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Crónicas desde el frente viral
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De 'Cónclave' a la contrarrevolución de Trump
La segunda proclamación de Trump abre un periodo que probablemente será distinto al del primer mandato. El anterior fue reaccionario, este apunta a contrarrevolucionario
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La película 'Cónclave' trata de reflejar la naturaleza cruenta de una competición por el poder. Se apoya sobre la liturgia y el imaginario, encadena giros de guion y nos deja con un final demasiado alejado de la realidad. La segunda llegada de Trump supera a esa ficción en todos y cada uno de los planos: el combate fue más duro, la cadena de acontecimientos resultó espectacular y la proclamación abre un tiempo de colisión entre el dogmatismo y la incertidumbre.
Sin embargo, el mencionado largometraje contiene un rezo muy válido para reflexionar sobre el rito de la proclamación presidencial: “Es esta variedad de personas y de puntos de vista, lo que le da fuerza a nuestra Iglesia. Hay un pecado que he llegado a temer por encima de todos los demás: la certeza. La certeza es el gran enemigo de la unidad. La certeza es el enemigo mortal de la tolerancia. Ni siquiera Cristo estuvo seguro al final: “Dios mío, por qué me has abandonado” […] Si sólo existiera la certeza y ninguna duda, no habría misterio y, por lo tanto, no habría necesidad de fe”.
También podría sostenerse que si sólo existiera la certeza y ninguna duda, no habría misterio y, por lo tanto, no habría necesidad de democracia. Al fin y al cabo, sigue siendo un misterio irresoluble por el dogmatismo que tratamos de afrontar por medio del diálogo y del consenso. La plaza pública y el progreso están levantados sobre el terreno de una duda que corre el riesgo de ser puesta en búsqueda y captura por el poder político.
El populismo niega el principio de incertidumbre en la vida social. Explota los malestares y ofrece respuestas totales e infalibles que disuelven la complejidad como un azucarillo. Esa es la síntesis de la campaña de Trump frente a Kamala. Si añadimos la determinación profesional, tendremos los dos motivos de su victoria.
Los dogmas amenazan con hacer de nuestra época el cierre histórico del paréntesis democrático. Y, en este momento, lo honesto es reconocer que desconocemos si hay remedio al peligro. En mi opinión, el grado de verosimilitud de esa amenaza es lo que da trascendencia histórica a esta jornada tan cargada de horteradas.
La segunda proclamación de Trump abre un periodo que probablemente será distinto al del primer mandato. El anterior fue reaccionario, este apunta a contrarrevolucionario.
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Quienes se han visto desposeídos del dominio económico y cultural tras los cambios demográficos, la irrupción de la globalización y los avances tecnológicos no reclaman recuperar terreno como hicieron en 2016, para 2025 quieren el todo anterior. Quieren el paraíso perdido en el que nunca estuvieron. Quieren una regresión que pretenden mediante la reversión de la mundialización y la desregulación.
Como ha ocurrido antes, en realidad siempre a lo largo de la historia, detrás del dogma contrarrevolucionario se produce una reconfiguración de las élites. En esta ceremonia, como ocurría en la fiesta final de '
Todos los episodios contrarrevolucionarios se han sostenido sobre un mismo relato que aquí ha sido superado por el espectáculo de masas. Savonarola hizo bandera de su pureza argumentado que Florencia era pura a pesar de los Medici.
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Aquí el pueblo norteamericano sigue siendo el más puro de cuantos pisaron la tierra porque esa es la base del nativismo norteamericano. Pero el líder es abiertamente impúdico. Trump ha tenido la pasmosa habilidad de convertir su falta de virtudes en material para la redención de la naturaleza estadounidense.
El afán por la pureza lo justifica todo. Demanda una excitación y una tensión permanente. Exige la obediencia ciega y requiere una velocidad completa. No sería extraño que los primeros días y semanas de este segundo mandato puedan parecernos más rápidos y más convulsos que los relámpagos. El guion así lo pide. La polarización ha de ir a más.
Los hombres fuertes, nadie lo explica mejor que Scurati, son hombres de acción en todo momento, tanto que desbordan la posibilidad de ser evaluados y controlados. Trump, Putin, Netanyahu, Xi Jinping sustituirán el multilateralismo por una reedición de los imperialismos. La globalización, efectivamente, está en retroceso. El mejor tiempo de Europa quedó atrás. ¿Hay esperanza?
A lo largo de la historia, los movimientos contrarrevolucionarios no han sido muy exitosos. En muchas ocasiones, llegaron demasiado tarde -los cambios y las dinámicas sociales ya estaban consolidados-.
Otras veces, los líderes fueron víctimas de su incapacidad para dar respuesta a la demanda que habían generado o de sus propios excesos generando una inestabilidad prolongada incompatible con la restauración del orden prometido.
La pulsión del exceso terminó provocando el fracaso en bastantes situaciones, pasó cuando acabaron produciéndose acontecimientos que el público interpretó como traiciones a los ideales iniciales –“Efecto Thermidor”-...
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No sé si hay demasiadas razones para tener esperanza en la viabilidad de la democracia. Dudo. Sólo considero que sigue habiendo motivos para defenderla y, al mismo tiempo, tengo la impresión de que la contrarrevolución de Trump llega a la Casa Blanca armada hasta los dientes.
El presidente de los Estados Unidos tiene hoy más poder político del que nadie anticipó, concita más respaldo económico del que seguramente él mismo había calculado. Sin embargo, su principal fortaleza es ideológica: cuenta con un modelo y no tiene frente a sí ninguna alternativa digna de tal nombre. La hegemonía cultural del trumpismo es hoy incontestable en su país y no va precisamente a menos en el resto de occidente.
Veremos días de euforia. Veremos noches con hogares de las vanidades en los medios de comunicación y en los tribunales. Eso puede darse por descontado. El enigma está en si habrá herejes capaces de reanimar la incertidumbre, de revivir el misterio de la política, si podrá generarse una nueva alquimia para que la necesidad de la duda democrática resulte, de nuevo, más valiosa que el dogmatismo.
La película 'Cónclave' trata de reflejar la naturaleza cruenta de una competición por el poder. Se apoya sobre la liturgia y el imaginario, encadena giros de guion y nos deja con un final demasiado alejado de la realidad. La segunda llegada de Trump supera a esa ficción en todos y cada uno de los planos: el combate fue más duro, la cadena de acontecimientos resultó espectacular y la proclamación abre un tiempo de colisión entre el dogmatismo y la incertidumbre.