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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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La traición de la izquierda a la República francesa

La probable victoria de la extrema derecha puede dañar la política, la economía y la convivencia en la segunda potencia de la UE. Y la respuesta de la extrema izquierda sólo puede empeorar las cosas

Foto: Un hombre pasa por varios carteles electorales de izquierdas en Francia. (Reuters/Abdul Saboor)
Un hombre pasa por varios carteles electorales de izquierdas en Francia. (Reuters/Abdul Saboor)
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Francia llega a las urnas de la primera vuelta con números que hacen sonreír a la ultraderecha. La distancia es cómoda en todos los sondeos y la tendencia viene siendo creciente. Por primera vez, una de las encuestadoras de referencia ha hecho pública una proyección de escaños que podría otorgarle la mayoría a los lepenistas.

Bastantes de las mentes más lúcidas del país comienzan a hablar abiertamente de "crisis de régimen". No es un escenario inverosímil, puede precipitarse desde dos resultados: un Parlamento ingobernable o un gobierno de Bardella.

Es probable que la situación actual responda a causas arraigadas en las últimas décadas, quizá fuese inevitable. Pero parece claro que los distintos movimientos de los actores políticos podrían estar precipitando los acontecimientos.

Macron tomó una decisión irracional, contraria al interés general. La derecha convencional entró en una lucha caníbal. Y la izquierda, en su conjunto, ha creado una candidatura que beneficia a la estrategia electoral de la extrema derecha y que debilita los cimientos de la democracia francesa de una forma que quizá termine siendo irreparable.

Foto: Los anillos olímpicos se exhiben en la Torre Eiffel, en vísperas de los Juegos Olímpicos de París 2024. (Reuters/Pawel Kopczynsk)i

Es posible que los libros de historia cuenten en el futuro lo que ha ocurrido en términos que castigarán a los protagonistas de las distintas fuerzas progresistas.

Si la desgracia termina ocurriendo, los historiadores versarán la rápida formación de un Nuevo Frente Popular que no sirvió para cumplir su cometido porque traicionó los valores republicanos más esenciales y porque llevaba escrito el gen de la traición entre las distintas partes integrantes.

Foto: Carteles electorales del Frente Popular en Amiens. (Enric Bonet)

No funcionó y no perduró, nos dirán los libros. Aquel Frente se disolvió poco después de la derrota. Y no pudo articular una alternativa creíble para la sociedad cuando se celebraron las siguientes elecciones para la presidencia del Estado en 2027. Fracasó porque se quedó sin la materia prima de la democracia: los valores republicanos.

Fue Mélenchon quien los devoró desde antes, durante años, poco a poco. Y fueron los dirigentes del resto de fuerzas progresistas quienes lo permitieron siendo víctimas de su desclasamiento social y de sus propios complejos.

Mientras los obreros, sintiéndose abandonados, se pasaban en masa a las filas electorales del lepenismo, bastó el disfraz obrerista de la Francia Insumisa para que los socialistas, los verdes y los comunistas renunciasen a los principios universalistas y adoptasen los comunitaristas.

Foto: Eric Ciotti, el líder de Les Republicains (LR) que ha sido expulsado por su propio partido. (Reuters/Stephane Mahe)

Permitieron la instalación de las tesis populistas y autoritarias en la izquierda francesa y facilitaron que se convirtiesen en hegemónicas dentro del espacio ideológico progresista.

Toleraron el blanqueamiento de regímenes dictatoriales como el chino y de autócratas como el ruso. Y abandonaron la defensa de la laicidad, pilar central desde la Ilustración, para no ser llamados islamófobos mientras las mujeres son maltratadas y los gays son torturados y asesinados por los fundamentalistas.

Y callaron cuando el antisemitismo se empezó a vender como algo aceptable y hasta molón para un progresista. Nadie en toda la izquierda francesa tuvo la dignidad de denunciarle cuando los suyos no condenaron el ataque del 7 de octubre. Nadie le plantó cara cuando afirmó que esta forma de odio es residual en Francia, donde las acciones antisemitas están creciendo en un 300% según los datos oficiales.

Foto: Manifestación contra el antisemitismo en la plaza de la Bastilla de París. (Reuters/Johanna Geron)

La victoria ideológica y cultural de Melenchon ha sido completa en su lado del espectro político, tanto que hoy votar al Nuevo Frente Popular no implica votar a toda la izquierda, sino únicamente a la Francia Insumisa. Y ese es un error imperdonable.

Lo es porque el uniforme populista le resta poder de atracción a la coalición progresista sin dejar de fortalecer a la extrema derecha mediante la polarización, tal y como puede apreciarse en las encuestas.

Pero sobre todo lo es porque la conquista ideológica lograda por Mélenchon tiene un sentido estratégico, porque no estamos hablando de un representante con vocación democrática, sino de un dirigente revolucionario. Y las revoluciones, para desatarse, necesitan que el sistema cruja, que los fundamentos estén tambaleándose.

El líder de 'Francia Insumisa', Jean-Luc Mélenchon, en un mitin en Montpellier

Cualquiera de los dos peores escenarios verosímiles tras estas elecciones legislativas —un gobierno de extrema derecha o un Parlamento ingobernable— generan las condiciones necesarias para que la acción política pase de las instituciones a las calles.

Sobre todo si Bardella gobierna, puede anticiparse que Mélenchon emergerá ante la sociedad francesa como el líder de la oposición a la ultraderecha, sin nadie que pueda toserle.

Y, desde esa posición, tratará de azuzar movilizaciones masivas, que generen fuertes represiones y que propicien una espiral caótica.

Foto: Marine Le Pen, junto a Jordan Bardella, tras las elecciones europeas. (Reuters) Opinión

Por ese camino, la democracia francesa puede ponerse al borde del abismo sin que, por cierto, existan referentes socialistas, centristas o conservadores con suficiente autoridad política y social.

Y sin que el sistema democrático pueda contar con demasiados mecanismos de autodefensa. ¿Cuánto tardaría Mélenchon, en esa situación en exigir la dimisión de Macron y el adelanto inmediato de las presidenciales? Seguramente tanto como los propios dirigentes de la extrema derecha.

Veremos pronto si las revueltas callejeras estallan y tardaremos algo más en ver si se hacen incontrolables. Por el momento, el propio ministro del Interior ya ha mostrado públicamente su preocupación porque hay "documentos del servicio de inteligencia sobre posibles alteraciones del orden público el 30 de junio, más probables el 7 de julio" —noches electorales de la primera y segunda vuelta—.

Foto: Vista del barrio Noailles (Petra Dvoráková)
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En ese punto es donde se cierra el círculo de la traición de la izquierda a la República francesa: perder los valores democráticos en el espacio político, permitir la hegemonía del populismo autoritario, para contestar desde las calles al resultado de las urnas.

La probable victoria de la extrema derecha puede dañar irreversiblemente la política, la economía y la convivencia en la segunda potencia más importante de la Unión Europea. Y la respuesta de la extrema izquierda al resultado electoral solo puede empeorar las cosas.

Francia llega a las urnas de la primera vuelta con números que hacen sonreír a la ultraderecha. La distancia es cómoda en todos los sondeos y la tendencia viene siendo creciente. Por primera vez, una de las encuestadoras de referencia ha hecho pública una proyección de escaños que podría otorgarle la mayoría a los lepenistas.

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