Crónicas desde el frente viral
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Último congreso del PSOE que conocimos
Si algo demuestra la historia del sanchismo, es que cada vez que su líder ha tenido que elegir entre su propio interés y el bien del partido, siempre ha tomado el mismo camino sin pestañear
Las encuestas publicadas en este principio de curso reflejan lo que Moncloa sabe desde hace semanas: Pedro Sánchez está en una posición de máxima debilidad. Por eso la convocatoria del Congreso del PSOE y la purga que allí aplicará solo pueden leerse en clave defensiva. Está dando manotazos de ahogado.
La valoración del presidente del Gobierno viene cayendo a plomo a lo largo de todo este año. Los datos de Sociométrica son claros:
- Enero: 37,3%
- Marzo: 33,8
- Junio: 32,3
- Septiembre: 27,9
En buena medida, ese desplome en el descrédito debe estar relacionado con las sospechas de corrupción en su propio entorno. Las cifras de la misma encuestadora son contundentes:
- 6 de cada 10 españoles creen que el juez Peinado está actuando adecuadamente (24% de los votantes socialistas).
- 7 de cada 10 españoles consideran que la conducta de Begoña Gómez es incorrecta (28% de los socialistas).
- 8 de cada 10 españoles creen que hay motivos para que el Tribunal Supremo investigue a Ábalos (54% de los socialistas).
Por otro lado, cuesta discutir que el acuerdo con ERC sobre el concierto de Cataluña ha generado un fuerte rechazo en toda la población, progresistas incluidos. Los sondeos de Sigma2 también ofrecen datos tajantes.
- 6 de cada 10 españoles piensan que el pacto solo beneficiará a Cataluña y perjudicará al resto (opinión compartida por el 46% de quienes votaron PSOE).
- El 42% de electores socialistas sostiene que los líderes contrarios al concierto deberían pedir a sus diputados que voten en contra.
- Y el 37% de esos votantes considera que los líderes autonómicos contrarios al cupo catalán pedirán a sus diputados el voto “no”.
A lo anterior, añadamos la crisis de carácter terminal en la que ha caído Sumar. Los de Yolanda tuvieron 31 escaños en las generales, hoy no hay casa de encuestas que les dé más de 11.
Quienes sostienen que el PSOE aguanta olvidan que los socialistas, en todos los sondeos, están más de 2 puntos por debajo de las generales. Y, sobre todo, que la suma de Sánchez y Yolanda dio entonces 152 escaños, y que ahora las proyecciones les clavan en 134. Así es directamente imposible que los progresistas puedan volver a gobernar.
No hay quien pueda discutir en estos momentos que Pedro Sánchez es un peso muerto para las opciones del PSOE y de la izquierda en general.
A su vez, tampoco parece muy claro que haya tocado fondo: queda corrupción y queda desgaste –en mi opinión incluso mayor que por la amnistía- tras el acuerdo para volar la arquitectura fiscal de todo el país a cambio de una investidura regional.
En democracia, los líderes que tienen en contra a la sociedad emprenden un proceso de reflexión y de reorientación política. Aquí las cosas van por otro lado. Sánchez, que tampoco puede decir que tiene el Parlamento a favor, está preparando una táctica de repliegue y de contragolpe.
Cualquier votación ordinaria en el Congreso le sitúa, al menos, ante tres fugas potenciales de agua –Junts, ERC y Podemos-. El PNV ya ha dado los primeros toques de atención. El concierto fuerza las costuras del grupo parlamentario de Yolanda Díaz. Y la posibilidad de que los Presupuestos salgan adelante no parece hoy la más probable.
El Gobierno ya ha anunciado que presentará los PGE, vive bajo la exigencia de cumplir el acuerdo con ERC y solo tiene ante sí dos opciones: trabajar el rechazo o la aprobación.
Si los presupuestos caen, tendrá un motivo para convocar elecciones en primavera.
Si los presupuestos salen adelante, será porque habrá vuelto a compactar la mayoría del bloque que conforma junto a la extrema izquierda y los nacionalistas.
En los dos escenarios, se celebrará previamente el Congreso del Partido Socialista teniendo como tiene a la organización más revuelta que nunca. De manera que lo que ocurra allí condicionará los Presupuestos, la duración de la legislatura y la propia estrategia de bloques polarizados que Pedro Sánchez le compró a Pablo Iglesias en su día. Es en el PSOE donde ha puesto su última trinchera.
Si Sánchez rechaza el acuerdo que el PSC ha suscrito y abjura de la confederación, pacificará al PSOE. Él será elegido por aclamación, podrá designar otra Ejecutiva a su medida. Los Presupuestos no serán aprobados, pero los socialistas podrán llevar a cabo una campaña electoral con ciertas posibilidades de competir.
Si Sánchez fuerza a cambiar la espina dorsal ideológica del modelo territorial socialista, pacificará al PSOE imponiendo la paz de los cementerios. No lo hará tras un debate ideológico sino exigiendo, como es habitual, un plebiscito sobre sí mismo que limpie todos sus pecados pasados, presentes y futuros. Después, como es tradición, ejecutará una purga ejemplarizante.
A partir de ahí, sí que podrá encarar la aprobación de los presupuestos con más chances de éxito. Y, luego, la reforma de la Ley de Financiación de las Comunidades Autónomas sin resistencias en su grupo parlamentario. El contragolpe.
¿Cuál de los caminos parece más viable? Hemos visto preguntas más difíciles. Si algo demuestra la historia del sanchismo, es que cada vez que su líder ha tenido que elegir entre su propio interés y el bien del partido, siempre ha tomado el mismo camino sin pestañear.
Resulta, por lo tanto, plausible que durante el próximo mes de noviembre se celebre el último congreso del PSOE que conocimos. El aparato aplicará mano de hierro para que así sea. A partir de esa fecha, en la izquierda, podrá no haber siglas políticas en España que defiendan la idea de España labrada en la Constitución de 1978, tampoco un partido progresista con vocación de mayoría.
Quienes nunca quisieron al PSOE hablarán de gran pérdida con términos de lamento interesado. Y quienes sientan algo por el Partido Socialista preferirán no preguntarse cómo fue posible que una organización democráticamente central llegue, con tanta pasividad, a un punto final así de pobre y de triste.
Pobre y triste congreso de defunción porque el sacrificio del significado histórico e ideológico del socialismo español se perpetrará, precisamente, cuando el sanchismo está tan visiblemente agotado.
Las encuestas publicadas en este principio de curso reflejan lo que Moncloa sabe desde hace semanas: Pedro Sánchez está en una posición de máxima debilidad. Por eso la convocatoria del Congreso del PSOE y la purga que allí aplicará solo pueden leerse en clave defensiva. Está dando manotazos de ahogado.
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