Crónicas desde el frente viral
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El juego de Puigdemont
Puigdemont quiere amasar la OPA a ERC. Busca la repetición electoral para abrir una brecha entre PSOE y PSC, y, para que nadie se dé cuenta de que vuelve a mentir
El tipo es un profesional, eso está claro. Volvimos a verlo en la noche de las elecciones catalanas. Quedaban todavía votos por contar, pero compareció para exponer sus bases estratégicas para la nueva partida. Lo dejó claro. No tirará la toalla, va a por todas. Es un luchador.
Sabe que no tiene opciones de ser president, pero está dispuesto a forzar la repetición y a ser candidato de nuevo en octubre. Candidato de todo el nacionalismo, todos bajo una misma sigla, como 2015, cuando el Junts pel Sí. De eso va su juego.
La lectura del escrutinio es correcta, tiene razón. El electorado nacionalista está cansado y es crítico con la división. Hay más impresión de estafa que sentimiento de ilusión, por eso se desmovilizó en mayor medida que el constitucionalista.
Como consecuencia, la unión de Junts y ERC es la única manera de evitar tres males: relevo de generación para los dos líderes, tiempo de oposición para los dos partidos, y deslegitimación para el conjunto del separatismo.
Si el presidente del Parlament es un socialista, tendremos el primer síntoma de que se está gestando un Gobierno de Salvador Illa
El nacionalismo catalán no tiene más salida que una fusión por desesperación. Puigdemont lo vio en la noche electoral y lanzó una OPA amistosa a los de Junqueras.
Desde aquel momento, los republicanos afrontan el dilema de ser traidores, además de perdedores, o de emprender el camino hacia una redención que asegure la primera plaza al independentismo en otoño y que además evite el colapso de su partido.
El movimiento es brillante. Y pronto se verá si la estrategia resulta viable. El próximo lunes 10 se elegirá la Presidencia del Parlament, será entonces cuando tendremos el primer indicio serio de lo que viene. Lo será porque desde ese puesto se gestionan los tiempos y se designa quién puede y quién no puede ser candidato a la investidura.
Si el presidente del Parlament es un socialista, tendremos el primer síntoma sólido de que se está gestando un Gobierno catalán de Salvador Illa. Será la primera pista porque ERC habrá optado por el PSC. A partir de entonces, solo quedará ver la composición del próximo ejecutivo: tripartito junto a los Comunes, bipartito sin los republicanos, o Gobierno en solitario.
La probabilidad de que el PP rompa el guion y pacte con los socialistas resulta en estos momentos muchísimo más baja que el muro levantado por Sánchez. Si resulta más que verosímil, sin embargo, que los socialistas traten de llevar a los populares a una situación límite que les permita exigir el apoyo de Feijóo antes de iniciar la habitual campaña de culpabilización posterior.
Quienes han votado esta ley lo han hecho sin que los delincuentes reconocieran su error, sin consenso con el constitucionalismo
Si el presidente de la mesa del Parlament es un nacionalista, tendremos la primera pista importante, aunque no definitiva, de que la oferta de Puigdemont está cuajando en ERC y podemos ir hacia la repetición.
Quedará tela que cortar porque en el zoco catalán las negociaciones se hacen de una en una y Junqueras puede terminar poniendo una vela a dios y otra al diablo, sin tener del todo claro cuál es ninguno de los dos.
El tercer escenario, la posibilidad de que el PSC acabe haciendo president a Puigdemont, es viable en números pero inviable en términos políticos. Sánchez no tiene poder para imponerle al PSC un sacrificio que seguramente provocaría una quiebra con el PSOE.
La semana de la aprobación de la Ley de Amnistía nos deja algunas pistas preliminares. Hemos visto en el Congreso a los nacionalistas catalanes exhibiendo la misma hostilidad hacia Sánchez y una complicidad mutua poco habitual. Incluso hubo un cariñoso guiño de Rufián a Puigdemont en su discurso que por el momento dejaremos subrayado.
Además, las dos formaciones han dejado claro que el referéndum es la próxima estación. Y esa bandera compartida bien puede ser la llamada plebiscitaria al voto que pida una eventual candidatura conjunta de Junts y ERC en octubre. Esa causa sí que tiene tracción de ilusión y más transversalidad social.
Lo más intranquilizador es la propia normalización de su discurso y de la respuesta socialista. Quienes han votado esta ley lo han hecho sin que los delincuentes reconocieran su error, sin consenso con el constitucionalismo, y nada más que a cambio de una investidura. Ahora, vuelven a decirnos que jamás veremos lo que ya contemplan.
Lo mismo puede decirse de sus voceros mediáticos, con un añadido más. Quienes sostienen desde el oficialismo que la Ley de la Amnistía está amortizada lo dicen, más que nada, para convencerse a sí mismos. Pero hay un punto en el que tienen razón. Está amortizada por el nacionalismo. Los socialistas cedieron buscando un pacto de legislatura y los nacionalistas les dieron un pacto de investidura.
Más allá de eso, la investidura no está amortizada.
No lo está orgánicamente, porque hay oposición, y además, firme dentro del PSOE. García Page también la llevará al Constitucional.
No lo está políticamente, porque no hay desinflamación, ni concordia que valga.
No lo está jurídicamente, porque queda recorrido y se desconoce el panorama de Junqueras y de Puigdemont.
No lo está socialmente, porque seguirá marcando la actualidad mientras remueve el trauma.
Y, por su puesto, la Ley de Amnistía no está amortizada electoralmente. Por eso Sánchez no da la cara.
Dentro del electorado progresista, ha disminuido algo el descontento con la medida, pero nadie puede decir que el disgusto se haya disuelto. Al otro lado, en la derecha, el malestar se mantiene inalterable, en máximos.
Puigdemont elevará la tensión y chantajeará públicamente a Sánchez con la exigencia de respaldar su investidura
Por consiguiente, tanto la aprobación de la Ley, como las noticias que veremos durante los próximos días, pueden inhibir al votante progresista y movilizar al conservador, justo antes de unas elecciones europeas en las que la participación lo determinará todo.
Como es previsible, Puigdemont elevará la tensión durante esta semana, tratará de marcar la fase final de la campaña y chantajeará públicamente a Sánchez con la exigencia de respaldar su investidura.
Tras la retórica, mantiene una posición táctica para amasar la OPA a ERC y buscar la repetición, para abrir la brecha entre PSOE y PSC, y, naturalmente, para que nadie se dé cuenta de que vuelve a mentir. Dijo que se marcharía y así puede que se queda. Es su juego. Y la verdad es que, guste o no guste, sabe jugarlo.
El tipo es un profesional, eso está claro. Volvimos a verlo en la noche de las elecciones catalanas. Quedaban todavía votos por contar, pero compareció para exponer sus bases estratégicas para la nueva partida. Lo dejó claro. No tirará la toalla, va a por todas. Es un luchador.