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Crónicas desde el frente viral
Por
Aniversario del 7 de octubre: 12 meses de antisemitismo
La interpretación de la realidad nos está llegando como si en el mundo no estuviese dándose un conflicto entre el modelo democrático y sus adversarios, en varios frentes: Ucrania, Oriente Medio y Venezuela
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Se cumple el primer aniversario de la masacre del 7 de octubre y el clima emocional de las sociedades occidentales sigue, todavía, marcado por la niebla intelectual y emocional. Por eso, quizá mejor que los análisis y las noticias de última hora, pueda ayudarnos la literatura. En mi opinión, no hay obra más certera para entender nuestro presente que Guerra y paz. Tolstói siempre funciona, incluso para presagiar. Creo que todavía andamos en sus primeras páginas y que después, me temo, podría venir lo demás.
Leo y veo cómo nuestra despreocupación y ligereza conviven con una escalada militar que parece irrefrenable. Mientras el jinete avanza, las élites se muestran torpes y nuestros pueblos se sienten ajenos a la amenaza. Los expertos escriben simplezas efímeras y el periodismo transmite debilitamiento moral en alta definición.
La interpretación de la realidad nos está llegando como si en el mundo no estuviese dándose un conflicto entre el modelo democrático y sus adversarios, desarrollado en varios frentes. Todo se nos proyecta desconectado en las pantallas, como si los hechos en Ucrania, Oriente Medio y Venezuela no dibujasen tres focos distintos de un choque mayor.
Irán, Rusia y China comparten lado del tablero. En frente, Europa sigue preguntándose lo que quiere ser de mayor, y en las urnas norteamericanas del 5 de noviembre aguarda una respuesta que podría ser definitiva. España, por su parte, parece mantener una posición deliberadamente tímida, más que la de nuestros socios, en cada uno de los tres puntos de colisión geopolítica.
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¿Qué nos está pasando? En el plano intelectual, el miedo a la cancelación y el sesgo del optimismo no hacen, sino generar evaluaciones y pronósticos equivocados. A lo largo de esta misma semana, hemos visto a todos los expertos dar por seguro que la respuesta de Irán a la cadena de operaciones contra Hezbolá sería nula o meramente testimonial.
En lo moral, estamos teniendo que soportar juicios y opiniones que ponen de manifiesto un claro debilitamiento de nuestros valores universalistas. Desgraciadamente, aquí y en las demás naciones occidentales, no pocos voceros han sostenido que la reacción de Teherán ha sido medida y, en el fondo, comprensible. Mucho tienen que habérsenos debilitado las defensas éticas cuando puede parecernos poca cosa el bombardeo de la población civil con 200 misiles.
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Las cosas se nos están contando de un modo distinto al que están pasando. Ya sabemos que la verdad es siempre la primera víctima de la guerra. Eso no es nuevo. La diferencia, frente a los conflictos globales anteriores, está en que ahora permitimos que la falsedad arraigue y crezca dentro de nuestras propias sociedades.
Sin demasiada oposición, estamos dando por bueno el relato completo de los adversarios de la democracia. Digerimos y difundimos la información, los datos, los marcos mentales y la lógica narrativa sin recordar el carácter iliberal del emisor.
Olvidamos que Hamás y Hezbolá son dos bandas terroristas, que la teocracia rige en Irán, que China es autoritaria, que en Rusia —como en Venezuela— impera la cleptocracia. Por la vía de la amnesia perezosa que nos inyectamos, negamos el derecho a la libertad de sus pueblos y legitimamos políticamente a los opresores, a quienes se consideran enemigos de nuestro modo de vida.
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Curiosamente, operamos de manera distinta ante quienes sí defienden lo que disfrutamos, sobre todo, cuando nos referimos a Israel. Ahí es cuando aplicamos el procedimiento contrario: todos son Netanyahu, la democracia no existe y nadie hay en la oposición. Desde esa trampa intelectual, sí que nos ponemos selectivamente estupendos y hablamos de crímenes de guerra y de derechos humanos. Es una lástima que no podamos darle esas lecciones a los rehenes de Hamás desde hace un año.
A lo largo de estos últimos doce meses, ha crecido el antisemitismo en Europa como nunca creí que volvería a ocurrir. Y lo ha hecho, en buena medida, porque quienes se consideran progresistas han puesto convicción y empeño en su tarea. Da igual, por ejemplo, que Hezbolá lleve desde el pasado 7 de octubre bombardeando a la población israelí, dan igual los 60.000 desplazados, es Israel quien actúa irracionalmente y quien promueve la guerra.
Al escuchar a la extrema izquierda y a bastantes de los medios españoles, uno siente que su siguiente paso lógico podría consistir en condenar a Israel por no aceptar con mansedumbre el exterminio que promueve Irán y vienen cebando desde hace años sus títeres terroristas desde Palestina, Líbano y Yemen.
Reducimos a talla de anécdota la amenaza existencial que está viviendo Israel. Y agrandamos la caricatura que les acerca a la informidad maligna. Los éxitos de sus últimas operaciones de inteligencia no son contados como una prueba de la resistencia y la eficiencia que pueden tener las democracias, sino como el resultado de artes oscuras que podrían hacerles amos del mundo.
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Del mismo modo, descalificamos la posición de Estados Unidos. Decimos que Biden no puede hacer nada y nos quedamos tan contentos, ni siquiera nos molestamos en ver que Kamala Harris y Donald Trump mantienen una posición muy parecida respecto a Oriente Medio. Allí lo tienen claro.
No. Esto no está pasando porque haya elecciones en Norteamérica. Los acontecimientos se han precipitado en estas últimas semanas porque justo en estos días, en este 7 de octubre de 2024, tenía Hezbolá prevista y preparada otra matanza que buscaba superar a la perpetrada por Hamás en 2023. De eso, apenas se ha hablado en los medios. ¿Por qué?
Elegir el lado correcto de la historia nunca ha sido fácil. En esta época, la buena decisión solo puede llevarse a cabo cuando uno elige con acierto la historia que da por buena. Quizá idea comprarle esa mercancía a quienes tienen el punto de mira puesto en la democracia no sea la mejor idea.
Tenerlo claro no implica, ni mucho menos, defender que Netanyahu sea el mejor de los líderes posibles en un escenario como el actual. Yo, desde luego, no lo creo. Pero esa es la segunda elección, no la primera.
Se cumple el primer aniversario de la masacre del 7 de octubre y el clima emocional de las sociedades occidentales sigue, todavía, marcado por la niebla intelectual y emocional. Por eso, quizá mejor que los análisis y las noticias de última hora, pueda ayudarnos la literatura. En mi opinión, no hay obra más certera para entender nuestro presente que Guerra y paz. Tolstói siempre funciona, incluso para presagiar. Creo que todavía andamos en sus primeras páginas y que después, me temo, podría venir lo demás.