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Crónicas desde el frente viral
Por
El presidente y la "fatiga del combatiente"
Es la consecuencia natural de militarizar la política, lo lógico cuando se vive la democracia como un combate, se tornan adversas las circunstancias y se sustituye la esperanza por la supervivencia
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Puede parecer que no trabaja porque todo está manga por hombro. Sin embargo, no es así. Se está matando a currar, aunque no sea para gobernar sino para achicar agua. Así desde hace meses, sin descansar.
Se ve a la legua. Basta con bajar el volumen y fijarse en las imágenes. La piel y los gestos reflejan el estado de agotamiento físico, emocional y mental que suele darse al acumular estrés en situaciones de combate con exigencia extrema.
De verdad que la exigencia es de verdad. Terminar fundido cada jornada. Probablemente, medicarse para dormir. Al despertar, no saber qué mina ha estallado ni cuál podrá explotar a lo largo del día. Y así desde antes del verano. La vigilancia interrumpida satura los sentidos.
La incertidumbre, la falta de control y la imposibilidad de anticipación escalan unos niveles de ansiedad muy difíciles de gestionar. Nadie puede acostumbrarse a sentirse constantemente expuesto al peligro.
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El ambiente es hostil. A la calle no se puede ni salir. En el Parlamento es mejor no entrar. En el partido hay adversarios. La falta de apoyos acrecienta el aislamiento emocional y agiganta la sensación de soledad. Los titulares en los medios de comunicación disparan la percepción de vulnerabilidad.
Parte de las equivocaciones que está cometiendo el Gobierno, sobre todo los errores no forzados, se deben a la “fatiga de guerra”. Es la consecuencia natural de militarizar la política, lo lógico cuando se vive la democracia como un combate, se tornan adversas las circunstancias y se sustituye la esperanza por la supervivencia.
Los socialistas no se están preguntando si el PSOE tendrá o no tendrá futuro, están llegando a la conclusión de que Sánchez es el pasado
Seis horas al día para gestionar los casos de presunta corrupción apilados: las citas judiciales fijadas en el carrusel del calendario, la mujer, el hermano, el número dos, las jefaturas del gabinete, un porrón de ministerios, las manos achicharradas antes de acercarse al fuego, las pruebas, los encuentros furtivos, los contratos, los informes de la UCO, los periodistas…
Cuatro horas para mantener en pie la mayoría parlamentaria: Yolanda Díaz es un juguete roto, Podemos que viene afilando el cuchillo, el PNV con la mano en la cartera y sermoneando las advertencias, Bildu secuestrando la integridad, en ERC todo pendiente de que Junqueras se haga con la manija y ya veremos, Junts con la cuestión de confianza que puede llegar en una situación de mayor deterioro moral…
Dos horas al día para la purga en el partido. Pero Page. Pero Lobato. Pero Tudanca. Pero Lambán. Pero Valencia. Pero Andalucía. Y, además, los cálculos para el después del sanchismo, el sálvase quien pueda que se está larvando. Hoy, los socialistas no se están preguntando si el PSOE tendrá o no tendrá futuro, están llegando a la conclusión de que Sánchez es el pasado.
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Dos horas al día para dañar al PP. Antes había que decapitar a Ayuso como fuese, después podrán contarse las cabezas propias que terminaron rodando. Ahora van a por Mazón sin darse cuenta de que sólo hay una manera buena de hacerlo: ir a Valencia y mojarse el culo. Y, mientras tanto, le dan vueltas a cómo derribar a Feijóo, saben que cuánto más caiga el PSOE menos ruido interno habrá en el PP.
Y así se va el día, como decíamos, desde hace mucho. La exposición prolongada al conflicto que se inició desde las informaciones sobre Begoña Gómez está produciendo una fatiga extrema que se manifiesta ante todo el país.
Problemas para concentrarse, tomar decisiones rápidas y procesar la información. Respuestas desproporcionadas, irritadas, a estímulos que deberían ser menores. Retraimiento e incapacidad para reconocer emociones. Reiteración de eventos traumáticos. Apatía. Desmotivación. Tics nerviosos. Expresiones y conductas de riesgo. En mi opinión, el proceder y la imagen que proyectan cada noche los informativos encaja como anillo al dedo en el cuadro de la “fatiga del dependiente”.
La historia está llena de ejemplos de cómo la fatiga del combatiente acaba llevando a los líderes cesaristas hasta el colapso
Tal y como están las cosas, yo creo que ya pasó el punto de no retorno. Pero falta de aquí al colapso. ¿Cuánto? Nadie lo sabe. Pero faltará menos cuando diga que está bien, que se ve con fuerza y que se siente con energía. Alguien debería decirle, si queda alguno con lealtad, que el atril y el diván son dos cosas distintas.
Es verosímil que cada nuevo acto estresante (no vienen pocos) genere una carga emocional y cognitiva que se apile sobre las anteriores, que la sucesión de esfuerzos aceleren el agotamiento de las reservas de energía, que la falta de resultados alimente la impresión de inutilidad, y que el miedo y la frustración vaya devorando la resiliencia hasta que se autoaniquile. ¿Cómo?
La historia está llena de ejemplos de cómo la fatiga del combatiente acaba llevando a los líderes cesaristas hasta el colapso. En general, suele ser necesario un evento desencadenante, un último hecho hiriente, en otros momentos digerible, termina precipitando el desplome.
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Antes de que caiga esa última ficha del dominó suelen ser ya muy explícitos otros indicios: el mutismo selectivo, la incapacidad para reconocer el entorno, la conducta errática, el aislamiento completo, la depresión severa, el abandono de responsabilidades, las reacciones de pánico y, finalmente, el colapso.
Así que habrá que estar atentos. Quizá no tanto al protagonista como a los secundarios. Lo más doloroso no es caer. Caer es humano. Todos terminan cayendo. Lo terrible es que sean tantos los que te dejen solo, que te traten como un paria, después de haberte tratado como un rey.
Puede parecer que no trabaja porque todo está manga por hombro. Sin embargo, no es así. Se está matando a currar, aunque no sea para gobernar sino para achicar agua. Así desde hace meses, sin descansar.