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Crónicas desde el frente viral
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El PSOE, ante el congreso de la corrupción
El patriotismo de partido, el gen de la supervivencia que tantas veces ha salvado a las siglas, puede ser, en esta ocasión, el motivo de su perdición
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Buena parte de la historia reciente de España no puede entenderse sin los resultados de los congresos del PSOE más cargados de incertidumbre. El hecho de que no haya suspense en el próximo cónclave explica este presente rebosante de corrupción y amenaza el futuro del líder, del partido y del país entero.
No estamos en Suresnes, ni en 1979 cuando el marxismo. Tampoco en trances como la sucesión de González, la elección de Zapatero, la victoria de Rubalcaba en 2012 o 2014 cuando Sánchez. Este congreso será una balsa de aceite, pero amenaza con terminar siendo más importante que todos los anteriores, esa es la paradoja.
La convocatoria solo responde a una causa: la intención que tiene el secretario general de garantizarse cuatro años más en el poder porque su victoria en las urnas es un imposible.
No hay renovación ideológica porque la organización dejó de pensar en términos de proyecto político. Y no habrá renovación de equipos sustancial porque es un cierre de filas ante un fin de ciclo marcado por la corrupción. El patriotismo de partido, el gen de la supervivencia que tantas veces ha salvado a las siglas, puede ser, en esta ocasión, el motivo de su perdición.
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Cuanto más aplaudan, peor. Es increíble que no se den cuenta. Me temo que la desconexión con la realidad anímica nacional que veremos en Sevilla será leída por los españoles como un canto a la impunidad con sacrificio colectivo a un líder descontrolado, es decir, como una fiesta sectaria impropia de quienes antes compartieron la vocación de mayoría social.
Las causas de la conversión del partido que más se pareció a España en un ejército de clones pueden resumirse en una sola palabra: cesarismo. Las consecuencias, sin embargo, están más abiertas aunque haya precedentes fuera de nuestro país que sirvan para alumbrar el horizonte.
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Hay más casos de líderes que se vieron asediados por la sombra de la presunta corrupción, se negaron a actuar y exigieron el apoyo incondicional de su fuerza política. Ninguno salió bien. No hay excepciones.
Repasemos. Nixon en Estados Unidos. Collor de Mello en Brasil. Menem y los Kirchner en Argentina. Yanukovich en Ucrania. Fujimori en Perú. Berlusconi en Italia. Sarkozy en Francia y Rajoy en España. En todos los casos terminó ocurriendo lo mismo: cayó el líder, sufrió el partido y se hirió al país.
En mi opinión, el congreso de Sevilla se inscribe en esa misma dinámica de líder manchado que impone el apoyo incondicional al partido. Y considero que de ahí no pueden salir buenas repercusiones para nadie.
No va a mejorar la situación de Sánchez porque la pérdida de su credibilidad personal es irreversible, la erosión de su autoridad moral es irreparable, su desgaste político es irrefrenable y porque, asunto no menor, da la impresión de que queda mucha tela que cortar.
Por pura intuición, yo no apostaría a que ya hayamos visto lo peor. El presidente y secretario y general no está todavía en condiciones de aceptar que ya sólo puede salvar su legado aunque sea en parte. Por el camino en que va, opacará sus aciertos, empeorará su imagen en la historia y le restará dignidad a su salida del poder.
El congreso no va a mejorar la situación del PSOE. Va a empeorar lo electoral, lo social y lo moral, que es el patrimonio fundamental.
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El daño electoral llegará. Llegará porque la opinión pública tarda en moverse pero termina moviéndose. Lo hará hacia la desmovilización. Crecerá el volumen de votantes que se sentirán desmotivados o traicionados.
Como no hay una fuerza progresista deseable y verosímil, se desincentivará la participación, aumentará la abstención. Y, cuanto más tarde en llegar la reacción, más ancha será la pasarela hacia el Partido Popular. La pulsión de emitir un voto higiénico será menor, pero será.
El daño orgánico llegará. Llegará porque ya está llegando. En la televisión, la fatiga del círculo más cercano puede apreciarse con alta definición. En Sevilla, en todos los corrillos, el tono será de preocupación. En el Gobierno y en la organización, los cuadros tienen razones para estar inquietos por la precariedad de su propia situación. Y en el partido, en la militancia, la exaltación de unidad de los de arriba aumentará la desmotivación de los de abajo.
Todos los líderes que se encontraron ante escándalos tomaron prontas medidas. Al hacerlo, preservaron la integridad de las siglas
Y el daño moral llegará. Será, además, el más grave de todos. Llegará porque el PSOE está preso de un círculo vicioso que nunca antes había conocido. Todos los líderes que se encontraron ante escándalos tomaron prontas medidas. Al hacerlo, preservaron la integridad de las siglas y demostraron su compromiso con el bien común.
Sánchez es la excepción. Está anteponiendo su supervivencia política durante unos meses al porvenir del partido durante muchos años. Compromete a todos los compañeros con lo que a mi juicio es una violación de los principios fundamentales. Contradice el deber de transparencia al no ser claro. Y fomenta la impunidad al no actuar.
No está liderando al partido; lo está llevando a la pira en una situación de máximo riesgo, al punto de que el próximo año pueda ser inevitable la convocatoria de un congreso extraordinario bajo una crisis de máxima gravedad.
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El PSOE, como todos los partidos, pero quizá más, digiere mal las salidas del poder. Siempre ha necesitado tiempo para reconfigurarse tras una crisis de reputación. Esto podría ser más serio. Podría ser una crisis de producto con todo el personal abrasado.
Pongámonos en el peor de los escenarios. ¿Quién demonios podría contrarrestar esta sensación que no para de crecer de que la organización entera está invadida hasta el tuétano por la corrupción? ¿Quién? Ninguno de los que aplaudan en Sevilla. Ninguno de los que callen ahora.
Se me dirá, con razón, que el daño a España importa más que el daño al PSOE. Claro que tenemos a la democracia sufriendo. Por eso se frotan las manos sus adversarios. Y por eso hacen falta dos fuerzas centrales que puedan sostenerse en pie éticamente. Ese es el tema, justo ese. Más allá de lo que dure este Gobierno, España necesita que el PSOE perviva y el próximo congreso lo pondrá bastante más difícil.
Buena parte de la historia reciente de España no puede entenderse sin los resultados de los congresos del PSOE más cargados de incertidumbre. El hecho de que no haya suspense en el próximo cónclave explica este presente rebosante de corrupción y amenaza el futuro del líder, del partido y del país entero.