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La ceja abierta de la izquierda y la oportunidad del PP
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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La ceja abierta de la izquierda y la oportunidad del PP

Si la izquierda no puede levantar líneas de defensa a la "igualdad", si no tiene con qué defender su autoridad ideológica y de gestión en el campo de las políticas sociales, todo está a favor para los populares

Foto: Feijóo, en un acto del PP en Barcelona. (EFE/Marta Pérez)
Feijóo, en un acto del PP en Barcelona. (EFE/Marta Pérez)
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Es un mal general. A lo largo de los últimos años, la sociología electoral ha venido adquiriendo un peso excesivo en la toma de decisiones de los actores políticos. Encargan demasiadas encuestas. Ninguna decisión parece tomarse ya sin haber visto antes las cifras del último sondeo, en muchas ocasiones, antes de que la propia opinión pública esté cuajada. Y, siempre, olvidando que los ánimos se mueven, que los análisis estáticos son incompletos, que la política existe para transformar la realidad y no para adaptarse al paisaje.

La instalación de esa dinámica, esa especie de dictadura blanda de los sociólogos sobre los distintos gabinetes partidarios, incluso cuando ni siquiera hay urnas en el horizonte, genera confusiones entre lo táctico y lo estratégico en los equipos, condiciona a los líderes que viven atenazados por miedo al próximo dato y reduce al máximo los diferentes proyectos políticos. El liderazgo parece consistir hoy en un moverse hacia los números que proyectan los sociólogos en las reuniones de estrategia. Reflexionar sobre la necesidad del país y la búsqueda de una acción política y discursiva que mueva a la sociedad hacia una nueva realidad son vistos como una pérdida de tiempo o un ejercicio de audacia inalcanzable. Y, sin embargo, la política de verdad consiste precisamente en eso.

Tal y como están las cosas en España, con la polarización enquistada y con la mayoría de la pasada investidura crujiendo por todos sitios, el PP puede mantener la lógica de la derogación del sanchismo y terminar conquistando el poder. Ese escenario está abierto. Y lo conquistaría, seguramente, después de un tiempo que puede ser largo y muy debilitador de la fibra moral de nuestra nación, para terminar gobernando desde una posición incómoda y sin toda la autonomía. También existe otro camino. Existe el sendero de la ambición verdadera. Conformarse con el objetivo de los 160 escaños en la situación objetiva del país apostar a la pequeñez política. Y, por cierto, conlleva una renuncia no forzada porque nadie le ha pedido al PP que se olvide de ser un partido con vocación de mayoría.

Los populares no necesitan más que reflexionar un poco sobre la oportunidad provocada por el estado de necesidad de Sánchez: el concierto de Cataluña le ha abierto una ceja a toda la izquierda de nuestro país, esa herida no se va a cerrar con facilidad y se puede agrandar si se golpea con grandeza. Hace años ocurrió algo parecido y hubo quien supo verlo. El atronador discurso totalizador de Iglesias abrió una primera brecha que hasta entonces resultaba inimaginable. Vimos a Ayuso desarrollar toda su campaña electoral en torno al concepto de "libertad". Esa idea, ese valor, que hasta entonces parecía propiedad exclusiva de los progresistas, fue disputado y arrebatado sin que el PSOE fuese capaz no ya de evitar lo que ocurría, sino de detectarlo.

Foto: El diputado de ERC Gabriel Rufián pasa por delante del presidente del Gobierno. (EFE/ J.J.Guillén)

Ahora podríamos estar ante una ocasión todavía mayor. El hecho de que el concierto sea radicalmente reaccionario, antónimo al principio de igualdad entre españoles, pone en máximo peligro el monopolio del concepto mismo de "igualdad", tan basal para el socialismo, tanto o más que el de "libertad". La voladura tolerada por Sánchez de la arquitectura fiscal del estado es un atentado económico, por supuesto, pero también es una cesión ideológica que impide al Partido Socialista defender sus propias señas de identidad en el ámbito de la educación, la sanidad y el resto de las políticas sociales.

El destrozo se da además en una circunstancia idónea para el Partido Popular. Cada uno de sus presidentes autonómicos tiene hoy el balón botando para convertirse en el máximo defensor de las aulas y de los centros educativos de su región. Todos pueden extraerle mucho rendimiento a la retórica del agravio porque estará basada en hechos reales. Es la jugada evidente. Puede darse por hecho que los números hacen aconsejable ese despliegue —y que lo harán todavía más en los próximos tiempos—. Pero apaguemos la pantalla por un rato, olvidemos los colorines de las presentaciones que preparan los sociólogos y centrémonos en lo político.

Cada uno de sus presidentes autonómicos tiene hoy el balón botando para convertirse en el máximo defensor de las aulas

Si la izquierda no puede levantar líneas de defensa a la "igualdad", si no tiene con qué defender su autoridad ideológica y de gestión en el campo de las políticas sociales, todo está a favor para que los populares desplieguen una ofensiva mayor, total y con todas las consecuencias en ese frente. Cada medida que lance el PP para enarbolar la protección a los españoles que se esfuerzan hará más grande la brecha abierta en la izquierda. Además, planteando y negociando bien cada cosa, pueden obtenerse frutos tangibles en el Parlamento mientras se estresan las contradicciones de los adversarios.

Y, encima, este es el registro más favorable para Feijóo. El líder del Partido Popular no es un tipo de naturaleza confortativa, se desempeña mucho mejor cuando puede conjugar la centralidad. Paradójicamente, después de tanto buscar y buscar la manera de abrirle un trasvase cuantioso de votantes al PSOE, después de tanto hablar de derogar, resulta que se puede tender una autopista a esos electores partiendo de lo que siempre fue una fortaleza casi inexpugnable de la izquierda, de las políticas sociales.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (EFE / Miguel Barreto)

Por detrás de las estimaciones y de las valoraciones a los líderes que siempre se miran primero, las cifras de las encuestas señalan que hay preocupación con la vivienda, malestar porque conciliar es imposible, que hay demanda de cambios en la jornada laboral porque el cansancio es en esta época una sensación universal. Pero por delante está la política, la visión, la audacia que responde al esfuerzo intelectual. En la defensa y la actualización de las políticas sociales confluyen el interés de los españoles y el interés del Partido Popular. Aunque no se vea en los sondeos, la propuesta de levantar un nuevo modelo social puede mover los grandes números electorales.

También está el primer camino, ya lo sabemos, Ya sabemos que quedarse en la derogación equivale a conformarse con llegar a la tanda de penaltis.

Es un mal general. A lo largo de los últimos años, la sociología electoral ha venido adquiriendo un peso excesivo en la toma de decisiones de los actores políticos. Encargan demasiadas encuestas. Ninguna decisión parece tomarse ya sin haber visto antes las cifras del último sondeo, en muchas ocasiones, antes de que la propia opinión pública esté cuajada. Y, siempre, olvidando que los ánimos se mueven, que los análisis estáticos son incompletos, que la política existe para transformar la realidad y no para adaptarse al paisaje.

Partido Popular (PP) Alberto Núñez Feijóo
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