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Crónicas desde el frente viral
Por
Gobierno grogui
El presidente del Gobierno es en estos momentos un boxeador grogui que tira de puños hacia todos sitios. La mayoría van al aire, aunque todavía pueda hacer bastante daño
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Fardar en Davos y violar al IBEX.
Criticar a Trump y callar ante Maduro.
Hablar de la internacional ultraderechista y hacerle el caldo gordo a los coches chinos.
Afirmar que la democracia occidental está en peligro y no respaldar a Ucrania como merece.
Proclamar europeísmo y someterse a Rabat.
Agredir al pueblo de Israel y callar ante los vínculos de Hamás con el terrorismo.
Generar una crisis diplomática con Argentina y bajar la cabeza cuando el populismo mexicano trata de agredir a nuestro país.
Decretar la alarma antifascista en España y negociar con los ultras en Bruselas.
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Pregonar la importancia de la diplomacia y degradar las embajadas a lugares de retiro para los amiguetes.
Señalar a la tecnocasta global y ser el campeón en casos de presunta corrupción del mundo desarrollado.
Algunas de las contradicciones que aquejan a este Gobierno yacente le geolocalizan en la peste del populismo que también están sufriendo otras naciones y que, en buena medida, definen el comportamiento más frecuente de los países BRICS.
Sin embargo, aquí hay contrastes muy específicos entre lo dicho y lo hecho por el Gobierno que hacen de nuestra realidad algo distinto y nunca visto…
Presentarse como socialista y haber arrancado la raíz socialdemócrata del partido.
Afirmarse progresista y doblegarse al nacionalismo, a lo reaccionario, al supremacismo.
Arrogarse el papel de salvador de la democracia y entregarlo todo a las fuerzas anticonstitucionales. Debilitarla.
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Apropiarse de la causa de la igualdad y dejar al feminismo más dividido y dañado que nunca.
Presentarse como la opción contra las élites y levantar una casta propia a base de nepotismo y colonización institucional.
Demonizar al Partido Popular y santificar a los herederos del terrorismo.
Contar el cuento de Franco y trabajar para que la extrema derecha crezca tanto como sea posible.
Cacarear los avances de España mientras acelera la brecha generacional hasta niveles inéditos e imposibles de soportar.
Engañar a la sociedad prometiendo que nunca se haría todo lo que terminó haciéndose y vendiendo cada traición como un cambio de opinión.
Implantar el mesianismo para que el líder se raje siempre que llega la hora de la verdad: miedo a la calle y pánico al Congreso, abandono de funciones durante cinco días y fuga en Paiporta peor que fea.
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Esas discordancias están ahí desde el principio, desde la consolidación del sanchismo que no es sino un método de buscar la suspensión de la alternancia en el poder mediante el cesarismo y el guerracivilismo.
Sin embargo, no son las únicas. Los años han ido pasando y se han ido acumulando nuevas incongruencias, muchas de ellas tras las pasadas elecciones generales…
Garantizar la existencia de una mayoría parlamentaria de progreso, contando a la derecha vasca y catalana y sin que los números den para respirar en el Congreso.
Esas discordancias están ahí desde la consolidación del sanchismo
Declarar que existe una mayoría social que respalda al Gobierno mientras se vive al dictado de las minorías antisistémicas y se pierden votos elección tras elección.
Versar las bondades de los gobiernos en minoría y expresar su voluntad de gobernar sin el concurso del Parlamento según se humilla a los socios del Gobierno y se menosprecia a los del Parlamento.
Exigir lealtad a todos los actores políticos y actuar de manera desleal con las administraciones en las que gobierna el Partido Popular.
Estafar a los españoles contando que se negociaban unos presupuestos para los que ni siquiera había un proyecto.
Fanfarronear con la economía que va "como un cohete" mientras estrangula fiscalmente a las clases medias, esquilma a los autónomos y riega a los sindicatos.
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Anunciar y anunciar medidas que no pasan de la propaganda —como ocurre en vivienda— mientras se le traspasa, por detrás, un palacio en París al PNV.
Transformar lo más vital —las pensiones, la reconstrucción del desastre— en arma política para chantajear al Parlamento.
Alardear de fortaleza personal y hacer lo contrario a lo que hace un líder. Como sucedió durante la pandemia, vio en la catástrofe de la DANA una ocasión para la división, siempre repele la unión.
Manifestar una soberbia desmedida, desconectada de la realidad, mientras está en una situación de extrema debilidad. No tiene autonomía política: Moncloa es una sucursal de Waterloo.
Las urnas de las pasadas generales dejaron un arco parlamentario que terminó provocando esta legislatura yerma y que agudizó los conflictos internos del sanchismo. La situación no tenía solución cuando empezó, pero empeoró pronto y, además, rápido.
No tiene autonomía política: Moncloa es una sucursal de Waterloo
Desde que comenzaron a publicarse las informaciones sobre los presuntos casos de corrupción que afectan a su entorno inmediato, Sánchez está actuando de una forma que parece agresiva, pero que, en mi opinión, no pasa de ser violentamente defensiva. Creo que se está agarrando a las cuerdas del ring.
El presidente del Gobierno es en estos momentos un boxeador grogui que tira de puños hacia todos sitios. La mayoría van al aire aunque todavía pueda hacer bastante daño. Está quebrado, pero todavía parece decidido a romper más cosas de las que ya ha roto.
Creo que ya hemos dejado atrás la etapa en la que el Ejecutivo trabajaba el deterioro de nuestra democracia para poder mantener en pie a su bloque político. Estamos en otra fase más primitiva y más cargada de ira, este Gobierno ya solo vive para que Sánchez pueda sobrevivir.
Veo un conjunto de movimientos deshilachados, más asimilables al autoritarismo que al deterioro de la democracia, pienso que cada uno de ellos genera contradicciones adicionales a las que ya había y no olvido que puedo equivocarme. Sin embargo, es mi opinión, es lo que veo…
El presidente es en estos momentos un boxeador grogui que tira de puños hacia todos sitios
Celebrar el Congreso del Partido y atornillarse en Ferraz no valdrá para frenar la sensación de fin de ciclo, crecerá.
Instalar a la guardia pretoriana en los territorios no evitará la impresión de que el PSOE no tiene remedio, aumentará.
Triturar a Sumar para que la distancia de los socialistas con el Partido Popular sea menor no servirá para frenar el éxodo de votantes socialistas hacia Génova, les incentivará.
Apretar en la explotación de la televisión pública como fuente de propaganda no bastará para frenar el conocimiento y la difusión de la verdad.
Emplear todavía más dinero público para tratar de comprar la libertad de los medios de comunicación no disminuirá el valor de la información y la opinión en libertad, lo aumentará.
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Negar cualquier asunto turbio barajando, quizá, la tentación de negociar con los distintos actores —Koldo, Ábalos, Aldama…— no contendrá la herida, aumentará el escándalo.
Llevar a cabo operaciones sucias contra adversarios políticos no saldrá gratis, traerá una factura que más de uno no podrá soportar.
Legislar a medida para que el entorno pueda gozar de la completa impunidad no impedirá la condena social una vez que el conjunto de los hechos sean de dominio público, la reforzará.
Agredir a la integridad del Poder Judicial no frenará la necesidad de que siempre se haga justicia, la hará todavía más necesaria.
Promover la impresión de que la excepcionalidad democrática para rechazar un eventual suplicatorio del presidente no funcionará, hará situación del todo insostenible.
Este texto sólo recoge 40 de las contradicciones irresolubles que, a mi juicio personal, sufre el sanchismo. Podrían añadirse muchas más. Queda una fuera de ese ámbito que me apetece destacar: quien crea que este Gobierno es lesivo para España no puede afligirse, lo suyo, lo patriótico, lo democrático es lo contrario. Es el humor. Es el ánimo. Llueve, pero hace un día estupendo.
Fardar en Davos y violar al IBEX.