Crónicas desde el frente viral
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Anatomía de un escándalo: 1 delincuente, 2 desobedientes y 3 cómplices
La vergüenza que acabamos de presenciar requiere planificación y coordinación, no se puede improvisar. Exige la participación o la inhibición sincronizada de numerosos actores
El resultado de la operación es impecable. Puigdemont entró, habló y se marchó con entera impunidad. Y para gestionar el escándalo, el poder político ha alentado la sensación de incompetencia de los Mossos. Mediante esa maniobra de distracción se nos está ocultando un ejercicio, perfectamente pactado, entre un delincuente y dos gobiernos desobedientes, con el objetivo de que los tres cómplices ganen y ninguno pierda. Una estafa retransmitida en directo ante todo el país.
La vergüenza que acabamos de presenciar requiere planificación y coordinación, no se puede improvisar. Exige la participación o la inhibición sincronizada de numerosos actores. Y también el silencio de todas las partes.
La primera fase, la entrada clandestina, no podía ejecutarse sin que el ministerio de Defensa diese el mandato al CNI de desactivar la localización de quien está en búsqueda y captura, y sin que el ministerio del Interior emitiese la orden a la Policía Nacional y a la Guardia Civil de desentenderse de una jugada con fecha, lugar y emplazamiento públicamente anunciados.
Margarita Robles y Marlaska son los dos primeros responsables políticos que deben dar explicaciones. Suya es la obligación de aclarar si, como parece, certificaron una autorización para que Puigdemont pudiese circular libremente por nuestro país.
Ya es casualidad que ninguno de los dos trabajase ese día. Y ya es un capricho del azar que a ellos y a todos los demás ministros les resultase imposible dar explicaciones durante todo el día de los hechos. Esa conjunción de casualidades invita a anticipar el esfuerzo que vendrá después para no dar cuenta de lo ocurrido en sede parlamentaria.
La segunda fase, la presencia en Barcelona, no podría haberse llevado a cabo sin el concurso del Ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad. Para que Puigdemont se diese el paseíto hasta el Arco del Triunfo, los Mossos tendrían que estar desayunando por indicación del Conseller del Interior. Y para que la pequeña concentración de Minions indepes pudiese celebrarse hacían falta autorizaciones, entre ellas la instalación del escenario por parte del concejal socialista de Seguridad.
Cuesta imaginar que Aragonés y el propio Illa no estuviesen en el ajo. El propio líder del PSC tenía escrito en su discurso de investidura lo que bien puede interpretarse como una instrucción a los Mossos que estaba ya a punto de dirigir: "Nadie ha de ser detenido por los hechos que los representantes de los ciudadanos han decidido amnistiar".
La tercera fase, la salida del territorio nacional, exigía dar al delincuente el tiempo necesario para la fuga. Mirar hacia otro lado durante unos minutos y un par de horas de procrastinación. No mucho más, al fin y al cabo Perpignan está a 190 kilómetros de Barcelona. Una "operación jaula" para disimular, no muy breve, nada más que hasta la hora de comer (bastaba con entrar en los informativos de las tres con las imágenes de los controles).
De nuevo, otro requerimiento coordinado de brazos caídos a los Mossos, la Policía Nacional y la Guardia Civil. Especialmente en la frontera, cuya protección es de exclusiva competencia gubernamental.
Esas tres fases, la línea de tiempo de esta exhibición de impunidad, parece dejar firmemente marcado el rastro de un malhechor, la desobediencia de los gobiernos de Cataluña y de España a una orden judicial y la complicidad entre las partes.
La vergüenza que hemos presenciado requiere planificación, no se puede improvisar
Estamos ante la prueba del algodón de la dependencia que tiene Sánchez de Puigdemont: un delincuente que no ha mostrado arrepentimiento alguno, no ha aceptado el mandato de las urnas, no ha cumplido con su palabra de marcharse tras el resultado y sí ha jugueteado con la idea de volver a torpedear el normal funcionamiento del Parlament.
Pero también nos encontramos ante una prueba contraria a la esperanza de quienes, equivocadamente, rezan para que el de Girona ponga punto final a esta legislatura. No lo hará, en el fondo todo esto demuestra que Puigdemont desea que Sánchez siga.
Podrá darle todos los tirones que le apetezca, derrotándole cada vez que le plazca, le pasará la factura de los siete votos en cada votación, pero siempre le mantendrá con un hálito de vida porque sólo este presidente podrá darle el borrado completo de sus delitos. Y el presidente lo sabe. El sadomasoquismo es una relación de dependencia mutua.
Le pasará la factura de los siete votos en cada votación, pero le mantendrá con un hálito de vida
Hasta el momento, Sánchez ha hecho todo lo posible: Moncloa le ha quitado tipos delictivos de los que estaba acusado menos la malversación por exigencia europea, le ha regalado la Ley de amnistía, está acosando la integridad de la Justicia, y ha permitido la desobediencia televisada de una orden judicial. Es obediente para desobedecer.
Y también ideológicamente sumiso, tal y como acaba de verse con el reaccionario acuerdo que planifica la voladura del principio de igualdad entre todos los españoles. Los nacionalistas catalanes han logrado el mayor logro de su historia cuando las mujeres y hombres de Cataluña han dejado al nacionalismo, votando, en su momento de mayor debilidad histórica.
El éxito de ERC es inmenso. Después de una derrota electoral tremenda, han conseguido evitar la repetición de las elecciones catalanas, orillar a Puigdemont y llevar a un papel firmado por los socialistas la anticonstitucional soberanía fiscal.
Las conquistas ideológicas y políticas del separatismo desmienten el mantra de los trovadores sanchistas. El procés no se ha acabado, el monstruo se ha transformado y está engordando.
Los indepes ya no buscan la declaración unilateral porque fueron derrotados. Ya no están labrando la impunidad que necesitaban para ponerse en pie de nuevo porque ya la tienen. Pero sí están sembrando una relación bilateral mientras esperan a cosechar un referéndum que Salvador Illa lubricará con la docilidad mostrada en su discurso de investidura.
Esperan cosechar un referéndum que Salvador Illa lubricará con la docilidad mostrada en su discurso de investidura
Quizá lo peor no sea eso. En realidad lo aterrador está en el bifrontismo del deterioro democrático que estamos sufriendo, a fin de cuentas la democracia es un sistema construido a base de límites. Y, viendo que el poder político es capaz de saltárselos para satisfacer los caprichos y las exigencias de los cercanos, no parece insensato preguntarse qué podría hacer para plantar cara a quienes considere adversarios.
Si un delincuente puede ser cómplice de dos gobiernos para que estos desobedezcan una orden judicial ante la mirada de la ciudadanía entera… ¿Qué límite pueden respetar esos gobiernos para actuar en la oscuridad frente a quienes consideren un enemigo? Tengan cuidado ahí fuera.
El resultado de la operación es impecable. Puigdemont entró, habló y se marchó con entera impunidad. Y para gestionar el escándalo, el poder político ha alentado la sensación de incompetencia de los Mossos. Mediante esa maniobra de distracción se nos está ocultando un ejercicio, perfectamente pactado, entre un delincuente y dos gobiernos desobedientes, con el objetivo de que los tres cómplices ganen y ninguno pierda. Una estafa retransmitida en directo ante todo el país.
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