Crónicas desde el frente viral
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Sánchez y las pieles de plátano en política exterior
En materia de política exterior nunca hemos tenido un gobierno tan torpe como este: la suma de trompicones y colisiones es inacabable
España no es, desde hace años, un país fiable en la arena internacional. A día de hoy, todos los elementos de nuestra política exterior generan desconfianza. Y no va a ser fácil recuperar el terreno perdido. La reparación no llegará con el cambio, harán falta años. Tiempo porque los errores cometidos por este Gobierno dejarán un daño duradero en la credibilidad de nuestro Estado. Mucho tiempo porque la configuración, la orientación y la impericia de este Gobierno nos han puesto bajo mínimos.
Una parte no desdeñable del descrédito exterior responde a cuestiones domésticas. El hecho de que se sigan celebrando mediaciones internacionales para abordar la cuestión territorial con un delincuente no ayuda demasiado a emitir la imagen de que este es un país capaz de superar los problemas por sí mismo. Lo mismo puede decirse con la mediación europea en materia de justicia, no parece el tipo de procedimiento habitual de los Estados más serios.
Además, con una frecuencia sonrojante, muchas de nuestras cuestiones internas se dirimen en las instituciones europeas. Los españoles hemos exportado la toxicidad de la política catalana y la polarización de la política patria al escenario europeo. Al hacerlo, hemos saturado a nuestros socios y aumentado nuestro desprestigio.
En cualquier caso, lo mollar en la pérdida de fiabilidad internacional de España se concentra en la labor exterior del Gobierno. Y eso comienza por una configuración que opera contra el interés de occidente en el conflicto central de esta época: el choque entre partidarios y adversarios de la democracia.
La extrema izquierda siempre ha romantizado a Hamás, eso no es nuevo. Lo nuevo es el cambio de orientación aplicado por Sánchez
Sumar ha heredado la posición de coqueteo con el putinismo de Podemos. Y ese legado genera una contradicción insalvable en el propio Consejo de Ministros y condiciona toda la política de Sánchez. En una situación inédita, mientras se celebraba la cumbre de Madrid, hubo ministros que alentaron las manifestaciones contra la alianza y el aumento del apoyo a la democracia invadida. Por eso, España no cumple como debería con Ucrania. Y por eso incumple el compromiso con la OTAN.
La relación atlántica, vital, para los intereses de nuestro país, quedó capada en el primer día de mandato de este Gobierno. Adicionalmente, puede entenderse que la dependencia congénita de Puigdemont, tan vinculado a la "trama rusa", no sea el mejor de los avales ni en Washington, ni en las cancillerías europeas (muchas de las cuales se saben existencialmente amenazadas desde Moscú).
El segundo frente mundial de la pugna entre demócratas y autócratas está en la frontera de Israel. La extrema izquierda siempre ha romantizado el terrorismo de Hamás, eso no es nuevo. Lo nuevo es el cambio de orientación aplicado por Sánchez en Oriente Medio. Un volantazo que ha reventado la histórica y privilegiada posición de intermediación española en la zona, a cambio de ningún beneficio y de enemistarse con la democracia israelí.
El desprestigio de España se debe a un presidente que camina en el ámbito internacional como en un Congreso de Murcia
Desgraciadamente, ese giro no responde a ningún enfoque ético, ni a ninguna orientación estratégica. La doctrina del sanchismo global es confusa como mínimo: para reconocer a Palestina no se puede esperar a los socios europeos, hay que liderar, pero para reconocer lo ocurrido en Venezuela hay que esperar a la Unión Europea.
La adicción a la moralina es igual de errática y de peligrosa cuando contrastamos la relación con los distintos líderes. A Milei se le aplica toda la retórica antifascista, aunque acabe de ser elegido en las urnas. Pero al bueno de Mahmud Abbas se le abraza como faro de la democracia, aunque no haya sido votado por los palestinos en los últimos 20 años.
El deterioro del prestigio y la capacidad de influencia de España en el mundo no se debe solo a la conformación de este Gobierno, ni a la orientación endeble y caprichosa de su política, se potencia también por la asombrosa torpeza de un presidente que camina en el ámbito internacional como si estuviese en un Congreso del Partido Socialista murciano.
En Iberoamérica se ha cebado una crisis diplomática con Argentina que beneficia la lógica polarizadora que comparten Sánchez y Milei
Quizá no sea ese el método más inteligente, ni el más delicado, para desenvolverse en ninguna de las zonas del mundo que resultan prioritarias para el interés del país: Magreb, Iberoamérica y Oriente Medio. En el Magreb todos nuestros gobiernos se han andado con extremo tiento. Pero este es el primero que ha tenido el mérito de ponerse a malas con las tres partes. En este momento, ni siquiera el ministro de exteriores sabe quién desconfía más de nosotros. Probablemente, todavía no sepa el propio Sánchez cuánta información personal y confidencial suya esté, ahora mismo, en manos de Rabat. No se recuerda un fracaso mayor.
En Iberoamérica se ha cometido otro imprudente error no forzado: cebar una crisis diplomática con Argentina que daña a las dos naciones que beneficia la lógica interna polarizadora que comparten tanto Sánchez como Milei. Respecto a Venezuela, siendo extremadamente generosos porque la situación está caliente y lo suyo es poner a España por delante, no da la sensación de que la timidez y la paciencia mostrada desde Madrid esté sirviendo para que Caracas deje de escalar otra crisis diplomática. No da la sensación de que Maduro le tenga mucho respeto a nuestro presidente.
En Oriente Medio, Sánchez cometió un error imperdonable que le perseguirá hasta el último día de su vida. Fue invitado por Netanyahu y fue a hacerse una foto moralmente pornográfica en el paso entre Egipto y Gaza. Israel vive bajo un trauma y un mal líder. Pero nunca, en las tres décadas de relaciones entre nuestros países, se había provocado una crisis tan grave entre nuestras dos naciones.
Nota para sanchistas: el nombramiento de Ribera es una buena noticia, pero calma, porque fue vetada para el puesto que quería
A estas alturas, puede estar desfasado considerar la política europea como política exterior. Pero no puede discutirse que la agresión de Sánchez en Estrasburgo a Weber ha sido procesada en toda Alemania como una agresión inaceptable a toda Alemania. Respecto a Italia, el propio presidente descalificó a Meloni 48 horas antes de que ella invitase a nuestro país en la cumbre del G7. Y todo así. La suma de trompicones y colisiones es inacabable. No caben en un repaso.
Por eso, se puede discutir si la orientación de la política exterior de Sánchez es inteligente y responsable, yo creo que no. Se puede discutir si sería bueno que la oposición mantuviese una posición más cercana al sentido del Estado en el caso concreto venezolano, yo creo que sí. Pero hay algo que no se puede debatir después de seis años: en materia de política exterior nunca hemos tenido un gobierno tan torpe como este. Son tan torpes que resbalan en las cáscaras de plátano que ellos mismos han tirado al suelo.
Nota al pie para los fans sanchistas: el nombramiento de Teresa Ribera es una buena noticia. Pero calma: fue vetada para el puesto que quería, ha sido designada porque España tiene peso y porque el resto de partidos socialistas se han hundido. No es un triunfo. Es de cajón.
España no es, desde hace años, un país fiable en la arena internacional. A día de hoy, todos los elementos de nuestra política exterior generan desconfianza. Y no va a ser fácil recuperar el terreno perdido. La reparación no llegará con el cambio, harán falta años. Tiempo porque los errores cometidos por este Gobierno dejarán un daño duradero en la credibilidad de nuestro Estado. Mucho tiempo porque la configuración, la orientación y la impericia de este Gobierno nos han puesto bajo mínimos.
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