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Crónicas desde el frente viral
Por
Misión imposible: el sanchismo contra las pruebas
De un día para otro, nadie sabe cómo, resulta que las fotografías han dejado de servir como pruebas, también las notas manuscritas y los pantallazos. Ya es casualidad, cuando la corrupción parece anegar al poder político
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Confieso que he perdido la cuenta. Ya no sé cuántos altos cargos anduvieron en tratos con Aldama. Por el camino en que van las cosas, parece una simple cuestión de tiempo que nadie pueda negar que el Gobierno de Sánchez terminó siendo el más corrupto de nuestra historia.
Mientras la verdad avanza, me apenan las noticias que van publicándose y me hiere la manera en que los sanchistas reaccionan a los hechos. No puedo evitar sentir algo muy parecido al asco cuando veo ataques de superioridad moral como el de Reyes Maroto del otro día. Pidió pruebas al conseguidor y las consiguió 24 horas después.
Sucede que esa teatral y vergonzante exigencia de pruebas no fue casual, sino coral. Se ve que hay órdenes desde arriba para proceder así. Esto va de generar las condiciones necesarias para que el eventual suplicatorio del presidente sea rechazado por la Cámara. La excepcionalidad democrática y tal. Para ir macerando ese caldo de cultivo, hace falta declinar el victimismo, es necesario conjugar la teoría de la conspiración y también extender la percepción social de que aquí no se está haciendo justicia.
En mi opinión, ese y no otro era el objetivo de la querella por prevaricación contra el juez Peinado, que fue unánimemente rechazada por el TSJM. Y es también el propósito de los ataques que regularmente vienen vertiendo los Ministros contra las togas. Al mismo tiempo, quizá sea este el cántico favorito de los minions sanchistas en las tertulias de estos días, escuchamos con frecuencia a dirigentes socialistas negando la existencia de las pruebas aportadas por Aldama o desacreditándolas.
Yo vi a los socialistas blandiendo la vieja y fea foto de Feijóo con el Narco como si fuese un anatema
Por lo visto, este Gobierno, que no tiene mayoría parlamentaria, sí tiene la capacidad de forzar un vuelco en el ordenamiento jurídico que puede poner a miles de delincuentes en la calle. De un día para otro, nadie sabe cómo, resulta que las fotografías han dejado de servir como pruebas, también las notas manuscritas y, desde luego, los pantallazos telefónicos. Ya es casualidad que el milagro ocurra justo cuando la corrupción parece anegar al poder político.
La transformación ha sido súbita. No hace falta ser Funes el memorioso para acordarse de lo que aquí vivimos hace un año. Les prometo, queridos lectores, que yo vi a los socialistas blandiendo la vieja y fea foto de Feijóo con el Narco como si fuese un anatema. Toda la campaña de destrucción del PP en las redes partió de esa imagen y se repitió y repitió como razón para la condena electoral.
Y ahora resulta que no, que "una foto es una foto" como virginalmente expresó el Ministro Ángel Víctor Torres. Y tres son tres, todos sabemos contar, lo que pasa es que las imágenes cuentan cosas. La primera de Aldama con Sánchez, la segunda en Ferraz durante una jornada electoral y la tercera en una sala noble de la sede con convocatoria internacional. Puede que me equivoque, no soy Sherlock, pero empiezo a pensar que se conocen y que podrían haber hecho alguna cosilla juntos.
Hoy los plumillas progresistas están aplicando la asimetría moral. Ninguna firma liberal defendió a Rajoy por aquel "Luis se fuerte"
Recuerdo también el escándalo que se montó en España cuando los papeles de Bárcenas salieron a la luz. Les juro que allí vi letras y que vi números, que todo estaba escrito a mano y sobre un papel. Vamos, lo que viene a ser un manuscrito. Menos mal que el caso se juzgó y que hubo condena, de hecho, hasta hubo moción de censura. Nada de eso podría pasar ahora, esas cosas ya no tienen ningún valor probatorio, tal y como cuenta el sanchismo en las redes sociales al trinar sobre la nota presuntamente elaborada por Koldo.
Si me esfuerzo fuerte y hago memoria, puedo entrever aquel "Luis sé fuerte" que nos conmocionó a todos. Creo que no fue un mensaje llegado en paloma mensajera, que se trataba de un SMS. ¿Qué fue lo que vimos? Una captura de pantalla que puso al país patas arriba. ¿Qué estamos viendo? Una conga de pantallazos. Es lo mismo pero no es igual: son graves cuando están escritos en azul e irrelevantes cuando en rojo.
Hoy los plumillas que se llaman progresistas están aplicando la asimetría moral que no aplicaron en su día los conservadores. Ninguna firma liberal ni conservadora defendió a Rajoy cuando salió aquel mensaje. Estoy convencido de que en este momento, en mitad de tanto escándalo, igual que hay intentos de intimidación, se están comprando silencios y apoyos a cambio del nimio pago que supone participar en una tertulia.
Hay una campaña de desinformación y manipulación de la opinión pública para agarrarse a Moncloa con uñas y dientes
Tampoco he conseguido olvidarme del espanto aquel en la calle Génova, cuando cayeron los martillos sobre los discos duros. ¿Por qué entonces todos nos lanzamos a decir que esa destrucción de pruebas era injustificable y ahora algunos no dudan en justificar el borrado de los mensajes del imputado fiscal general del Estado? ¿Acaso no parece prudente permanecer en la zona de la duda razonable hasta que el tribunal aclare lo ocurrido, cosa que a buen seguro ocurrirá?
Claro que hay pruebas. Y también hay, en mi opinión, una campaña de comunicación diseñada desde el Ejecutivo para desacreditarlas, una tras otra. A mí me parece un ejercicio de desinformación, de manipulación de la opinión pública, ideado para agarrarse a Moncloa con uñas y dientes, sin el concurso del Legislativo, como verbalizó el presidente y, llegado el caso, rechazando el suplicatorio del Judicial.
El punto débil del plan y del razonamiento monclovita es tan elemental que no se puede desmontar: Aldama no es el fiscal, es un investigado. La función del investigado no consiste en aportar pruebas, aunque puede entregarlas para negociar con la Fiscalía. Su información puede o no puede concordar con los hallazgos de la policía judicial. Sin embargo, la obligación de la carga recae siempre en el acusador y aquí es la Guardia Civil quien investiga.
Vivimos en un Estado de derecho y sobran motivos para confiar en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. La investigación sigue su curso y se desarrollará hasta su finalización. Hasta la última prueba, probablemente, deben quedar muchas más.
Confieso que he perdido la cuenta. Ya no sé cuántos altos cargos anduvieron en tratos con Aldama. Por el camino en que van las cosas, parece una simple cuestión de tiempo que nadie pueda negar que el Gobierno de Sánchez terminó siendo el más corrupto de nuestra historia.