora.

Y cuarto, a la vista están los hechos, porque no parece haberse aplicado desde el Ministerio de Exteriores el esfuerzo diplomático imprescindible para evitar que este fin de semana pudiesen empeorar las relaciones entre dos naciones que se necesitan y que se quieren.

Milei no aterrizó en España en condición de presidente, sino en clave partidaria. Esa y no otra fue la naturaleza de su viaje. Puede argumentarse, con razón, que un presidente digno no debe prescindir nunca de su condición de presidente. Y, al mismo tiempo, no puede discutirse que está interesado en situarse como referencia de la “internacional nacional populista”, junto a Trump, Meloni y Le Pen.

Llevó a cabo un discurso leído, medido por lo tanto, con su habitual diarrea ideológica. Fijó al socialismo como origen de todos los males de la humanidad, incluyendo en el mismo saco socialista a Biden y a Stalin. No atacó a las instituciones de nuestro país. Y sí agredió personalmente a la esposa del presidente del Gobierno español, quien puede ser una mujer estupenda pero no tiene función institucional alguna.

Antes de continuar, he de subrayar que el ataque de Milei también me parece absolutamente inaceptable, que rechazo su fondo y su forma de hacer política, y que en ningún caso le reconozco autoridad para apropiarse de la palabra “liberal”. Quienes vemos virtudes en el liberalismo somos racionales y respetuosos, no caemos en el dogmatismo y nunca brutalizamos a quienes piensan diferente.

Foto: Abascal presenta a Milei en el "Viva 24" de Vox este domingo en Madrid. (EP) Opinión

Naturalmente, una declaración de ese tipo tiene que ser respondida. Y quien debió hacerlo, en mi opinión, fue el Partido Socialista porque el conflicto estaba siendo de carácter personal y, en no poca medida, también ideológico.

Sin embargo, la reacción fue gubernamental e inmediata, probablemente, también preparada. El ministro de Exteriores elevó lo que era un choque personal e ideológico al rango de un conflicto entre Estados.

De manera que hoy los españoles y los argentinos nos encontramos ante una situación desgraciadamente inédita: a un paso de la ruptura de relaciones, lejísimos de una reparación para la que harán falta años.

Foto: El presidente de Argentina, Javier Milei. (Reuters/Agustín Marcarian) Opinión
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Y, simultáneamente, tanto Sánchez como Milei se encuentran reforzados en sus respectivas posiciones domésticas espoleando a sus medios para agitar a las tropas y fijar las respectivas conversaciones nacionales en debates sobre un problema que la voluntad y la pericia podrían haber evitado.

Quizá sea conveniente preguntarse si el ministro Albares fue prudente, si actuó pensando en el interés de España, o si lo hizo en clave partidaria. Es evidente que sus declaraciones conforman el primer acto de campaña socialista en el camino hacia las urnas europeas.

Por eso mencionó el ministro de Exteriores a Feijóo y al Partido Popular en su discurso, era la mejor manera de beneficiar a Vox que es el socio objetivo del sanchismo.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la presentación del programa del PP para las europeas (EFE/Zipi Aragón)

De otra forma, sin la insoportable barbaridad de Milei, habría pasado inadvertida la orgía ideológica que la extrema derecha celebró en nuestro país durante el pasado fin de semana. Sánchez siempre aparece cuando Abascal le necesita y viceversa, estamos hartos de verlo.

El juego de enemistad fingida entre Abascal y Sánchez está más visto aquí que el hilo negro, la entrada de Milei no supone una novedad salvo por un hecho que sí resulta relevante: convertir las Relaciones Internacionales, que son una política de Estado, en un asunto de política doméstica para obtener ventaja electoral, es una aberración que ahonda en la degradación institucional de la política española.

Por otro lado, tampoco parece irrelevante añadir esta crisis a la larga lista de problemas generados bajo este Gobierno en la arena internacional: fracaso en el Magreb, máximo desprestigio en Oriente Medio, pérdida de autoridad en la defensa de la democracia ucraniana, y un abandono de Iberoamérica que, siendo equivalente al de Rajoy, añade un conflicto que podíamos habernos ahorrado.

Quienes creemos en la democracia, debemos rechazar los falsos dilemas que quieren imponernos estos dos representantes del narcisismo extremo. Yo no acepto esta maldita bronca precocinada en Buenos Aires y en Madrid que exige adhesiones irracionales a dos líderes problemáticos y divisivos. España importa más que Sánchez y Argentina importa más que Milei. Lo último que interesa a nuestras dos naciones es que se abra una herida duradera. Me niego.

Esto no es un conflicto espontáneo, fruto de un calentón que se ha ido de las manos. Es un mano a mano. Es una bronca artificial, fríamente diseñada en dos laboratorios, con el objetivo de obtener mutuas ventajas domésticas personales mientras se hiere la relación de dos naciones hermanas.

Pedro Sánchez Javier Milei
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