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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Debate USA: Kamala se la juega y tiene un punto débil

La prudencia de los sociólogos está bien fundada. El colegio electoral que elegirá al futuro Presidente vendrá condicionado por el resultado en unos pocos estados que, a día de hoy, reflejan distancias muy estrechas entre ambos candidatos

Foto: Kamala Harris. (Reuters/Elizabeth Frantz)
Kamala Harris. (Reuters/Elizabeth Frantz)
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En Estados Unidos, durante el mes de agosto, todas las encuestas de escala nacional dieron ventaja a Kamala Harris sobre Trump. Los demócratas aprovecharon el efecto novedad e iniciaron una luna de miel que se mantuvo hasta el final de la Convención del partido, donde sus números tocaron techo. Sin embargo, da la impresión de que las cosas están cambiando.

Este fin de semana, el New York Times –no precisamente muy trumpista- ha publicado el primer sondeo desde julio en el que el candidato republicano obtiene, aunque sólo sea por un punto porcentual, la primera posición. En estos momentos, no hay un solo experto en demoscopia que se salga del mantra “estamos ante un empate técnico muy reñido”.

La prudencia de los sociólogos está bien fundada. El colegio electoral que elegirá al futuro presidente vendrá condicionado por el resultado en unos pocos estados que, a día de hoy, reflejan distancias muy estrechas entre ambos candidatos. En varios será así hasta el final.

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Tomando como referencia la media de encuestas, Trump supera a Harris en Arizona y Carolina del Norte por un punto, en Georgia por dos. El empate es completo en Nevada. Y Harris supera a Trump en Michigan por un punto, en Pensilvania por dos y en Wisconsin por tres. Todos esos datos están dentro del margen de error que contemplan los sondeos. Estamos, por lo tanto, ante la incertidumbre.

Por fuera de la sociología, hay en Estados Unidos una especie zoológica que hace su agosto durante las campañas electorales. Son los “pronosticadores”, con influencia en el entorno digital y capacidad de crear opinión. No trabajan con datos propios y no viven de su prestigio profesional. Lo suyo va de ganar seguidores y generar interacciones en las redes y, precisamente por eso, incluso los mejores, tienen tendencia a exagerar la dimensión que pueden tener las pequeñas alteraciones.

En esa zona, más bien dominada por creadores de contenidos vinculados al mundo republicano, viene desde hace días emitiéndose la “predicción” de que Trump comienza a tener la victoria masiva al alcance de la mano. Una guerrilla inútil.

Esta noche se celebra el primer y quizá único debate entre Trump y Harris. Y, en cuanto termine, costará evitar la impresión de que todos los análisis y pronósticos anteriores habrán perdido su valor.

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A gran velocidad se generarán tres corrimientos de tierra: uno en el interior de cada partido (el aire de la euforia y el peso de las dudas), otro en las redes sociales con una explosión viral tremenda y, con el pasar de unos pocos días, otro en las encuestas que mostrarán los primeros cambios.

En circunstancias normales, faltando como faltan casi dos meses para las urnas, habría tiempo de sobra para que las placas tectónicas de la opinión pública volviesen lentamente a posiciones no muy distintas de las actuales.

En otro momento, el impacto del debate de aquí al recuento terminaría siendo prácticamente inapreciable. Quizá sea necesario recordar que, según el consenso estadístico, Clinton superó a Trump en los tres debates de 2016 y luego ocurrió lo que pasó.

Hay algo que sí se puede anticipar: veremos la mejor versión posible de Kamala Harris, al menos, la más trabajada

Encima, nos ha tocado vivir en un tiempo especialmente rico en acontecimientos, quizá demasiado. En este verano hemos visto el mayor fracaso de un presidente debatiendo que se recuerda (Biden), un intento de magnicidio (Trump) y el ascenso de una vicepresidenta poco conocida a la posición de candidata por imposición del propio partido (Harris). Hasta noviembre pueden darse mil saltos que volteen el tablero de nuevo.

Todo lo anterior invita a restarle trascendencia al encuentro de esta noche. Sucede, sin embargo, que no estamos ante condiciones normales. En el debate de esta noche no se enfrentarán dos viejos rivales muy conocidos por el público. Lo que está por suceder es bien distinto: todo el mundo sabe cómo es Trump pero la imagen de Harris es, prácticamente, un folio en blanco. Y en ese terreno, en ese lienzo sobre el que se fijará la imagen de la demócrata es donde va a dirimirse una competición encarnizada.

Nadie puede predecir el resultado. Pero hay algo que sí se puede anticipar: veremos la mejor versión posible de Kamala Harris, al menos, la más trabajada.

Su rival tiene más experiencia, domina mejor los códigos del medio, pero llegará menos preparado

Lleva una semana encerrada en un hotel, dentro de un escenario que replica al del debate, ensayando frente a un tipo vestido como Trump. Ella es metódica y su equipo es absolutamente profesional.

Su rival, por el contrario, habrá dedicado tres sesiones de tres horas. Tiene mucha más experiencia, domina mejor los códigos del medio, pero llegará menos preparado.

En las grandes ligas, infravalorar a un adversario es asumir un riesgo innecesario. La demócrata está menos rodada, pero lo poco que ha mostrado en sus debates anteriores invita a pensar en un desempeño de hembra alfa (que no agradará a Trump), con instinto para detectar sangre y con capacidad probada para el manejo de distintos tonos. Es rigurosa. Puede tener gracia y mostrar enfado sin parecer estridente.

Foto: El candidato republicano, Donald Trump. (Reuters/David Dee Delgado)

Adicionalmente, está respaldada por un buen guion. Su equipo ya no pierde el tiempo en insistir en lo que ha dejado de penalizar al republicano (machista, racista…). Han actualizado todas las líneas de ataque: eres un rico que hace las cosas para los ricos, no vas a traer nada que no hayamos sufrido, eres rancio y encima raro, eres un delincuente acabado. Ella, por cierto, tiene 18 años menos: la disputa por el vigor también se dirimirá.

Donald Trump sabe que no debe verse regañado por ella y que al mismo tiempo no puede desatar su agresividad. No le va a ser fácil dar con el equilibrio que le permita intimidar sin ser visto como intimidante. Pero tiene recursos sobrados para encontrar el punto.

Todavía no ha logrado dar con la zona blanda de Kamala. Eso es cierto. Pero, tiene que saber, como saben todos los populistas, que ella es élite, que huele a élite. Esa es la percha destructiva y de ahí, seguramente, colgará lo demás. Él lo es también, claro. Pero no le penaliza.

En Estados Unidos, durante el mes de agosto, todas las encuestas de escala nacional dieron ventaja a Kamala Harris sobre Trump. Los demócratas aprovecharon el efecto novedad e iniciaron una luna de miel que se mantuvo hasta el final de la Convención del partido, donde sus números tocaron techo. Sin embargo, da la impresión de que las cosas están cambiando.

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